Aunque Jesús Murillo Karam, Procurador General de la República no lo dice de cara a la nación, sabe que la suma de evidencias oficiales parece llevar a la triste realidad del destino que tuvieron los 43 normalistas de Guerrero.

Todo parece indicar que fueron brutalmente sacrificados por un puñado de delincuentes sin escrúpulos solapados por policías y políticos.

La posibilidad de encontrarlos vivos está enterrada y sacude, con justificada razón, los sentimientos de la nación en su conjunto, incluso, a los familiares de esos inhumanos y cobardes sujetos que integran las bandas de criminales que operan en México.

Y cobardes porque andan por las calles, colonias y pueblos que controlan, portando poderosas armas que los envalentonan y aprietan el gatillo en posición ventajosa, arrojando a los bolsillos de algunos policías paquetes de dinero para comprar su impunidad.

En otros casos son los propios jefes de alguna corporación que comandan a los delincuentes a su servicio para secuestrar y exigir cuotas a la gente trabajadora.

Y no solo por este caso de brutal violencia en Guerrero el pueblo mexicano está profundamente temeroso e irritado, pues el resentimiento crece porque en Michoacán, Estado de México, Morelos, Coahuila, Tamaulipas los levantamientos de personas para sacrificarlas y enterrarlas en fosas clandestinas son el pan de cada día.

Si se suman los levantamientos y asesinatos que han ocurrido en los dos últimos años, se tiene que reconocer que son miles las familias que en México han pasado y están pasando lo mismo que sufren los padres y madres de los 43 normalistas guerrerenses.

No basta, señor Presidente, con salir a ofrecer justicia para estos últimos, se requiere, señor Presidente, de un enlace nacional, que no pacto, para combatir al enemigo que está en casa: Las corporaciones policiacas y los vigilantes aduanales que permiten la entrada al país de potente armamento.

Le volvemos a insistir, señor Presidente, está a tiempo y el pueblo lo exige.