Si el presidente Felipe Calderón quiere enderezar el rumbo y construir el sendero que le permita aterrizar a buen puerto cuando tenga que entregar la estafeta de Los Pinos, tendrá que dedicar el resto del sexenio a intentar restaurar la autoridad presidencial.
Para ello requerirá de una política comunicativa oficial que le permita dialogar con los representantes de la opinión pública, porque solo así podrá remediar tan grave falla con que inició su mandato.
De lograrlo, estaría en condiciones de reafirmar el liderazgo que tanto requiere el país, lo que se tendrá que reflejar en su relación con gobernadores e integrantes del Congreso de la Unión.
Pero en esta tarea el señor Presidente deberá contar con la participación de su partido, el PAN, porque en lo que va de su travesía por el poder, parece estar solo en la toma de decisiones.
Solo así el Partido Acción Nacional tendrá posibilidades de salir airoso en esta difícil coyuntura de Gobierno, porque de manera contraria, pasará a la historia como una burocracia ineficaz que cobró grandes sueldos y prestaciones, sin haber tenido capacidad para defender a su Presidente.
No sólo Calderón requiere de este escenario, sino que el país lo exige para salir del atolladero al que lo llevó con esta guerra que declaró a la llamada delincuencia organizada. La historia lo marcará.