Cada vez es más frecuente escuchar a los legisladores federales que urge empujar reformas constitucionales, que se requieren cambios para evitar se agudice la pobreza.
Utilizan todo tipo de retórica para reconocer que México necesita de esto y de lo otro y hasta reseñan con lujo de detalles los problemas por los que atraviesa el país y el estancamiento en que se encuentra el desarrollo de la nación en su conjunto.
Pero todo se queda en eso, en meras declaraciones de prensa y reconocimientos públicos de ineficiencias, mientras en la calle los jóvenes se debaten entre lo legal e ilegal en busca de la subsistencia y familias enteras no tienen más remedio que racionalizar los alimentos para no dejar a ninguno de sus miembros sin comer.
Un día y el otro también, tanto diputados federales, como senadores de la República, de todos los partidos políticos, reconocen estos escenarios de desesperación que prevalecen entre la mayoría del pueblo, pero al mismo tiempo se enfrascan en violentos enfrentamientos verbales.
Panistas, priístas y perredistas se acusan de todo y ponen al presidente Felipe Calderón en el centro de sus discusiones. Mientras los últimos le atribuyen culpas al inquilino de Los Pinos, los primeros lo defienden y así se entretienen para intentar justificar ante el pueblo el estancamiento legislativo y la ineficiencia del Gobierno.
Y mientras estos dos poderes, Ejecutivo y Legislativo se divierten en el ring de las declaraciones, afuera, el mexicano de a pie, sale de su casa todos los días fraguando cómo llevar el pan a su familia.
Ejemplos de esto hay todos los días y sólo es cuestión de revisar las noticias de los medios de difusión, incluida la hemeroteca de esta Grilla en el Poder, para constatar el desgastante escenario en el que les gusta vivir a los “representantes populares” y funcionarios de la administración pública.
Están a tiempo, señores del momento político, porque cada vez se aviva más aquella advertencia del México bronco. ¿O será que ya despertó y no hallan cómo volverlo a dormir?