Después de cierto umbral, la cantidad de pavimentaciones, muros, tubos, bombas, edificaciones, torres, autos, autobuses, camiones, vías rápidas, personas, en un territorio, destruyen la convivencia humana y  ecología.

La urbanización en exceso mata la diversidad de la naturaleza que le rodea y  la diversidad cultural de las ciudades.  Las infraestructuras alteran radicalmente la vida de los barrios, colonias, pueblos y ejidos en su cercanía: constituyen la herramienta de gobierno que impone modos de vida industrializados, depredadores del territorio. 

Mientras las ciudades conservan ciertos límites en la urbanización, producen un mundo por derecho propio que va más allá de las ligas familiares, económicas y sociales,  para establecer un universo político con base propia: la Ciudad, el mundo de los ciudadanos.

La vida en las ciudades se vuelve una relación entre iguales con un sentido de universalidad abierta a muy diferentes estímulos culturales: se crea una cultura humana muy especial. La Ciudad es el lugar que da sentido amplio al “hogar”, al “ambiente”.

Sin embargo, la ciudad moderna es una negación de la Ciudad Histórica; es una simple urbanización deleznable  que crece sin cesar y que destruye todo lo bueno que puede ofrecer una Ciudad.

La megalópolis de la Cuenca del Valle de México es una deplorable e insostenible urbanización creada por su desarrollo económico de más de seis décadas; se trata de un cáncer urbano que tiene moribunda a la Ciudad de México y a la ecología de la Cuenca del Valle de México y que empobrece al país entero.

Esta aniquilación de la Ciudad y la ecología de la Cuenca se realiza por medio de una herramienta gubernamental: el “desarrollo urbano”, impuesto por los banqueros internacionales y los países desarrollados.

El concepto de “desarrollo urbano” es una ilusión que quita virtualmente a los ciudadanos la capacidad de hacer una ciudad para su disfrute y beneficio y entrega esta facultad a técnicos, expertos, profesionales, planeadores, en “desarrollo urbano”,  generalmente al servicio de los grandes intereses económicos (cárteles  inmobiliarios, constructores, transnacionales, banqueros).

Estos técnicos ávidos de poder y dinero mistifican su labor, con el fin de seducir a los ciudadanos y los gobernantes con sus “diseños urbanos” y sus “ordenamientos” y “normatividades” economicistas.

La enorme distancia entre lo que plantean o proponen en sus “diseños urbanos”, como el Corredor Cultural Chapultepec o las ZODES y la espantosa realidad urbana que sufrimos no tiene que ver con el efecto de intereses ciudadanos perversos o la indiferencia ciudadana: los técnicos o expertos en “desarrollo urbano”, en los hechos obstruyen, desalientan, la acción ciudadana a favor de la Ciudad, con el fin de imponer los proyectos que sólo benefician a los negocios público-privados.

El alejamiento de los ciudadanos de los asuntos urbanos, provocado por los técnicos o expertos en “desarrollo urbano”,  desatan el desastre urbano, comunitario y ecológico de las ciudades modernas. Gracias a la ilusión del “desarrollo urbano”, aceptada por muchos ciudadanos, es muy pobre la acción ciudadana por la ciudad en México y muy mala su urbanización.

El “desarrollo urbano” propone criterios “espaciales” que no ofrecen índices para juzgar sobre la viabilidad de las entidades urbanas. El espacio urbano cambia en las ciudades modernas con fundamento en consideraciones a priori de geopolítica, finanza internacional, economía, comercio, religión o de una gélida geometría de estética formal urbana universal que las uniformiza (minimalismo, funcionalismo); no crece por el deseo de una mejor socialización o a partir de la experiencia vivida por los ciudadanos.

La ciudad moderna creada por el “desarrollo urbano” carece de la riqueza y complejidad del diseño de la Ciudad Histórica; degrada el modo de vida a un campo de concentración y está condenada a crecer indefinidamente, como un cáncer, hasta destruir su base ecológica y social.

La ciudad moderna es un No Lugar al igual que un aeropuerto, una torre de oficinas o una sala de espera en un hospital, lugares que carecen de identidad: son casi iguales en todo el mundo y requieren para su operación una gran vigilancia policiaca, un enorme desperdicio de agua, electricidad, gasolinas, metales, maderas. Son el origen de la violencia que se expande por el territorio y penetra en todos los ámbitos de la vida.

El engaño del “desarrollo urbano”  es por otra parte una herramienta de la macroeconomía para tratar “ordenar” o “embellecer” el desastre urbano  que crea el “Libre Mercado” y la “Libre Empresa”, pero no logra mucho.

La inherente irracionalidad de la economía moderna hace imposible que el “desarrollo urbano” pueda producir soluciones a los problemas de la ciudad. El excesivo valor que se da al diseño y a la tecnología en el “desarrollo urbano” sólo sirve para exacerbar los daños que se infringen al habitante de la ciudad moderna.

No hay cabida para la espontaneidad de los habitantes o de la Naturaleza en estas ciudades marcadas por la muerte que impone el “desarrollo urbano”. No hay cabida para la autonomía de las ciudades.

La ilusión del “desarrollo urbano” es por otro lado, el instrumento que utilizan los países poderosos  para imponer su tecnología,  su modo de vida, su globalización, su hegemonía a los países empobrecidos.

Es una derivación del concepto de “desarrollo”, un concepto economicista impuesto al mundo después de la Segunda Guerra (Truman), por medio del Banco Mundial, los bancos de desarrollo, las sociedades internacionales para el desarrollo, como la OCDE.

El “desarrollo”, sea económico, humano o urbano, sólo puede ser viable si adopta los contenidos que le imponen estas entidades internacionales dominadas por los países poderosos y sus banqueros.

En vista del desastre ecológico, social, económico y político creado durante varias décadas, por la aplicación del concepto de “desarrollo” a finales del siglo XX, las potencias occidentales lo matizan y adoptan el concepto de “desarrollo sustentable”, con el propósito de recargar, fortalecer o recuperar la fuerza del perverso concepto de “desarrollo”.

La globalización o mundialización y los tratados de libre comercio refuerzan los efectos destructivos del “desarrollo”, por medio de las prioridades  y la protección a la inversión extranjera, las privatizaciones, las inversiones público-privadas. Rechazar estos conceptos significa recuperar la capacidad de crear una Ciudad que responda a los intereses de sus habitantes; significa Descolonizar el imaginario social de los habitantes de las ciudades.

Las leyes, reglamentos, programas, normas y proyectos de “desarrollo urbano”  deben desaparecer en México: impulsan, alientan, la construcción de cada día más torres, condominios, centros comerciales, estacionamientos, estadios, vías rápidas, segundos pisos, túneles, líneas de Metro o Metrobus, trasvases, drenajes profundos, líneas eléctricas, trenes interurbanos o de cercanías, “ciudades especializadas”, “rescates urbanos”, rellenos sanitarios, incineradores aeropuertos y otros megaproyectos. Promueven la circulación de cada día más autos, autobuses, trenes, helicópteros, aviones. Matan a la Ciudad Histórica, destruyen los vestigios arqueológicos, los monumentos históricos, las edificaciones de valor arquitectónico.

Impulsan a la concentración de cada día más población en las megalópolis. Deprimen el empleo digno, el pequeño comercio, la producción local. Favorecen el despilfarro de los regalos de la Naturaleza. Crean ciudades globalizadas.

Hacen muy vulnerable a la economía nacional. Destruyen la autonomía de las ciudades, los municipios, las demarcaciones y socavan la soberanía nacional. Anulan la acción ciudadana por la ciudad y aniquilan a la Ley y la democracia.  

Propician una gran subordinación a los dictados de los gobiernos poderosos y sus organizaciones internacionales. Garantizan una rentabilidad exorbitante a los constructores (OHL), carteles inmobiliarios, bancarios y políticos. Impulsan en la Cuenca del Valle de México, el colapso climático, ambiental, hídrico, energético, urbano, social, alimentario, de la biodiversidad, del campo, de la limpia, de la salud, de la educación, de las culturas, de la seguridad de las personas.

La ciudad de México tiene en estos momentos la posibilidad de echar abajo estas leyes, reglamentos, programas, normas y proyectos de “desarrollo urbano” debido al inusitado rechazo de las organizaciones sociales a los megaproyectos- nuevo aeropuerto, trenes interurbanos, ZODES, AGES, ADES- que ha lanzado el gobierno de Miguel Ángel Mancera, a sus deplorables propuestas de normas, programas y legislación de “desarrollo urbano”, a la provocación que representa para los habitantes de esta ciudad tener dentro del gobierno del DF a sus carteles inmobiliarios, al fracaso de las infraestructuras y las leyes, normas, programas, reglamentos, de “desarrollo urbano” creadas en los últimos lustros y al evidente desastre urbano, comunitario y ecológico del Distrito Federal. La Ley de Desarrollo Urbano del DF aprobada en 2010 es una ley que facilita la introducción de megaproyectos y cambios muy profundos en el equilibrio urbano de esta ciudad y la creación de una Ciudad Globalizada; facilita la labor de los cárteles inmobiliarios y de los grandes inversionistas internacionales  que tienen sometidos a los gobiernos de México.

Esta Ley de Desarrollo Urbano del DF debe ser eliminada tan pronto como sea posible y sustituida por una Ley de la Convivencia Urbana o de la Ciudad, con el propósito de fortalecer la acción ciudadana a favor de la Ciudad Histórica; rescatar la ecología de la ecorregión de la Cuenca del Valle de México; fortalecer la producción cultural de la ciudad de México; salvar a la Ciudad Histórica y frenar la creación de una Ciudad Globalizada en nuestra ciudad. 

Además, contener la construcción de obras inútiles, innecesarias, irresponsables, destructivas, suicidas, ecocidas, genocidas, que solo sirven para el beneficio económico de los inversionistas extranjeros y sus socios nacionales.

Prohibir los megaproyectos. Contener la construcción de infraestructuras de transporte, hidráulicas, de comercio, comunicaciones, diversiones, deportes y otras que no sean aprobadas por la representación de organizaciones vecinales, sociales o ciudadanas autónomas de la ciudad de México y de la Cuenca del Valle de México.   

DESARROLLO URBANO: DESASTRE ECOLOGICO, SOCIAL, CULTURAL, ECONOMICO Y POLITICO

¡No a las leyes, reglamentos, programas, normas y proyectos de desarrollo urbano!

¡Sí a las leyes, reglamentos, programas, normas, proyectos, para la Convivencia urbana o para el fortalecimiento de la Ciudad!

México DF 15 de septiembre de 2015

Red en Defensa de la Ciudad de México

Adriana Bermeo, Adriana Gómez, Adriana Matalonga, Aline Fernanda, Ana María Yustis, Anhai Martínez, André Prieur, Aurora Marín, Bianca Sandoval, Carmen Espino, Cecilia Brañas, Cesar A. Salamanca, David Jiménez, Edgardo Mota, Eduardo Farah, Emir González Calderón, Fabián Carvallo, Gabriel Valencia, Germán Vargas, Gustavo Romero, Jacqueline Bolaños, Javier Osorno, Jonathan Arroyo, José Ignacio Félix Díaz, José María Bilbao, Karen Zúñiga, María de Lourdes Ríos, María Díaz Santos, María Elena Contreras Domínguez, María de Lourdes Ríos, Mauricio Villegas, Miguel Valencia, Nancy Herrera, Patricia Carrera, Pedro Luis Burrola Ávila, Ricardo Alcaraz Vargas, Ricardo Zúñiga, Roberto Christian Domínguez, Rodolfo Ramírez Velázquez, Sara Espíritu, Sharon Sánchez, Soledad Osorio, Sonia Verónica Coronado Hidalgo, Susana Morales, Tulia Roa Castro.