A mediados del año pasado, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) publicó el informe “Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe 2012”, el cual señala entre sus conclusiones que la escasa planificación y las debilidades de las políticas públicas han propiciado la expansión de las ciudades siguiendo un modelo poco sostenible, que mantiene o refuerza la segregación social y espacial.
¿Qué ocurre en México? El doctor en geografía urbana y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, Adrián Aguilar Martínez, participa en estudios que buscan identificar los cambios y las continuidades en la diferenciación socioespacial del espacio urbano de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) en los últimos años.
Para ello, ha utilizado información altamente desagregada a nivel de manzana, que pocos estudios han utilizado, proveniente del Censo de Población y Vivienda durante el periodo 2000-2010.
Sus resultados preliminares muestran que a pesar de la reciente dispersión espacial de diferentes grupos sociales en la ZMCM, y de la presencia de “zonas de contacto” entre éstos, la segregación social aún persiste y no ha presentado cambios notorios a través del tiempo.
La segregación urbana comienza a ser estudiada más ampliamente en años recientes porque es un proceso particularmente importante en la reproducción de las desigualdades socioeconómicas, el aislamiento y la inseguridad de los grupos más pobres.
De esta manera, las élites urbanas conforman el grupo socio-económico más segregado, con asentamientos muy concentrados en la parte poniente del Distrito Federal y en las cercanías de la infraestructura vial que se ha construido hacia el norte de la metrópoli, llegando a las nuevas zonas residenciales del Estado de México. De acuerdo con el especialista, un factor que ha favorecido esta distribución son las “islas de modernidad” en las que se han instalado grandes corporativos y centros comerciales, así como barrios cerrados.
En cambio, los estratos proletarios y las clases medias se encuentran más dispersos en la ZMCM, aunque con una alta densidad poblacional, sobre todo en el DF así como algunos manchones en el norte y el oriente, que ya incluye al Estado de México como en Texcoco.
Asimismo, es notoria la localización periférica de los grupos pobres y de extrema pobreza alrededor del DF, en el norte y hacia el oriente, como la franja que forman en los municipios de Chalco y Chimalhuacán del Estado de México, así como una franja rural sureña que va en dirección a Cuautla, Morelos.
De acuerdo con el investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, mientras que la gente de mayores recursos vive en zonas donde hay una mejor infraestructura, servicios urbanos y equipamiento de educación y salud, así como una mayor cercanía a los lugares de esparcimiento; los estratos más limitados económicamente tienen, de entrada, una mala infraestructura para la movilidad y “viven en estados de aislamiento”.
El especialista comentó en entrevista que las acciones de gobierno en materia de vivienda, como la dotación de grandes desarrollos de vivienda de interés social en las últimas décadas, han influido en esta distribución urbana y favorecido la segregación. Por ejemplo, “Para los estratos pobres, el desajuste entre el lugar de residencia y la localización del empleo limita las oportunidades laborales e incluso induce una alta informalidad laboral”.
Por otro lado, “es muy difícil pensar en una especie de promoción social dentro de la sociedad si tu círculo de vida se desenvuelve siempre dentro de la pobreza. Las implicaciones sociales que esto genera son muy importantes porque a lo largo del tiempo las ventajas de unos con respecto a los otros se perpetúan y se mantienen”, aseguró.
Contar con un diagnóstico sobre cómo se distribuyen los grupos sociales en el espacio es útil para cualquier tomador de decisión, comentó, en particular para aquellos relacionados con el desarrollo urbano o con los que elaboran políticas de vivienda. Estos estudios, “nos pueden ayudar a romper estos círculos viciosos donde los pobres siempre están en una parte de la ciudad y los ricos en otra”.
Por ejemplo, en los conjuntos habitaciones que están próximos a ser construidos se podría establecer que un 30% de las viviendas estén formadas por diferentes estratos socioeconómicos, “esa es una manera de inducir la mezcla social”.
Para Aguilar Martínez es claro que gran parte de la distribución urbana corresponde a un modelo disperso, el cual consideró necesario revertir para hacer una ciudad mucho más compacta, en la que no se desperdicie tanto suelo urbano y se disminuya el costo de la introducción de servicios y transporte.
Estos estudios tienen otro tipo de aportes, aseguró, pues proponen una nueva metodología para la clasificación de las zonas de la ciudad, basada en grupos homogéneos de estilos de vida sociodemográficos; a diferencia de estudios previos que consideran de manera aislada variables como ingresos, educación, ocupación y vivienda. Para ello toman a la manzana como la unidad básica de análisis pues representa mejor las relaciones so¬ciales del entorno inmediato de los individuos y los hogares.
El investigador, espera que la metodología de análisis geodemográfico que ha desarrollado junto con sus colegas sea empleada en futuros estudios urbanos en América Latina y sirva para hacer análisis comparativos entre las ciudades.