De destacada trayectoria académica, experto en la civilización mexica, el investigador emérito de la UNAM recibió la invitación al encuentro académico “Teotihuacan to Tenochtitlan: Cultural Continuity in Central Mexico", organizado en su honor por la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles.
En México, el pasado está vivo; no es cosa muerta ni asunto del anecdotario, sino un cuerpo inmenso que se mueve en busca de preguntas y de nuevas explicaciones.
Quizá por ello, uno de sus estudiosos más connotados, historiador especialista en la antigua religión mesoamericana e investigador emérito de la UNAM, Alfredo López Austin, no cesa de trabajar, ni de recibir reconocimientos.
Con el transcurrir del tiempo, la perspectiva de la vida cambia. La gran diferencia de ser joven, dice el integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas, es que uno se pregunta qué indagar, y de viejo, a qué hora hacer todo lo que queda en el “cajón” de los problemas por resolver, “de las cosas que no sé y quiero saber”.
Ya no voy a investigarlas todas, asegura. Ya no tengo tiempo más que para unas cuantas; por eso, las que elija deben ser las mejores. De ese modo, a sus actuales investigaciones en proceso, una de ellas relativa a las diferencias existentes en el pensamiento indígena entre el tiempo de las criaturas (el aquí y ahora) y el de los dioses (el allá y entonces), y otra sobre la concepción de unidad indígena entre el trabajo, la moral y la cohesión social, le gustaría sumar una línea más de estudio: “tengo la ilusión de entrar al campo de la iconografía como una fuente histórica primordial”.
De destacada trayectoria académica, experto en la civilización mexica, López Austin recibió hace unos meses una noticia que lo sorprendió: la invitación a un encuentro académico denominado “Teotihuacan to Tenochtitlan: Cultural Continuity in Central Mexico", organizado en su honor por la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles (CSULA, por sus siglas en inglés).
Sin haber nunca colaborado o asistido a esa institución, el nombre de López Austin (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1936) convocó a una docena de expertos en diferentes temas mesoamericanos y de distintas instancias internacionales, pero sobre todo, a cientos de estudiantes, que se reunieron para homenajearlo en días pasados.
El autor de Hombre-dios: religión y política en el mundo náhuatl, y El conejo en la cara de la luna: ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana, expresa que a partir de cierta edad –los 75 años, que cumplió en 2011– ha aceptado con mucho gusto los homenajes. “Me considero un viejo y me dan gusto los reconocimientos. No los busco nunca, pero si lo recibo, los disfruto”.
Por ello, el encuentro académico en la CSULA, representa para él mucha alegría. “Me sentí contento de ver amigos viejos y no tan viejos, y a gente de la que no tenía conocimiento, pero que ahora cuento entre las personas de las que he recibido mucho”.
Tengo agradecimiento y estimación, sobre todo por investigadores que se tomaron la molestia, sin conocerme, de ir a este homenaje, y por la admiración de todos los alumnos, con quienes de alguna manera me identifico, no por ser chicano, pero sí hombre de frontera, señala.
A ellos, en especial, los encontró muy interesados por los temas mexicanos; muchos se sienten vinculados a nuestro país, a pesar de que en su mayoría son nacidos en EU. La historia prehispánica es una de las partes que les fascina del México que muchos sólo conocen en su imaginación; “han leído, se han preparado y sus preguntas fueron muy inteligentes. Tuve una estancia muy agradable”, reitera.
En “Teotihuacan to Tenochtitlan: Cultural Continuity in Central Mexico", participaron Kevin Terraciano y John M.D. Pohl, de la Universidad de California Los Ángeles; David Carrasco, de Harvard Divinity School, y Eric Taladoire, de la Universidad de París 1.
Asimismo , Manuel Aguilar-Moreno, de CSULA; Frances Berdan, de la CSU San Bernardino; Karl Taube, de la Universidad de California, Riverside; Kenneth Hirth, de la estatal de Pennsylvania, y Eloise Quiñones-Keber, de la Universidad de Nueva York.
Además, investigadores mexicanos: Diana Magaloni-Kerpel, directora del Museo Nacional de Antropología; Leonardo López Luján, hijo del emérito y director del Proyecto Templo Mayor, y Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
El también ganador de la medalla H.B. Nicholson a la excelencia en estudios mesoamericanos por la Universidad de Harvard, entre otras distinciones, relata que fue un grupo plural y que todos disfrutaron un trato cordial.
Tiempo y trabajo
Actualmente, López Austin trabaja en dos proyectos que espera concluir este mismo año, con los temas ya mencionados del tiempo y del trabajo. Y “antes de que se acabe el mundo” -bromea al recordar el nada serio tema de los mayas y el 2012-, en noviembre próximo presentará el primero de ellos, en Washington.
Ahí, explicará cómo en la concepción mesoamericana el tiempo de los hombres era una secuencia, mientras que el de los dioses era un “eterno presente”. Así, en todos los casos en que se creía en la realización de un viaje de este mundo al otro, se producía un desfasamiento cómo contracción o distensión del tiempo.
En estados como Morelos o Puebla, por ejemplo, hoy existe la leyenda en la que se cuenta que una persona entró a una tienda a comprar cigarros, pero en realidad la tienda era un umbral; desaparece, y un año después, momento en que se vuelve a abrir ese umbral, regresa y sale como si nada. Para él fue una entrada y salida, mientras que para este mundo transcurrió un periodo largo.
Caso opuesto es el de los que “viajan” al otro mundo y están mucho tiempo allá: se casan, hacen una nueva vida, y de repente deciden volver a la Tierra y se dan cuenta de que aquí nada ha pasado.
Estas creencias, explica el experto, posiblemente son proyecciones de la vida real, de la deformación que sufre el tiempo con el sueño. Hay ocasiones en que soñamos mucho, y nos sorprende ver, si despertamos, que no hemos sino cabeceado.
También ocurre lo contrario: nos quedados dormidos mucho tiempo, pero nos parece que fue un instante. O bien, platicamos en sueños con gente que ya falleció, para lo que tendríamos que haber viajado al “otro mundo”.
Tal vez todo esto inflame la imaginación del creyente y proyecte las ideas del sueño concebido como se hace en el mundo indígena: como una realidad, porque para el mesoamericano no era una visión onírica, sino una percepción real de una de sus almas si salía del cuerpo.
El emérito reconoce que en la investigación científica suele haber resultados que difieren mucho de los planteamientos e hipótesis iniciales. Cada investigación “lo hace a uno cambiar de forma de pensar, lo transforma, para bien o para mal, no sé, pero lo transforma”.
López Austin ha comparado creencias de carácter cosmológico tradicional entre los Andes y México, con la ayuda del peruano Luis Millones. Entre ambos escribieron el libro Dioses del norte, dioses del sur, en el que “hemos optado por provocar a investigadores más jóvenes a que continúen las investigaciones de este tipo”.
Con la aceptación de las grandes diferencias entre ambas regiones, sin duda hay elementos profundos que son comunes y es todo un misterio saber por qué lo son. Ésa es simplemente otra inquietud del universitario que sigue buscando explicaciones.