Una pregunta antigua aún ronda la mesa de las definiciones: ¿el inventor nace o se hace?
Jesús Manuel Dorador González y Alejandro Ramírez Reivich, investigadores del Centro de Diseño Mecánico e Innovación Tecnológica (CDMIT) de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM cuestionan, sin cortapisas, el precepto.
No estoy de acuerdo con el término “inventor” porque tradicionalmente se refiere a la persona que crea algo nuevo o desconocido sin más fundamento que su propia voluntad, dijo Ramírez Reivich, en el marco del Día del Inventor, que en México se conmemora, desde 1993, el 17 de febrero.
Puedo decir que en el CDMIT no somos inventores, pese a que creamos objetos; por el contario, nos consideramos ingenieros diseñadores que generan fundamentos necesarios de conocimiento, así como procedimientos técnicos y herramientas para generar algo nuevo, añadió.
Lo pongo sencillo: un inventor es alguien que de pronto descubre de la nada un motor que funciona sin corriente eléctrica y dice haber inventado una máquina que no necesita energía, sin el afán de saber, de conocer, remató.
Desde su perspectiva, culturalmente los dos conceptos (inventor y diseñador) están mezclados. Si se refiere al que razona, que busca el conocimiento mediante un proceso científico o tecnológico para desarrollar inventos, es un verdadero inventor muy diferente de aquel al que se le ocurre algo de la nada, insistió.
Por su parte, Dorador González, conocido en el ámbito académico y en la industria de la construcción por sus desarrollos tecnológicos en prótesis mecatrónicas, y por proyectos como “cortadora de ladrillos”, agrega que todo depende de lo que se entienda por “inventor”. Si es aquella persona que de repente tuvo un chispazo creativo, puede que posea la facultad de la ocurrencia, pero si no se pone a trabajar, si no la desarrolla, lo que se le ocurrió no servirá de nada y no resolverá nunca un problema real.
Dorador y Ramírez consideran, asimismo, que no existe una sola forma de crear y pudieran remitir a más de cinco mil referencias que reportan las diferentes formas para crear y desarrollar tecnología.
No obstante, para explicar el proceso bastan tres pasos sencillos apoyados en una filosofía del diseño, advirtieron los académicos: comprender al usuario a profundidad; generar ideas y seleccionar la mejor, porque si se comprende lo anterior, se tendrán otras para desarrollar la solución correcta.
Además, con fundamento metodológico se deben hacer modelos y pruebas –pequeñas y rápidas– para probarlas con los usuarios. Después empieza el descubrimiento de cosas nuevas que no se habían imaginado. Es una forma de crear lo que antes no existía, advirtió Ramírez.
A fin de cuentas, terció Dorador, en todas las formas de creación, se requiere del estudio. Si se conoce la necesidad hay que ponerse a laborar. El crear no se reduce a ocurrencias, sino a conocer cuál es el problema y buscar la forma para resolver. No es sentarse debajo de un árbol a ver caer la manzana, sino ponerse a trabajar. Es un proceso –como dijo Tomás Alva Edison– en el que está involucrado el “cinco por ciento de inspiración y 95 por ciento de transpiración”; es decir, después de la ocurrencia debe venir el trabajo serio.
Al relatar su propio proceso de creación, Dorador recordó la petición de un empresario de la construcción: vino al CDMIT y pidió el diseño de una máquina para cortar ladrillos, porque hacerlo a mano, como lo hacen los albañiles, representaba un desperdicio.
Empezamos por conocer el problema, la necesidad ¿para qué quiero una máquina cortadora? Podría ser para trabajar en la fábrica de ladrillos o llevarla a una obra. En este caso, la respuesta fue “para ocuparla en una obra, donde los albañiles necesitan los pedazos de ladrillo”.
Primero hay que conocer el problema: los ladrillos, a los albañiles y su actitud frente a una posible solución. Luego, tratar de cortarlos por los distintos medios a la mano. Pero en el transcurso de la solución nos dimos cuenta que no se trata de cortarlos. Nos piden que quede un pedazo; luego entonces, lo que hay que hacer es fracturarlo, y los procesos para esa acción son diferentes. Lo que acabamos por hacer fue una máquina para guiar la fractura.
Al respecto, Ramírez describió a un inventor que lo único que hizo fue meterse a la boca un hilo para retirarse un pedacito de carne atascado entre los dientes.
Él fue quien lo que inventó; pero quien trasformó el hilo hecho de fibras que no se rompen si se estira dentro de la boca, que contiene cera para resbalar sobre el diente y cierta sustancia química cuya función es no lastimar la encía o que sirve para aplicar dosis de flúor, que se puede presentar en una cajita para su venta y que cumple con las normas de higiene; quien hizo todo eso, fue un diseñador.
Desde luego que el caso referido puede identificarse con la serendipia (el hallazgo por casualidad, coincidencia o accidente).
Actualmente, los académicos de la Facultad de Ingeniería desarrollan proyectos inscritos dentro de las líneas de diseño de máquinas originales y diseño para el bienestar de las personas que en conjunto produjeron, sólo en el año pasado, 10 patentes.
Por lo que respecta a Ramírez Reivich, trabaja en un refrigerador sustentable que utiliza poca energía, y en un sistema para esterilizar alimentos a gran escala. Asimismo, nuevos empaques, como el de un consomé que se incorpore al guiso con todo y envoltura para no generar desechos.
En tanto, Dorador González continúa con el diseño de prótesis para extremidades inferiores y superiores, con la intención de mejorar la vida cotidiana de personas que han sufrido pérdidas de alguna de ellas.