El indicador de temporalidad que pulsa en cada muñeca es aún más complejo que manecillas o números. Especialistas de todo el mundo en astronomía, cronometría y geofísica dividen aún sus argumentos sobre si la técnica de medición del tiempo debe mantenerse mediante la combinación de observaciones astronómicas y cronometría con relojes atómicos, o sólo con estos últimos.
El cónclave de 700 científicos, realizado en Ginebra, Suiza, se volvió coyuntural, porque en este año debe ajustarse una fracción de tiempo en los instrumentos atómicos de medición, porque la Tierra gira cada vez más de a poco y se desarticula respecto al estándar; es decir, existe un “imperceptible desfase” que requiere intervención.
Si no se ajustara esa fracción, la hora científica (atómica) y la astronómica empezarían a desacoplarse lentamente hasta que algún día se llegara a contemplar el Sol en el cielo nocturno, aunque eso sucedería dentro de miles de años.
“La observación astronómica implica la corrección de una fracción de segundo, anualmente. Con la acumulación de esas pequeñas partes se llega a determinar que en tal año se realice la enmienda, pero del segundo completo”, explicó Daniel Flores Gutiérrez, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.
Esto se lleva a cabo, continuó el investigador, con base en la observación astronómica; es decir, si existe alguna falla en los relojes atómicos por cualquier motivo o fenómeno, ese escudriño de la bóveda celeste es imprescindible para no extraviar la precisión.
Tiempo atómico y astronómico
Un acuerdo internacional dicta que en 1970 fueron instalados dos tiempos estándares: uno de ellos, UT1, que se basa en la rotación de la Tierra, y el segundo, TUC, en el tiempo atómico.
La tarea principal del Servicio Internacional de Rotación de la Tierra (International Earth Rotation Service), es seguir estas dos normas para que no difieran entre sí más de 0.9 segundos, y en el momento que exista la necesidad de agregar un segundo adicional, dar aviso a la comunidad internacional.
Según el Observatorio Naval de Estados Unidos (USNO, por sus siglas en inglés), en esta ocasión el nuevo segundo será añadido a las 23 horas 59 minutos 59 segundos TUC, el 30 de junio de 2012.
“Los relojes atómicos lo que hacen es medir las vibraciones de oscilaciones de diferentes elementos químicos, como el Cesio, y de esa manera registrar la fracción de segundo a través de la frecuencia de esta emisión”, precisó.
La precisión de los relojes atómicos es necesaria, por ejemplo, para coordinar el control de los telescopios espaciales desde distintos observatorios terrestres, o para calibrar el sistema GPS de posicionamiento global, que calcula la distancia del usuario a los satélites por el tiempo que tarda la señal en viajar hasta ellos.
El patrón de tiempo tradicional no es atómico, sino astronómico, marcado por el periodo de rotación de la Tierra sobre su eje. Por ello, Flores Gutiérrez, subrayó: “Mi punto de vista es que se debe seguir con la observación astronómica, porque una vez identificados los cuerpos que determinan o que son la base fundamental de la medición, eso va a estar ahí por siempre, y entonces la observación de estos objetos se hace vital para corregir cualquier anomalía que surja de los relojes atómicos”.
En general, el tiempo es lo que transcurre entre dos sucesos, no importa cuáles. En el caso de la astronomía, aquél está estrechamente relacionado con la rotación de la Tierra, entonces el paso sucesivo de dos estrellas por algún meridiano es el que se mide, concluyó.