La noche del viernes 18 de mayo, un resplandor atípico cruzó los cielos de la parte centro-oriental de México. De una luminosidad muy intensa, este fenómeno produjo también un estruendo, la propagación de ondas acústicas, y vibración del suelo.
Estas manifestaciones fueron percibidas, en mayor o menor medida, por los habitantes de comunidades de los municipios de Hueytamalco y Acateno, en el estado de Puebla, y Tlapacoyan, Martínez de la Torre y Atzalan, en Veracruz. Así lo constataron testimonios recabados in situ por Sergio Rodríguez Elizarrarás, del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM.
Tanto el investigador, como Wendy Morales Barrera, técnica académica de la misma entidad, realizaron una visita a la zona con la finalidad de recabar testimonios, georeferenciar puntos y establecer una posible trayectoria del haz luminoso. Con esta información se puede delimitar un área dentro de la que pudo haber impactado. Este primer acercamiento permitirá planificar la búsqueda más detallada e incorporar a especialistas en el estudio.
“Hemos entrevistado a personas en diferentes comunidades, que no se conocen entre sí: niños, jóvenes, adultos, donde se presume hubo mayor percepción. Sin embargo, los testimonios se extienden a sitios más alejados, como Iztapalapa, en el DF, y Tuxpan, Poza Rica y Xalapa, en Veracruz, que coinciden en fecha y hora: 10:15 de la noche”, explicó.
Con esta información, indicó, tenemos un área de mayor restricción, un polígono donde probablemente pudo haber caído. Todo indica que fue a parar a Puebla, en la sierra norte, un sitio muy accidentando, donde no es fácil acceder. Se trata, precisó, del municipio de Hueytamalco, Puebla, en el que se continuará la búsqueda, con apoyo de las autoridades municipales y estatales de Protección Civil.
“Nuestro interés por el hallazgo radica en que el origen mismo de todo nuestro sistema planetario, y mucha de la información que se tiene de las características internas de la Tierra, provienen del estudio de las meteoritas”, explicó.
Allende y Acapulco
En México ocurre la caída de meteoritas entre dos o tres veces al año, pero a nivel global sucede mil veces en el mismo periodo. Sin embargo, en los últimos 40 años se han encontrado entre 20 y 30, y sólo un par se vieron caer: la Allende y la Acapulco, apuntó Fernando Ortega Gutiérrez, investigador del mismo instituto.
“Es muy raro que se encuentren las meteoritas, porque son rocas pequeñas, hacen un espectáculo por la cantidad de luz que emiten al incendiarse en la alta atmósfera, pero una vez que entran a la atmósfera, dejan de generar ese fenómeno luminoso, hacen un zumbido al caer a 400-500 kilómetros por hora. Si es muy grande la pieza, provoca un pequeño cráter, pero si lo hace en terreno escabroso y con vegetación, es casi imposible hallarlas”, señaló.
El Instituto de Geología aloja la Colección Nacional de Meteoritas, que cuenta con cerca de 100 piezas mexicanas, entre las que se encuentra Allende, sin duda, la más antigua y conocida del mundo y cuyos estudios a partir de 1969, al precipitarse en la región sur de Chihuahua, revolucionaron el entendimiento, no sólo del origen y evolución del Sistema Solar, sino de las estrellas mismas, abundó Ortega Gutiérrez.
Otra de las meteoritas connotadas se llama Acapulco, hallada en 1984, que por su estructura y composición no pudo clasificarse en los grupos conocidos de entonces y se tuvo que definir como un nuevo grupo de meteoritas pétreas: las Acapulcoítas.
Meteorita, no meteorito
Aunque el término meteoro proviene del griego meteoron, que significa "fenómeno en el cielo", la palabra meteorita, según Ortega, fue la que tuvo validez oficial en nuestro país, al fundase el Instituto Geológico, (hoy Instituto de Geología); en ese tiempo los científicos estaban muy apegados a la cultura francesa.
“En Francia, como emblema de la Meteorítica, les llamaron meteorite, y como la palabra es en femenino, la acepción más correcta es meteorita”, concluyó.