Nuestro país tiene una estrategia gubernamental de áreas protegidas a nivel federal, estatal y municipal, además de instrumentos de conservación de la biodiversidad,  tal es el caso de los humedales que están bajo protección de los llamados Sitios Ramsar.

No obstante, estos sitios no cuentan con inventarios biológicos puntuales, lo que limita el conocimiento de su contenido de biodiversidad, comentó Víctor Sánchez Cordero, director del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante la presentación del libro Plantas acuáticas mexicanas, una contribución a la Flora de México, el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias señaló que nuestro país es considerado megadiverso por su riqueza de flora y fauna, lo que conlleva la obligación de su conocimiento y conservación. Por lo cual “no es conveniente proponer y establecer estrategias de conservación de la diversidad en regiones determinadas o a nivel nacional, si no se tiene un conocimiento aceptable de su contenido y distribución”.

La Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, conocida como Convenio RAMSAR, fue firmada en la ciudad que lleva ese nombre en Irán el 2 de febrero de 1971 y entró en vigor en 1975.

Nuestro país cuenta con 130 Sitios Ramsar que incluyen diversos tipos de humedales, manglares, pastos marinos, arrecifes de coral, oasis y sitios con especies amenazadas; México se adhirió a este Convenio en 1986, y es actualmente la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas la encargada de cumplir con los temas de la Convención.

El libro, el primero de tres volúmenes, está dedicado a un grupo de flora acuática megadiverso: las monocotiledóneas, y en palabras del doctor Víctor Sánchez, “será referente en las propuestas de conservación de los Sitios Ramsar, por ello es necesario continuar con los inventarios biológicos en nuestro país”.

Hacia una Flora sintética

Las plantas acuáticas están conformadas por muchos grupos de plantas, las cuales conforman comunidades que le permiten a diversas especies de animales (aves, peces, reptiles, vertebrados), refugiarse, reproducirse y protegerse. Además, las plantas acuáticas también constituyen un filtro natural del agua, ya que en los lugares en los que llegan afluentes contaminados con plomo o con materia orgánica, absorben parte de los elementos contaminantes y mejoran la calidad del agua, explicó Antonio Lot Helgueras, quien además de ser uno de los editores del libro, es investigador del Instituto de Biología de la UNAM (IBUNAM).

Plantas acuáticas mexicanas, una contribución a la Flora de México es un proyecto pensado en tres partes; el volumen I dedicado a las monocotiledóneas, el volumen II a las dicotiledóneas, musgos y helechos, y el volumen III incluirá a las plantas leñosas, principalmente árboles y arbustos de humedales. El primer volumen, que llevó 10 años para concluirse, es un trabajo en el que participaron 24 autores de diversas instituciones del país, y resume, sin términos demasiado técnicos, la descripción de las plantas, a fin de que cualquier persona sepa cuáles crecen en sus regiones o en sus estados.

Al respecto, el doctor Alfonso Delgado Salinas, investigador del IBUNAM, resaltó que la responsabilidad de los botánicos no es sólo conocer las plantas, sino brindar a las personas un conocimiento que les permita identificar qué planta tiene en las manos, y coincidió con los demás investigadores en la necesidad de contar con nuevos formatos que faciliten y disminuyan el tiempo de publicación del trabajo de los botánicos.

En su participación, Héctor Hernández Macías, del Departamento de Botánica del IBUNAM, señaló que es la primera vez que se aborda, en un solo volumen, el conocimiento de un grupo funcional de la flora de México como es el de las plantas acuáticas. Añadió que si bien hay que seguir publicando libros, los trabajos taxonómicos deben apoyarse en la tecnología para llevar esta información a los formatos electrónicos.

Lo anterior para tener plataformas electrónicas en donde sea posible consultar páginas individuales por especie, con información taxonómica, listas de ejemplares identificados, mapas de distribución, información del hábitat de la especie, ilustraciones, fotografías en el campo, videos, ligas a sitios con información molecular y publicaciones en pdf (siglas en inglés de formato de documento portátil), y que esto se haga siguiendo una forma preestablecida, con reglas editoriales estrictas y procesos de revisión por pares, concluyó el doctor Hernández Macías.