Marcelo Lozada Hidalgo tiene 25 años de edad; desde los nueve estudia violín, domina el inglés y ya se licenció en Economía, Matemáticas Aplicadas, y Física.
“Estuve a un paso de dedicarme por completo a ser violinista, pero me encanta la ciencia y quiero tener en México una empresa de alta tecnología, competitiva a nivel mundial. Soy un alumno con una formación poco común y me interesa desarrollarla, especialmente para nanomedicina y energías limpias”, reveló en entrevista.
Las dos primeras carreras las estudió simultáneamente en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y la tercera en la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM. Actualmente, cursa la maestría en el Instituto de Física (IF) de esta casa de estudios, con Víctor Romero Rochín.
En el momento en que concluya la maestría, en mayo del 2012, viajará a Inglaterra para continuar el doctorado en Física Experimental del Estado Sólido, en la Universidad de Manchester, en el laboratorio de los dos galardonados con el Premio Nobel de Física 2010: André Geim y Konstantin Novoselov.
Esto es posible porque el joven mexicano ganó la convocatoria de la Beca Geim, que el científico lanzó para recibir, a partir de junio de 2012, a un único estudiante para que complete el posgrado.
“Todavía no lo puedo creer. Estaré tres años en la Universidad de Manchester para cursar el doctorado no con uno, sino con dos premios Nobel. Es un sueño hecho realidad”, confesó Lozada Hidalgo, hijo de una pianista y un físico, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010, fundador y director del Programa de Ingeniería Molecular del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).
El reto del grafeno
El compromiso del joven Lozada Hidalgo con Geim y Novoselov consiste en desarrollar alguna aplicación del grafeno, material formado únicamente con átomos de carbono (como el grafito y el diamante), 100 veces más resistente que el acero, y el más fuerte conocido hasta ahora.
En éste, ambos físicos descubrieron una enorme capacidad para multiplicar decenas de veces la capacidad de Internet y para acelerar las funciones de las computadoras, pues al combinarlo con nanoestructuras metálicas lograron que captara 20 veces más luz.
“Es un material increíble, el único de dos dimensiones, que puede verse delgado como una lámina, pero es el más duro y muy útil para ensayar múltiples aplicaciones, como celdas fotovoltaicas más eficientes. Además, es un excelente conductor de electricidad”, explicó el universitario.
Desde que hace algunos años logró producirse en laboratorio, se ensaya como uno de los materiales más promisorios del siglo XXI, pues a sus múltiples ventajas suma su abundancia en la naturaleza.
A Marcelo Lozada le entusiasma encontrar alguna aplicación, en especial para construir dispositivos útiles en la captación de energías limpias, como celdas fotovoltaicas de nueva generación, más eficientes que las actuales para captar la luz solar, y tecnologías de nanomedicina, que sirvan para trasladar un fármaco a un sitio preciso del organismo de un paciente, sin que tenga que viajar por todo el torrente sanguíneo.
Ciencia, entre atraso y desarrollo
También, consideró que la ciencia es lo que separa a un país desarrollado de uno atrasado. “México debería fomentarla, hacer más investigación básica en todos los campos para tener una base sólida y amplia desde la cual desarrollar ideas, conocimientos y tecnología propia”.
Dentro de esa base, opinó que podrían elegirse algunas áreas específicas para crear tecnología, como la energía limpia y la nanomedicina. El uso de la primera es urgente en el siglo XXI para detener el daño ambiental, y la segunda es la forma de aplicar una medicina individualizada, económica y capaz de llegar a lugares más lejanos”, concluyó.