Mientras colaboraba con Francisco de la Maza en la investigación El pintor Cristóbal de Villalpando, Elisa Vargaslugo descubrió en los retablos de la capilla de Azcapotzalco un cuadro de Juan Correa. A partir de 1975, comenzó a estudiar la obra del artista, considerado uno los tres grandes de la pintura barroca mexicana.
La experta, investida con el doctorado honoris causa por la UNAM, emprendió la primera indagación monográfica, con un enfoque multidisciplinario. De título Juan Correa. Su vida y obra, consta de cuatro volúmenes, cuyo último tomo se encuentra en preparación.
“Hemos encontrado muchas pinturas que no eran conocidas. Entre ellas, La aparición de San Francisco al Papa Urbano, su primera obra, fechada en 1666. Pertenece a una colección privada de León, Guanajuato”, dijo en la conferencia magistral Novedades sobre Juan Correa, en el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.
En su búsqueda, cataloga los cuadros en México y el extranjero, revisa archivos documentales, y consigue las mejores imágenes para analizar, a detalle, los trazos en cada uno.
“Al consultar textos de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, leí su testimonio acerca de una pintura con temática guadalupana en Valladolid, España. Después de ocho años, encontré Las apariciones de la virgen de Guadalupe, de 1667, primera imagen en su tipo”.
En los 36 años del estudio, la investigadora emérita de la UNAM y del SNI, ha catalogado 430 obras del pintor mulato, en un trabajo conjunto con los integrantes del Seminario de Arte Colonial, de la Facultad de Filosofía y Letras, fundado por ella.
“Para completar el trabajo, es necesario un análisis de su técnica. El último tomo contiene la biografía de Correa, desde que sus padres llegaron a la Nueva España; notas documentales; registros de sus retablos y la crítica más amplia sobre sus pinturas”.
Precursora de la historia del arte colonial
Elisa Vargaslugo recuerda con cariño su primera cámara fotográfica, una Kodak de cajón modelo Brownie, con la que captaba momentos familiares. En 1955, se incorporó al IIE, por invitación de Clementina Díaz y de Ovando.
“Manuel Toussaint (precursor de la historia del arte en México) me encargó el acervo de imágenes del instituto, que constaba de unas cuantas cajas. De ahí en adelante, me dediqué a tomar fotografías”.
Con el registro de monumentos y obras artísticas para su conservación y estudio, la universitaria sentó las bases del Archivo Fotográfico del IIE.