*Los 15 años del José Agustín
No sé si Aída Espino -creadora del certamen de cuento con el nombre de su primo- pensó que dicho certamen llegaría a los tres lustros en las circunstancias en las que llegó: con un bagaje de 251 trabajos enviados desde todos los rincones del estado de Guerrero y del país pero encerrado en el silencio envidioso de los medios de comunicación locales.
Recuerdo la apertura de plicas del primer José Agustín –ceremonia que no sé si se realice ante la prensa en otras latitudes. Fue en el hotel Tortuga cuyo gerente era amigo de Aída; el evento estuvo cubierto por aquella prensa que, justo es decirlo, enfrentaba un hito único en nuestra historia: los diarios que nos entregaban una visión de la noticia desde mediados de los setentas, ahora resentían el empuje de los nuevos medios que crecieron con -e hicieron crecer a- la izquierda.
En esa competencia, ambas visiones entregaban un plus a sus prácticas informativas. Peleaban la noticia y defendía sus posturas. Hoy, también es justo decirlo, sólo luchan por sobrevivir. Las posturas políticas que respaldaban son tan indefinidas que sus líneas ideológico económicas se han borrado.
Ese devenir corrosivo desdibujó esas identidades periodísticas. Hoy, también por ello, sólo acuden al llamado de la noticia que les genera ingresos o beneficios políticos. Ahora, la competencia es en otras vías y por otros objetivos. Como el José Agustín no es parte de esos objetivos, lo han olvidado. Pero también porque las visiones de esos periódicos no pudieron hacer del José Agustín parte de sus cotos de poder privados.
Al menos, la visión que podría llamarse de “derecha” jamás se interesó seriamente por la cultura y sus concomitancias, y la de “izquierda” que cree tener una visión profunda de la cultura sólo desea sumar tribus al partido al que sirve y, a quienes no se someten, destruirlos a periodicazos.
Como Aída no se sometió arremetieron contra su persona y su proyecto durante los periodos de López Rosas y Salgado Macedonio. La acusaron de mil falsedades, se aliaron a nefastos cultureros a quienes encubrieron desvíos de recursos y apoyaron en la mezquindad de sus proyectos personales en detrimento de un proyecto ciudadano de cultura.
Ellos, hoy, nuevamente están enquistados en el gobierno estatal. Esos periódicos que los cobijaron, después de las demandas perdidas, siguen en la brega.
Sería injusto decir que sólo por esas razones esa prensa se cebó en Aída, también influyeron sus complejos de inferioridad y su misogina que les impedían admitir la existencia de una mujer como ella; que se atreviera, con la ayuda de un par de amigos, no sólo encararlos sino a sobrepasarlos.
Aún con esa prensa en contra y su objetivo de hundirla, en estos quince años, Aída mantuvo a flote al José Agustín. Así estos tres lustros años no sólo son de logros literarios sino sociales y humanísticos. El ejemplo de Aída debe cundir y ser reconocido.
En lo personal el José Agustín significa mucho para mí. Con él inicié a participar en certámenes literarios, gané mi primer premio estatal y mi primer premio nacional. Es parte de mi vida profesional. Aparte del honor de ser amigo de Aída y de haberlo comprobado al haber luchado con ella en las lides mencionadas, tengo aún el invicto honor de ser el único premio José Agustín Nacional nacido en Guerrero.
Pero no sólo eso, también tengo el honor de ser el maestro de cuatro escritores premiados por el José Agustín: Teté, Astrid Paola, Carlos Ricárdez y, ahora, Pavel. Todos ellos hechura total de los talleres de literatura Culturacapulco que erigí y dirijo sin apoyos gubernamentales ni de ninguna índole en Acapulco.
Duele decirlo pero somos la única escuela de literatura en Acapulco. Ella ha traído a nuestra ciudad otros premios tales como los de Teté: Bando alarconiano y Nacional de Sahuayo; los de Aída –que también es mi alumna- Bando Alarconiano y María Luisa Ocampo; el de Ari González, nacional Punto de Partida; y las becas del FOECA de Liz Berea, Carlos Ricárdez y Ari González. Además, Culturacapulco es la única expresión cultural de Acapulco que ha donado dinero a la Biblioteca Pública Alfonso G. Alarcón a través de la venta de los libros de mis alumnos escritores.
En ese afán -y en números redondos- los premiados y becados de Culturacapulco han captado más de 275 mil pesos sin la participación de ningún orden de gobierno, ningún congreso o la iniciativa privada. Son logros únicamente nuestros. No le debemos nada a nadie.
Que Pável haya ganado este año el Premio Estatal José Agustín me otorga una particular satisfacción. Pavel es el mayor de sus hermanos y apoya a su madre que -es viuda- a sacar a su familia adelante; todo ello sin abandonar sus estudios de ingeniería en sistemas. Es vecino de una de las más apartadas y pobres colonias de Acapulco.
Todos los lunes, cuando el tiempo le otorga una tregua, toma un camión y se dirige a Ruiz Cortines, a la papelería donde oficiamos nuestras misas literarias. Ahí, se sienta en la banqueta y abre algún libro, lee en tanto llego, luego ingresa y me ayuda a mí y a sus compañeros a poner las mesas y las sillas, luego pide que se le fotocopien sus cuentos a crédito porque a veces sólo lleva para el camión; las del lunes pasado todavía las debe.
Participa con todo lo que él es, con claridad, responsabilidad y reciprocidad hacia los otros autores, sus compañeros, y al proyecto que formamos. Siempre respetuoso, cordial, amable. Como todos los cofrades de esa hermandad de parias –la directora de aquella Biblioteca terminó echándonos por órdenes de este alcalde, y después de eso nos cerraron las puertas en todas partes-, él sabe que no tiene derecho a perder el tiempo ni a hacernos perder el nuestro. Debe trabajar con rigor, disciplina. Metas. Y debe retribuir. Siempre.
Y ahí está: lo ha conseguido; en menos de dos años de haber ingresado a mis talleres ha obtenido este premio gracias a la entrega que ha puesto en este proyecto: ser escritor.
No me mueve al relato su condición económica; me mueven su firmeza, su auténtica y noble hambre de logros propios. Su certeza de que puede y debe hacer con su talento mucho más de lo que le ha dicho la escuela o su familia. O el mundo. Sé que ha entendido que podemos cambiar esta ciudad para bien. Con su talento. Con el de todos. Hoy, estoy seguro, está más convencido de que Acapulco también es cultura. No solo disipación.
Me alegro por él. Lo felicito y me felicito. Felicito a sus compañeros de taller, sin cuyo apoyo no hubiera llegado hasta aquí: Mari Carmen, la máster Pao, Juanín, nuestra indispensable Isa, Orlando, Zabeth, Pedro, Ale, Lisset y Aída que es también mi alumna.
La premiación del José Agustín será este 26 de agosto. Todo mundo está invitado. No importa que no venga esa prensa vencida; con y sin ella, ahí estaremos con Pável para verlo sonreír y recordarle que no olvide el proceso a través del cual llegó hasta ahí.
Gracias al José Agustín. Felices 15.