Una investigación arqueomusicológica es desarrollada a partir de más de 800 pendientes-cascabeles de caracol hallados en numerosas ofrendas del Templo Mayor.
Para el análisis del sonido de estos objetos, se realizaron réplicas a fin de grabar y analizar su sonido al entrechocarlos unos con otros, e indagar sobre el significado acústico.
Los cascabeles de caracol, que para los mexicas fueron un ornamento fundamental en vestimentas rituales, asociado a deidades y parte esencial de numerosas ofrendas, son objeto de estudio por parte de especialistas que buscan conocer el valor acústico que tuvieron; hasta el momento han determinado que su modo de manufactura y cantidad de cascabeles resultaba determinante para producir ciertas resonancias que podrían vincularse con la fertilidad, la guerra y el inframundo.
Se trata de una investigación arqueomusicológica hecha a partir de más de 800 pendientes-cascabeles de caracol que se hallaron entre 1978 y 1997 en ofrendas del Templo Mayor, de los cuales investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-CONACULTA) realizaron réplicas a fin de grabar y analizar su sonido al entrechocarlos unos con otros, e indagar sobre el significado acústico de los caracoles.
El arqueólogo Adrián Velázquez Castro, investigador del Museo del Templo Mayor, dio a conocer este estudio realizado en torno a los pendientes de caracol del género Oliva, durante su participación en el Coloquio Internacional Arte y Antropología del Sonido en Mesoamérica, con la ponencia El sonido de la tierra, que se efectuó en el Museo Nacional de Antropología.
El especialista comentó que estos objetos de concha son los más numerosos encontrados en las ofrendas del Templo Mayor y sus edificaciones aledañas, correspondientes a las etapas constructivas IV a VII de esta edificación prehispánica, hechas durante los últimos 80 años del imperio mexica (1440-1521).
“El aspecto iconográfico de los cascabeles de caracol ha sido muy estudiado, pero aún falta indagar más su valor acústico. Estas piezas eran importantes símbolos de la tierra y la fertilidad, asociados a diversas deidades terrestres que los portaban, como Tlaltecuhtli, Cihuatéotl, Cihuacóatl, Ilamatecuhtli, Itzapapálotl, Chantico y Tlazoltétol-Ixcuina, según documentos pictográficos y representaciones escultóricas”.
El antropólogo e historiador indicó que algunas diosas, como la Coatlicue, porta una especie de falda de serpientes entrelazadas, con las cabezas y los crótalos ubicados en la posición que tendrían los caracoles.
“Otra deidad que viste con cascabeles es Mictlantecuhtli, dios del inframundo; en muchas de las ofrendas del Templo Mayor, los objetos de caracol se encuentran asociados a elementos acuáticos, ya que consideraban que el Mictlan, el lugar de los muertos, estaba debajo de la tierra a manera de reino marino”.
Añadió que en otras ofrendas, los pendientes de caracol se asociaban a elementos relacionados con el sacrificio de hombres, como cráneos y cuchillos de pedernal, lo cual puede interpretarse como la necesidad de la tierra de ser alimentada con sangre y corazones humanos.
Sin embargo, el aspecto sonoro de estos materiales y su significado para los mexicas requiere de mayores investigaciones. Una de ellas es el estudio que se hizo en el Museo del Templo Mayor, que consistió en la réplica de estos objetos con el fin de reproducir su sonido. “Debido a que no podíamos manipular los pendientes originales, pues implicaba entrechocarlos y eso resultaba riesgoso para su conservación, hicimos reproducciones con las mismas especies y técnicas usadas en la época prehispánica”.
Adrián Velázquez detalló que el estudio, realizado junto con el especialista alemán Arnd Adje Both, retoma fuentes documentales que abordan el aspecto sonoro de los caracoles, como las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, quien dejó testimonios de la vida ritual de los mexicas, o el texto Crónica Mexicayotl, de Hernando de Alvarado Tezozómoc, en el que aborda la guerra de los mexicas ante los huastecos y narra que estos últimos traían cinturones adornados con cascabeles de caracol, los cuales debían sonar para producir respeto y temor.
Comentó que hay muchos rituales que destacan el sonido, como la fiesta en la que se vestía a la diosa Ilamatecuhtli con una “falda de estrellas”, como señala el Códice Florentino: Ataviábanla con unas naoas blancas y un huipil blanco… y de cada una de las correas llevaban un caracolito colgando. A estas naoas llamábanla citlalli icu (falda de estrellas), y los caracolitos que llevaba colgados llamábanlos cuechtli. Y cuando iba andando esta mujer con estos atavíos los caracolitos tocábanse unos con otros, y hacían gran ruido, que se buía de lexos.
En el estudio arqueomusicológico se reprodujeron los diversos tipos de manufactura de los pendientes de caracol, ya que en la mayoría de los casos, las estructuras internas de las conchas eran separadas, lo cual genera una adecuada resonancia, haciendo que los pendientes suenen de forma más clara, fuerte y acentuada. “El que casi todos los cascabeles de Oliva de las ofrendas tenochcas presenten esta modificación es un fuerte argumento sobre su función sonora”.
El especialista añadió que de acuerdo con la medida de los resonadores y la forma en que se agitan, se generan varios tonos fundamentales y armónicos en un corto periodo, creando una sensación bastante compleja de sonido.
“Un notable resultado del experimento acústico ha sido advertir que un pequeño conjunto de cascabeles produce un sonido fuerte. Sin embargo, debe considerarse que durante los rituales los cascabeles de caracol tendrían un cambio de intensidad y complejidad de ruido, con relación a los distintos movimientos corporales realizados por los intérpretes”.
Mencionó que otro resultado del estudio sonoro es que el sonido de los cascabeles de caracol asemeja al sonido del “agua corriente” y al de la alerta del crótalo de la serpiente de cascabel. “No es posible saber si los mexicas tenían percepciones similares, pero el murmullo del agua y el crótalo del reptil tienen similitudes con el sonido de las piezas estudiadas. Incluso, los mexicas llamaban a este animal coacuechtli, que significa serpiente-caracol”.
Dedicado a la investigación de los materiales arqueológicos de concha desde hace varios años, Adrián Velázquez concluyó que “aunque aún no estamos seguros si mediante los caracoles deseaban imitar sonidos de la naturaleza, como el agua o los cascabeles de las serpientes, lo que sí se sabe es que había una compleja asociación entre tierra, agua, serpiente de cascabel y fertilidad. Estas concepciones y percepciones estaban íntimamente relacionadas en la cosmovisión prehispánica”.