En un trabajo precursor, investigadores del Instituto de Neurobiología (INb) campus Juriquilla de la UNAM, estudian las grasas y su relación con el estrés (entendido como cambios en las condiciones ambientales que pueden inducir respuestas alteradas en los organismos) con el uso, como modelo, de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster).
“Los lípidos son los componentes de las células menos estudiados. Hasta hace muy poco tiempo se pensaba que sólo estaban presentes en las membranas biológicas compuestas de una bicapa lipídica que limitaba y protegía el contenido de las células, y que constituían también una especie de reservas de energía y tejido graso”, expuso Juan Rafael Riesgo Escovar, investigador de la entidad.
Sin embargo, se ha descubierto que sirven también como señalizadores, entre muchas cosas más, y debido a ello, hay un creciente interés.
Ha resultado difícil estudiarlos porque una buena parte son hidrofóbicos, es decir, no se disuelven fácilmente en agua, medio donde más se han analizado las proteínas, los carbohidratos y los ácidos nucleicos, y porque no están codificados directamente en el genoma, es decir, no hay genes que lo hagan para cierto lípido, sino que hay para enzimas que, a su vez, sintetizan ese lípido.
Genomas similares
A pesar de que, en apariencia, son muy distintos como organismos, la mosca de la fruta y el ser humano tienen grandes semejanzas. El genoma de aquélla, muy compacto, es muy parecido al nuestro, y tiene equivalencias.
“Estaba interesado en indagar los sentidos, es decir, cómo vemos, u olemos. Hacía tiempo había aislado moscas mutantes con defectos visuales y olfatorios. Una vez aisladas estas mutaciones, lo primero que se hace en el laboratorio es tratar de saber cuáles son los genes responsables.
“Con mis colaboradores los clonamos, y vimos que eran enzimas del metabolismo de lípidos. ¿Qué tienen qué ver los lípidos con la vista y el olfato?, nos preguntamos”, explicó el investigador.
Esto los obligó a pensar que quizá tenían otras funciones, además de tradicionales (estructurales y de reserva de energía).
Los investigadores estudiaron qué había en los insectos normales, sobre todo los fosfolípidos, porque son los que metabolizan las citadas enzimas.
“Hicimos purificaciones y separaciones para ver si había cambios en general y qué tipos de ácidos grasos tenían, qué tan abundantes eran, cómo se comparaban con los de otras especies. A partir de estos trabajos, surgió el interés en caracterizar la lipidómica de la mosca de la fruta”.
También se dieron a la tarea de estudiar otras clases de lípidos, para disponer de un panorama más general de los que tiene la mosca de la fruta.
Los investigadores dudaban incluso si esta última era capaz de sintetizar colesterol, y se comprobó que sí; éste también es precursor de muchas moléculas señalizadoras, como las prostraglandinas.
Conexión importante
Hay una conexión importante entre el tejido adiposo –que en la mosca de la fruta, al menos, es señalizador de las condiciones generales y del estado normal de salud– y el estrés.
Trabajamos, asimismo, con la vía de la insulina, muy importante para el crecimiento y la proliferación, y también ahí participa el estrés, que puede desarrollarse si surgen problemas con la homeoestasis, es decir, si el organismo se sale del equilibrio por estar expuesto a algún agente mutagénico, a cambios de osmolaridad en las células o a daños al material genético.
Otra vía de estudio en el laboratorio es la de la cinasa de Jun, conocida también como vía activada por estrés. Hay indicios de que estos puentes de comunicación se relacionaron de alguna manera, y que parte tiene que ver con el tejido adiposo.
“Volvemos a los lípidos y a su condición de moléculas señalizadoras. Nuestro objetivo es conjuntar esas vías que se activan en condiciones de estrés; por ejemplo, sabemos ya que, si uno somete a una mosca de la fruta a radiación ultravioleta, que es mutagénica, se activa la vía de la cinasa de Jun por daño al ácido desoxirribonucleico (ADN)”.
En efecto, si uno va constantemente a la playa a broncearse es posible que desarrolle cáncer de piel por la radiación solar ultravioleta, agente que puede generar mutaciones.
Al exponer a moscas a la radiación, se desencadenan cambios en sus lípidos, como lipoperoxidación, lo que indica que estos últimos son moléculas orgánicas muy sensibles a la oxidación, es decir, al estrés.
“Si los lípidos de la membrana se alteran, también las células lo hacen; entonces, el organismo puede tener problemas graves”, advirtió Riesgo Escovar.
Caracterización de genes
Los investigadores universitarios actualmente caracterizan los genes relacionados con el metabolismo de los fosfolípidos. Forman una especie de catálogo para tener una idea de qué tipo de lípidos hay en la mosca de la fruta, y estudian las condiciones en que puede haber diferentes tipos de estrés.
“Estamos por publicar un par de trabajos con la caracterización de estas enzimas. Desafortunadamente, entre las moscas control y las mutantes no encontramos diferencias en la composición lipídica. Creo que la razón es que las diferencias se manifiestan en muy pocas células. Los genes del metabolismo que estudiamos son enzimas que se expresan sólo en el sistema nervioso, y dentro de éste no en todas las neuronas”, concluyó el investigador.