Después de 50 años esta especialidad goza de cabal salud, tanto en México como en Iberoamérica, señalan expertos en el Primer Congreso Internacional de Etnohistoria.
Resultado de una larga lucha académica, esta rama de la antropología debe tener un mayor enfoque interdisciplinario, señaló la experta Dora Sierra.
La etnohistoria, considerada la más joven de las disciplinas antropológicas y la más controvertida, debido a que varios colegas se rehúsan a darle el reconocimiento que merece, “después de 50 años sigue en pie y goza de cabal salud, tanto en México como en Iberoamérica”, como lo confirmó la participación de más de un centenar de especialistas nacionales y extranjeros en el Primer Congreso Internacional de Etnohistoria, que se celebró en la ciudad de Taxco, Guerrero.
Así lo señaló Dora Sierra Carrillo, titular de la Dirección de Etnohistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-CONACULTA) y organizadora del foro académico, tras aseverar que “con este encuentro se logró afianzar la legitimidad de la Etnohistoria, una disciplina antiquísima que no tenía nombre, éste se acuñó en los años 50, cuando se creó como subespecialidad de la Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). En los 60 adquirió un programa propio, pero fue hasta los años 70 cuando se creó como licenciatura independiente”.
Hace 34 años, dijo, se fundó la Dirección de Etnohistoria del INAH, y hoy a través de este primer congreso internacional, efectuado del 26 al 28 de octubre, se confirma el desarrollo que ha alcanzado esta disciplina antropológica —dedicada al estudio de los pueblos originarios a través de su devenir—, resultado de una larga lucha académica.
Arqueólogos, etnólogos, antropólogos sociales, etnohistoriadores, lingüistas e historiadores participaron en este foro. “Vinieron colegas de Francia, España y Perú, todos muy receptivos hacia nuestros temas de estudio y también muy propositivos, además de que nos permitieron aproximarnos a sus investigaciones, algunas de ellas vinculadas con nuestra propia historia. Hubo un gran intercambio de ideas, debate y nuevas propuestas sobre la investigación histórica que, de acuerdo con la mayoría de los expertos, debe tener un mayor enfoque interdisciplinario”, dijo Sierra Carrillo.
El congreso —dividido en los temas de Arqueología y Etnohistoria, Los testimonios y las fuentes, La colonización, La religiosidad, La etnicidad y la organización de los pueblos, e Instituciones sociales y económicas— puso el acento en la investigación interdisciplinaria.
Al respecto, el antropólogo físico Alfonso Rosales López, del INAH en Baja California Sur, comentó que para estudiar el pasado es necesario ampliar el modelo de investigación basado en la arqueología, la etnohistoria y la etnología, y recurrir a la biología, ciencia que resulta vital para el análisis de comportamientos complejos heredados, “de lo contrario, estaremos condenados a especulaciones o aproximaciones en el conocimiento histórico”.
Añadió que se ha estudiado mucho al ser social pero nuestra propia biología ha pasado desapercibida para el estudio del pasado. “El estudio de la humanidad actual nos puede dar las claves de cómo se comportaba la sociedad en la antigüedad, en razón de que somos una misma especie, llevamos una herencia de caracteres adquiridos, bloques improntados, formas de pensamiento muy arraigadas que podemos comprender a partir de los conocimientos biológicos”.
El especialista puso como ejemplo las costumbres funerarias de los antiguos californios que practicaban la doble inhumación, la cual tenía como finalidad terminar con el sufrimiento de la persona fallecida, debido a que los cambios físicos provocados por el proceso de descomposición hacían creer que experimentaba dolor. De este modo, seccionaban el cuerpo para “liberar” al individuo de su padecimiento.
“Las evidencias arqueológicas nos muestran cómo se llevaba a cabo esta práctica, y la etnohistoria nos ayudó a desmentir la creencia extendida por un misionero jesuita de que esto se hacía para evitar la resurrección de los difuntos, ya que los indios ignoraban dicho concepto. Sin embargo, nos faltaba saber el porqué, y esto fue posible comprenderlo a partir de los conocimientos biológicos, este tipo de estudios nos permitió explicar acciones que nos parecían fantásticas o especulativas, y entender cómo ciertos elementos adaptativos del cerebro nos permiten hacer cosas que para otras personas resultan incomprensibles”.
El antropólogo físico Rosales López indicó que en los últimos años la investigación biológica ha tenido tantas nuevas directrices que están cambiando la forma de concebir al ser humano, por lo que es necesario adoptar un nuevo camino metodológico, sin desdeñar las otras vías del conocimiento, sino apoyándose en ellas, para poder explicar el comportamiento social de antiguas poblaciones.
Otro de los temas abordados dentro de la mesa de Arqueología y Etnohistoria fue el de los incensarios ceremoniales teotihuacanos, a cargo de María Consuelo Novoa, especialista en Estudios de Arte de la Universidad Iberoamericana, quien subrayó que dichos objetos no han sido debidamente estudiados, a pesar de que contienen muchas significaciones y son fundamentales para el conocimiento de los rituales domésticos y los cultos funerarios de esa urbe prehispánica.
“Los incensarios son como un códice en cerámica sobre la historia teotihuacana. Desafortunadamente hay un descuido en su estudio que se debe rectificar porque contienen información extraordinaria sobre la cosmovisión de esta sociedad, todas sus creencias están codificadas en este objeto”.
La investigadora añadió que Manuel Gamio, el padre de la arqueología mexicana, fue quien encontró los dos primeros incensarios completos, y al estudiarlos se dio cuenta de que eran una representación mimética de los santuarios que estuvieron encima de las pirámides de Teotihuacan.
“Esa línea de investigación muy pocos la siguieron, pero a través de su estudio es posible aproximarse a la historia y decadencia de esta cultura. En ellos se observa la preponderancia de la casta sacerdotal, la desaparición de la milicia, la hambruna. muchos datos que nos ayudan a entender qué pasó con la sociedad teotihuacana”.
Una de las mesas con mayor cantidad de ponencias fue la titulada La religiosidad, en la que se abordaron diversos rituales prehispánicos y cultos religiosos, producto del sincretismo cultural. Uno de ellos fue el estudio sobre los llamados “wahyis”, que eran los nahuales entre los mayas del periodo Clásico (300-900 d.C.), presentado por Daniel Moreno Zaragoza, de la ENAH.
El investigador detalló que se trata de una entidad anímica o espíritu plasmado en vasijas a modo de expresiones zoomorfas, antropomorfas o híbridas. A través del estudio de fuentes arqueológicas, iconográficas y epigráficas, se ha podido conocer que estas entidades eran un tipo de nahuales con características potenciadas, que habrían tenido la facultad de causar enfermedades o aparecer en visiones oníricas de sus víctimas”.
Otros participantes del primer congreso fueron los investigadores Marie Annereau-Fulbert, de la Universidad Pantheon-Sorbonne, Francia, quien expuso su investigación sobre las tierras altas mayas en la época del Contacto; Expiración García Sánchez, de la Escuela de Estudios Árabes de Granada, España, quien abordó el tema de las plantas alimentarias y su expansión en América; Sabino Arroyo Aguilar, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, quien detalló la etnografía religiosa en Los Andes, y María Luisa Pazos, de la Universidad de Santiago de Compostela, España, quien se refirió a la impartición de justicia en la Nueva España.