A pocos metros bajo tierra se encuentra la dilatada historia de Churubusco, Coyoacán, como lo confirma un salvamento arqueológico realizado a 40 metros al suroeste de su ex convento, hoy sede del Museo Nacional de las Intervenciones, donde arqueólogos descubrieron restos prehispánicos y coloniales, así como pertrechos usados durante la Invasión Norteamericana, en 1847.
En el predio marcado con el número 6 de la calle Jardín del Convento, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) coordinados por el arqueólogo Francisco Antonio Balcorta Yépez, durante los últimos meses llevaron a cabo el registro y la conservación de parte de una plataforma del periodo mexica, así como de vestigios de arquitectura virreinal.
Los contextos arqueológicos se concentran en un área aproximada de 400 m2, que representa una cuarta parte de la extensión del terreno. Sobresale la citada plataforma prehispánica, de la cual sólo fue posible explorar el extremo norte, ya que el resto se encuentra por debajo de los predios aledaños. El extremo explorado de la estructura mide 13 metros de largo por 11 de ancho.
Alrededor del año 1428, explicó el experto de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH, esta zona pasó a manos del imperio mexica. A esta fase corresponde la plataforma de un solo nivel, sobre la que se desplantaban cuartos de carácter doméstico.
“Asociados a esta plataforma hallamos lo que fue un espacio abierto o patio, concentraciones de material de desecho y muros que restringían el libre paso, junto con un área habitacional, ahí encontramos cerámica relacionada con la producción de sal y testimonios del proceso para manufacturar artefactos líticos, como puntas de proyectil (de obsidiana), así como para elaborar textiles, como agujas de cobre y malacates”.
Además de los materiales de carácter doméstico y de labor, al inicio de las excavaciones se encontró una ofrenda que fue dispuesta debajo del piso para consagrar la construcción de la plataforma. Este depósito se compone de cerámica ritual, por ejemplo, tres sahumadores policromos con mangos en forma de serpiente, además de figurillas humanas elaboradas en barro, restos de carbón y resina.
Antonio Balcorta recordó que algunos colegas suyos, tuvieron la oportunidad de realizar salvamentos en predios contiguos como el que hoy ocupa la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, por lo que de forma preliminar se ha podido confirmar que en época prehispánica en este espacio funcionó uno de los antiguos barrios de Huitzilopochco, llamado Pochtlán.
Con base en esto —abundó el arqueólogo—, “podríamos empezar a descartar que en los alrededores del Ex Convento de Churubusco se encontraba el área ceremonial de este asentamiento mexica, el cual es probable que se localice en las cercanías de la calle Héroes del 47, dentro del barrio de San Mateo, y sea bajo su iglesia que se hallen los vestigios del templo que estuvo dedicado a Huitzilopochtli”.
En el predio de la calle Jardín del Convento, con el apoyo de las arqueólogas Lucía Adriana Felipe Valencia y Montserrat Alavez Ortúzar, también se detectaron los desplantes de algunos cuartos de época colonial. Por los fragmentos de cerámica vinculados con este hallazgo, los elementos arquitectónicos datarían de finales del siglo XVI o principios del XVII.
Otro elemento relevante que se encontró íntegro y del que se exploraron 13 m de largo, es un tubo de cerámica encofrado con ladrillos. Probablemente se trate del sistema hidráulico que encauzaba el vital líquido desde lo que hoy es Coyoacán hacia la huerta del Convento de Churubusco; en el mencionado periodo, el monasterio dieguino experimentó un importante crecimiento, demandando mayores recursos para su mantenimiento.
Por otra parte, se encontraron perdigones con huellas de impacto, así como otros intactos (parte de un parque que explotó en el puente que precedía al conjunto conventual) testimonio de la cruenta batalla que se libró en este lugar el 20 de agosto de 1847, para defender la Ciudad de México del avance de las tropas norteamericanas.
El arqueólogo Antonio Balcorta explicó que luego de la excavación extensiva —la que tuvo lugar entre mayo y septiembre pasados—, se procedió a encofrar los restos de arquitectura expuestos con geotextil y tierra de tepetate, de este modo quedaron sellados los espacios a fin de evitar su afectación.
“Esa es parte de nuestra labor. Conservar estos elementos bajo el supuesto de que si se mantuvieron sepultados por más de 500 años, a la postre, en unos 400 años más, los arqueólogos del futuro puedan continuar con esta investigación, de ahí la importancia de mantener delimitados y conservados estos vestigios”, finalizó.