La Universidad me ha dado todo, es el lugar donde crecí, me formé y he trabajado en cosas fundamentales para mi desarrollo intelectual, destacó Humberto Muñoz García, recién nombrado investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS).
La UNAM es mi vida, indicó; es una institución muy generosa, llena de condiciones para educar y producir conocimiento, para brindarle sus servicios a la sociedad. “He trabajado aquí por más de 40 años y lo hago de manera desinteresada, porque así se trabaja en la academia. Todos en esta casa de estudios queremos contribuir para que México progrese”, sostuvo.
Humberto Muñoz proviene de la escuela pública. Entró a la Universidad Nacional en 1960, a la Preparatoria de Coapa. “En la Prepa 5 recibí muy buena educación y los profesores agrandaron mi capital cultural: hice teatro, asistí a cineclubs y a conciertos”. Relató que entonces en la Preparatoria discutía mucho con sus amigos sobre historia y política.
Desde entonces “pensé que mi vida debería estar ligada a formarme en cuestiones de corte político, y por eso estudié sociología, disciplina que trata del poder con una visión más global, que vincula lo social y lo económico con lo cultural”.
Muñoz García recordó que su ingreso a la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales tuvo mucho que ver con la orientación vocacional que le dieron en la Prepa y con las preocupaciones que compartió en familia por los problemas del país y por el valor que en su hogar le dieron a la educación superior.
Al salir de la licenciatura, la UNAM le dio una beca para cursar la maestría en la FLACSO, sede en Santiago de Chile. Regresó a México y se incorporó al IIS. Después, fue a estudiar el doctorado en Sociología, en la Universidad de Texas en Austin. Volvió a Investigaciones Sociales con algunas publicaciones y a dar inicio a lo que es hoy una larga producción científica.
Como sociólogo se dedicó, inicialmente, a temas relacionados con la migración interna, la fuerza de trabajo, los hogares de los trabajadores y, en consecuencia, con la desigualdad; publicó estudios que tuvieron influencia en el devenir de su disciplina y en la toma de decisiones en materia de población.
Pudo mostrar la relación entre migración y marginalidad y dar a conocer que la actividad de los servicios en la economía absorbía mano de obra con los más altos y más bajos niveles educativos. Los hallazgos de esta investigación fueron cruciales para entender el proceso de urbanización de la capital del país hacia los años 70 del siglo pasado, y cómo sobrevivían las familias de menores recursos con la incorporación de trabajadores al mercado.
La metodología y el análisis empleados en aquella ocasión, tuvieron muchas repercusiones tanto en México como en América Latina, resaltó el miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
“Mi formación como científico social me permitió llevar a cabo el Censo del Personal Académico de la UNAM”. Con la información se hizo un diagnóstico que dio aliento a muchos de los programas de superación que se llevaron a cabo en la DGAPA, a principios de los años 80.
Después, se dedicó a realizar un proyecto sobre la investigación universitaria, y al respecto, publicó dos libros, ambos de amplia utilidad para programar la política científica de las dependencias agrupadas en la Coordinación de Humanidades, de la cual fue titular durante siete años.
En el año 2000, sintió la necesidad de crear un seminario permanente en el que se discutieran y analizaran temas centrales de la vida universitaria. Fue así como nació el Seminario de Educación Superior (SES), en el que se han llevado a cabo proyectos de primera importancia sobre la naturaleza de los cambios institucionales y su asociación a factores políticos.
Las publicaciones del SES, incluyen más de una docena de libros y ocho cuadernos especializados sobre la universidad y la educación superior en México, que han servido para la discusión y toma de decisiones en el ámbito de las políticas públicas. El SES, además, ha desplegado una amplia labor docente y de difusión de la ciencia.
El conocimiento que produce el científico social universitario tiene como “mayor dificultad que, pese a que es útil, no necesariamente se tiene en cuenta para la toma de decisiones, porque frecuentemente resulta incómodo por ser de naturaleza crítica.
El conocimiento en este ámbito sirve para hacer diagnósticos y recomendaciones sobre cómo intervenir la realidad social para transformarla en beneficio de la población y para impulsar el desarrollo de la colectividad. Para estos propósitos la educación es un factor fundamental”.
Por ahora, afirmó, estoy en una etapa en la que he tratado de juntar muchas ideas de lo que he investigado. “Tengo dos proyectos: uno sobre lo que acontece políticamente con los académicos, y otro, en el que deseo probar algunas hipótesis sobre las transformaciones y funcionamiento de los gobiernos de las universidades públicas”.
En materia de formación de recursos humanos, lo importante para mí no ha sido dirigir muchas tesis. Lo que me ha interesado es formar cuadros académicos de la más alta calidad.
Casi todos a quienes les dirigí su disertación doctoral son hoy académicos destacados y han ocupado puestos de dirección en esta universidad y en otras, resaltó.
Sobre su nombramiento como investigador emérito dijo: “el emeritazgo, significa que la Universidad ha reconocido que he tenido una trayectoria correcta con respecto a lo que se esperaba de mí. Éste es el mayor reconocimiento académico que se me ha otorgado y me siento muy gratificado por ello”.
Sin duda, la distinción es lo más valioso que me ha tocado tener como académico en la Universidad, porque en el espíritu de la UNAM quien convoca, coordina y hace a la institución son, en buena medida, sus académicos, concluyó.