Las esponjas son seres casi desconocidos, pero cumplen un papel esencial entre los habitantes del fondo marino, a los que conecta con el plancton al asimilar partículas, virus y bacterias pequeñísimas que flotan en el agua.
“Filtran el líquido varias veces al día y son capaces de asimilar partículas de la columna de agua que se desaprovecharían si no fuera por ellas”, afirmó José Luis Carballo Cenizo, investigador de la Unidad Mazatlán del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL).
Biólogo, doctor en fisiología y biología animal, egresado de la Universidad de Sevilla, el científico de origen español encabeza en la UNAM el Laboratorio de Ecología del Bentos, un término ecológico que proviene del griego bénthos, significa fondo del mar y agrupa a todos los organismos acuáticos que viven en esos suelos oceánicos.
Esos invertebrados primitivos hacen lo que científicamente se llama acoplamiento bentopelágico, pues retienen partículas pequeñas (en escala de micras) que no las aprovecha otro animal y las convierten en biomasa de esponjas, la cual entra a la cadena trófica de diversas formas, porque hay depredadores de éstas, como peces, tortugas y caracoles, detalló.
Además de clarificar el agua, entre sus funciones más importantes está la remineralización de la materia orgánica. Esto es especialmente importante en los arrecifes coralinos tropicales, a los que Darwin describió como oasis en el desierto del océano, porque se encuentran rodeados por aguas que apenas proporcionan nutrientes.
Las esponjas albergan simbiontes capaces de usar los compuestos nitrogenados orgánicos del medio para transformarlos en nitritos y nitratos que de alguna manera “abonan” el medio y mantienen la productividad primaria en estos ecosistemas tan valiosos. “Son funciones impresionantes”, precisó.
Conocer las especies
En su investigación de ciencia básica, Carballo, (buzo profesional), y sus colaboradores realizaron un barrido por varias zonas del Pacífico mexicano para identificar qué especies existen ahí. “Las estudiamos desde el punto de vista molecular y taxonómico, porque no sabíamos ni cuántas teníamos”, dijo.
Después, eligieron zonas ricas en biomasa, una de ellas en Mazatlán, Sinaloa, otra en la Isla Isabel (en aguas de Nayarit) y una tercera más lejana, en la Isla Socorro (parte del Archipiélago de Revillagigedo, perteneciente a Colima).
“Todas son áreas transparentes, con buen movimiento de agua, alejadas de focos de contaminación que incrementen la turbidez”, comentó.
La nueva fase de su estudio es conocer cuánto crece la esponja de forma natural y cuánto lo hace si los científicos le quitan pequeños fragmentos, pues tiene la capacidad de regenerarse.
“El experimento consiste en ver la distribución y abundancia en zonas específicas, la reproducción (que puede ser sexual o asexual) y su crecimiento, que es escaso. Las marcamos hace dos años y al monitorearlas descubrimos que una esponja de un centímetro tarda un año en avanzar a cinco centímetros de altura”, relató.
En cambio, si se corta a la mitad cada parte regenera varios centímetros en poco tiempo, debido a que es un mecanismo de defensa.
Analizamos la regeneración in situ y eso dará la pauta para ver si se pueden cultivar en el mar como las esponjas de baño, mediante una técnica de regeneración, explicó.
Habitantes de zonas limpias
El estudio de las esponjas es un buen indicador de sitios marinos no contaminados.
“No se encuentran en cualquier lugar, sino en aquellos limpios y transparentes. Aunque no están intrínsecamente asociados a los arrecifes, sí viven cerca de los rocosos, con una diversidad rica y muy productivos en cuanto a pesquería”, concluyó Carballo.