Ir más allá de la supuesta profecía maya del fin del mundo y adentrarse en la cosmovisión de esta cultura, que desarrolló un avanzado conocimiento matemático, astronómico y de escritura, amén de la monumentalidad de su arquitectura, es el propósito de la exposición La sociedad y el tiempo maya, que se exhibirá en el Museo del Oro, en Bogotá, Colombia, a partir de este 27 de octubre y hasta febrero de 2012.
La muestra compuesta por 96 piezas prehispánicas de cerámica, metal, concha y piedra, entre ellas, una utilizada para sacrificios, además de fotografías, maquetas e interactivos, dará oportunidad al público colombiano de acercarse a la complejidad del pensamiento maya, a partir de información rigurosa y documentada, a fin de desacreditar los falsos augurios sobre el fin del mundo, toda vez que los mayas aludieron al fin de una era, con base en su concepción cíclica del tiempo.
Esta colección, procedente del Museo Regional de Antropología “Palacio Cantón”, de Mérida, Yucatán, cubre los periodos Clásico y Posclásico (de 1500 a. C. a 1000 d. C.) y da testimonio de la relación de los mayas con los astros, así como la precisión de sus calendarios y observaciones astronómicas.
Al respecto, Abraham Guerrero, director del Museo “Palacio Cantón” y curador de la exposición, comentó que para la civilización mesoamericana, de la cual la cultura maya es una importante manifestación, los tiempos agrario, cósmico y de las dinastías gobernantes, formaban parte de un círculo que cumplía rigurosas etapas, y donde el final era sólo el comienzo de lo mismo.
“Así como en el invierno anida la primavera, tras el colapso de una era surgiría otra. El tiempo era circular, repetía una y otra vez las mismas pautas sagradas, el tiempo era infinito.
“Hoy se escuchan voces que malinterpretan al calendario maya, y lo leen desde una perspectiva occidental: suponen que lo que ellos anunciaban como el fin de un ciclo es el fin de los tiempos, cuando eso es un contrasentido desde la perspectiva mesoamericana”, aseveró el historiador.
La muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta, se divide en diversos núcleos temáticos, que comienzan con el titulado Cosmovisión, espacio y naturaleza sagrada, en el que se aborda la concepción del mundo de los mayas prehispánicos basada en su entorno.
En este sentido, el arqueólogo Orlando Casares Contreras, del INAH en Yucatán, y autor del guión museográfico, detalló que “cada animal, cada planta, no sólo era un ser viviente, también podía ser parte de una deidad, de un gobernante, de un relato mítico, de alguna constelación, de una profecía o de todos juntos.
En este universo, abundó, la ceiba era considerada el Árbol del Mundo, cuyas ramas más altas sostenían el cielo, su tronco indicaba el camino para el mismo, y sus raíces la vía al inframundo lleno de cavernas y cenotes, el lugar conocido como el reino de Xibalbá”.
En este segmento se exhiben platos policromos, vasos y vasijas con la figura de la Ceiba, y la representación de los cuatro puntos cardinales con animales celestes, personajes y astros.
Una segunda sección denominada Calendario, tiempo mitológico y astronomía, refiere que a través de sus templos y palacios, los mayas observaban los astros para crear sus calendarios, pronosticar cambios en el tiempo y organizar las actividades cotidianas y rituales.
Asimismo, se presentan tres ruedas calendáricas de madera, que a su vez representan las tres formas de conteo del tiempo que desarrollaron loa antiguos mayas: el calendario año civil (Haab’), que consistía en 18 meses (de 20 días cada uno); el calendario sagrado (Tzolk’in), que constaba de 13 meses (también de 20 días cada uno); y el de la cuenta larga (Tziikhaab), que abarcaba 5,200 años y marcaba el cambio de una era.
Para ilustrar este pensamiento, la exposición incluye una maqueta de la Pirámide de Kukulkán, de la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, sobre la que se proyecta una luz que simula los rayos del Sol, a fin de representar el fenómeno del equinoccio, de tal forma que se observa una sombra en forma de serpiente que desciende por dicha edificación.
Asimismo, se muestran fotografías de los equinoccios en Chichén Itzá y en el Templo de las Siete Muñecas, de la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, así como el solsticio de invierno en la Pirámide de Kukulkán, en Mayapán, y en el arco falso de Oxkintok. También se exhiben figuras de jade, esculturas, vasijas, platos y una piedra caliza de Ek Balam con la decoración de una estrella.
Otro de los apartados, denominado Astronomía, zodiaco y los animales sagrados de los mayas, explica que los animales no sólo eran seres vivientes y alimento para los mayas; eran almas que formaban parte de su universo y, muchas veces, representaciones celestiales de sus deidades.
Astronomía, dioses y gobernantes mayas es otro núcleo en el que se aborda a los soberanos como seres que ejercían la voluntad de las deidades en la Tierra; en tanto que el último rubro titulado Augurios y profecías mayas, alude a que las predicciones son muchas, pero sólo unas cuantas hacen referencia a 2012.
“Los augurios mayas aluden a eventos astronómicos como eclipses, a fenómenos naturales, o relacionan relatos míticos futuros con los linajes de sus gobernantes, pero las fechas en que todo ello ocurre son dispersas, algunas incluso se remontan antes de la existencia de nuestro planeta o se ubican en 4,000 años posterior a 2012. Muchos de los eventos narrados en códices y en piedra hablan de lo que acontecerá, pero no dan fechas”, puntualizó Orlando Casares.
En este segmento de la exposición se presenta un dibujo del Monumento 6, del sitio arqueológico de Tortuguero, ubicado en el municipio de Macuspana, en Tabasco, con la traducción del texto glífico a un costado, mismo que refiere el descenso del dios Bolon Yookte’ K’uh, una deidad de Palenque asociada al inframundo, la muerte y la guerra; también se exhiben incensarios, calaveras de piedra caliza de un tzompantli, cabezas de serpiente de piedra caliza y estuco, y vasos de cerámica, entre otros objetos.
Finalmente, el curador Abraham Guerrero aseveró que ningún códice hace referencia a diciembre de 2012 como fecha del fin del mundo, ni tampoco los contextos arqueológicos (inscripciones, pinturas y grabados encontrados en estelas, banquetas de templos, paredes y en la propia cerámica) refieren principalmente a asuntos políticos y sociales de las élites mayas, como guerras, captura de gobernantes y esclavos, sucesiones al trono por herederos o sacrificios. “Los mayas buscaban un equilibrio cósmico y social a través de rituales y sacrificios, no con una mentalidad fatalista o catastrófica”.