Así como del sauce llorón “sale la aspirina”, hay plantas que producen compuestos para sobrevivir, sea para combatir a patógenos, atraer polinizadores o depredadores de insectos dañinos, e incluso algunas son herbicidas, como el eucalipto, en cuyas cercanías no crece nada.
Por estas características, de una variedad silvestre de México, Félix Morales Flores, de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, obtiene compuestos que podrían usarse para combatir malas hierbas que afectan a la agricultura. “Éstas, compiten con los cultivos por la luz, el agua y los nutrientes, son hospederos de plagas y enfermedades, y reducen la calidad del producto”, señaló.
Por eso, la Sociedad Norteamericana de las Malezas las define como plantas no deseadas por el hombre. Por ejemplo, para el mexicano el amaranto es comida, mientras que en otros países interfiere en la cosecha, y aunque hay herbicidas químicos desde los años 40, su uso propició el surgimiento de especies resistentes y la contaminación de suelos y aguas, pues la mayoría no son biodegradables.
¿Que hacer para controlarlas sin dañar al ambiente?, el maestro en Ciencias citó cuatro nuevos métodos.
Uno, en el estudio de moléculas sintéticas se toma un pool para ver si funcionan, se prueban y se descartan las que no tienen actividad herbicida. Dos, en la síntesis de análogos de moléculas comerciales, a un herbicida se le cambian algunos grupos químicos para que la planta resistente ya no lo degrade y tenga actividad.
Tres, en diseño molecular basado en un sitio particular, por ejemplo, en el herbicida DCMU (diclorofenildimetilurea), que bloquea el flujo fotosintético de electrones, “diseñaremos una molécula similar que evite su transporte en QA a QB”. Cuatro, en la investigación de productos naturales con estas características, se buscan compuestos de plantas a fin de “hacer derivados de esas moléculas naturales para aumentar su actividad”.
En el Auditorio D de la FQ, Morales Flores impartió un seminario sobre Búsqueda de Herbicidas a Partir de Productos Naturales, proyecto que inició con su tesis de licenciatura y continúa actualmente en la de doctorado, ambas bajo la dirección de Blas Lotina-Hennsen, y con la colaboración de María Isabel Aguilar, de los departamentos de Bioquímica y Farmacia de la FQ, respectivamente.
“Tomo la planta, obtengo los extractos y busco el compuesto responsable de la actividad herbicida”. Así, de la planta Croton ciliatoglanduliferus, de Tehuacán, Puebla, y de Guerrero, aisló cuatro compuestos: dos flavonoides (retusin y paquipodol) y dos dipertenos. “Del tallo y hojas saqué el extracto hexánico, del que obtuve dos cristales: retusin y paquipodol. De medio kilogramo del vegetal, si me va bien, obtengo 30 miligramos de estos compuestos”.
Morales Flores probó su actividad en jitomate, pasto y trébol, que interesa más porque es el más resistente. Para ello, asperjó diferentes concentraciones (de 25 a 300 micromolar) de sus compuestos en macetitas con estas variedades. Las dejó crecer y 15 días después las cortó, puso a secar y midió la masa de cada una.
Uno de los indicadores con que evalúa la actividad de sus flavonoides y dipertenos es la biomasa, de modo que las que crecieron menos, pesan menos y, por lo tanto, en éstas fue más eficiente la actividad herbicida de los compuestos.
Asimismo, para hacer un estudio estructura-actividad, comparó la eficiencia del retusin y paquipodol con la de tres flavonoides comerciales: la quercetina, la eupatorina y la genisteína.
Morales Flores evaluó sus compuestos y los mezcló con ciclodextrinas para que penetraran. “En las cremas para lesiones musculares, los adyuvantes son todo aquello que ayuda para que se puedan frotar, entren y dejen esa sensación refrescante en la piel. A mí lo que me interesa es que se absorba”.
Sus resultados, indican que sus flavonoides y diterpenos sí reducen la biomasa en plantas de jitomate, trébol y pasto, aunque “no me la merman como los herbicidas comerciales”. Por ello, considera que pueden ser buenos candidatos para ser usados con este fin.
Aún quedan muchos estudios por hacer, como pruebas de toxicidad y buscar una formulación para aumentar su potencia y probar otros adyuvantes. “¿Cuáles? Ése es el problema a resolver, porque es el secreto de las compañías. Todos saben el nombre de la sustancia activa, pero no qué más agregan”.
Aunque reconoce que la actividad de sus compuestos no es suficiente para competir con los herbicidas químicos, señala que su ventaja es que son naturales. “Lo comerciales son tóxicos, duran mucho en el ambiente y contaminan. Mis compuestos van a ser biodegradables, a retenerse menos en el suelo y, en teoría, serán menos agresivos”.
En Japón ya no usan productos como el metil viológeno, sino compuestos naturales como el ácido pelargónico, graso y con nueve átomos de carbono. Es más caro, pero están más preocupados por el ambiente y la salud, y prefieren gastar más que arriesgar a su población, concluyó.