Gerardo Ceballos González, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, quien a los 11 años descubrió su vocación tras leer El último chorlito, de Fred Bodsworth, que narra la extinción de la especie esquimal que al final del verano migraba del Océano Glacial Ártico a las pampas sudamericanas.
En reconocimiento a su trabajo, dedicado a temas ambientales, y su labor en favor de la conservación de la naturaleza, recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. La distinción fue entregada en el marco de las festividades por los 400 años del establecimiento de ese centro educativo.
El especialista es autor de 35 libros y de más de 350 artículos científicos y de divulgación, publicados en las revistas internacionales más prestigiosas, como Science, Proceedings of the National Academy of Sciences, PlosOne, Ecology, Ecological Applications y Conservation Biology, entre otras.
Recientemente, encabezó uno de los descubrimientos de biodiversidad más importantes de los últimos años, al identificar nuevas especies de mamíferos y anfibios en una región selvática entre Ecuador y Perú.
“La información científica sólida contribuye a la solución de problemas ambientales graves, como la extinción de especies, y promover el establecimiento de áreas para la conservación”, subrayó el también titular del Laboratorio de Ecología y Conservación de la Fauna Silvestre del IE, quien participó en la creación de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) y es integrante del Consejo Nacional de Áreas Protegidas.
“Es el laboratorio dedicado a temas ambientales con el mayor número de artículos incluidos en las revistas científicas más importantes del mundo. A nivel regional, contamos con el mayor número de libros publicados. Hemos compaginado nuestra actividad con la difusión, e incidimos en la solución de problemas del país”, señaló.
Preservar la naturaleza
En 1991, Ceballos González publicó un artículo que lo ubicó como precursor en la clasificación de especies en peligro de extinción en territorio nacional. Con su trabajo, promovió la Norma Oficial Mexicana expedida en 1994, en favor de la conservación y protección de la biodiversidad amenazada.
Además, realizó la propuesta y creación de la reservas de la Biosfera Chamela-Cuixmala, en Jalisco; de Calakmul, en Campeche, y del área de protección de flora y fauna de Ciénegas de Lerma.
La primera, protege alrededor de 13 mil hectáreas de manglares y selvas, ecosistemas muy amenazados. La segunda, comprende 1.3 millones de hectáreas de selvas en la Península de Yucatán.
La tercera, preserva los últimos remanentes de humedales —casi tres mil hectáreas— en el centro de México.
También, colaboró en el establecimiento de la Reserva de la Biosfera de Janos, en Chihuahua, con una extensión de más de medio millón de hectáreas y proyectos para recuperar especies en peligro de extinción, como el perrito de las praderas.
En 2001, se realizó la primera reintroducción exitosa del hurón de patas negras, y en 2009, de los primeros bisontes genéticamente puros en México.
En 2005, presentó el primer estudio que sintetizó la distribución de todos los mamíferos en el mundo, unas cinco mil especies. Con el trabajo, estableció las áreas prioritarias para la conservación de todos los mamíferos del mundo.
También, propuso la recategorización del Parque Nacional Nevado de Toluca como área de protección de flora y fauna, para promover actividades como silvicultura y cacería, compatibles con la conservación.
Esta zona provee alrededor del 70 por ciento del agua consumida en el Valle de Toluca, y el 30 por ciento del líquido que llega al Valle de México, recurso que puede perderse, advirtió.
A futuro, el reto más importante de la humanidad es armonizar la conservación de la naturaleza con el desarrollo económico. “Podemos superar un colapso financiero, social o político, pero si no solucionamos la catástrofe ambiental actual, será imposible recuperarnos”.