José Francisco Valdés Galicia, director del Instituto de Geofísica (IGf) y José Luis Macías Vázquez, de la misma entidad, subsede Morelia, presentarán el cuarto mapa de peligros volcánicos del país, para el Chichón, en Chiapas, a las autoridades locales. El 28 de marzo se cumplen 30 años de la erupción que acabó con la vida de dos mil personas, destruyó nueve poblados y representó la peor catástrofe de esa índole en la nación.
México, un país eminentemente volcánico, comentó el investigador, “tiene la característica que el 60 por ciento de su población vive cerca o en las faldas de esos colosos; por ejemplo dentro de las calderas de Los Azufres, en Michoacán, y Los Humeros, en Puebla.
El documento (cartel) impreso en gran formato, contiene las zonas que podrían ser afectadas por flujos, caída de cenizas y lahares o inundaciones volcánicas, en caso que el Chichón se reactivara.
Las imágenes están acompañadas por textos e imágenes donde se explica de forma sencilla cada una de las partes del fenómeno. Incluye cuántas erupciones han ocurrido, las áreas afectadas y la forma en la que debe actuar la población ante una erupción.
El mapa puede ser empleado por las autoridades de Protección Civil, locales y estatales, para definir los puntos de reunión, rutas de evacuación y albergues.
En la presentación, José Luis Macías explicó que buscarán, además de la impresión, que sea distribuido por las autoridades correspondientes en todos los sitios de interés en la entidad federativa. Asimismo, aspiran a obtener financiamiento para elaborar otro, el quinto, dedicado al volcán Tacaná, en los límites de Chiapas con Guatemala.
En cuanto al riesgo, apuntó que actualmente el más peligroso del país es el Popocatépetl, pues habitan alrededor de un millón de personas a 35 kilómetros alrededor de su cima; le sigue el Tacaná, con 350 mil individuos a la misma distancia, incluida la población de Tapachula.
En el mapa, elaborado en la UNAM, se señalan con colores los sitios que podrían ser afectados por actividad futura de diferentes magnitudes y las áreas que podrían recibir la caída de ceniza de acuerdo con la época del año.
Participantes y 12 erupciones
Lucía Capra, del Centro de Geociencias; Juan Manuel Espíndola, de Geofísica; José Luis Arce y Armando García Palomo, del Instituto de Geología y Mike Sheridan, de la Universidad de Buffalo, Nueva York, además del entrevistado, contribuyeron en la preparación.
Durante los estudios que han realizado los investigadores de esta casa de estudios, han detectado al menos 12 erupciones anteriores durante los últimos siete mil años; de éstas, por lo menos dos fueron con la misma o mayor intensidad que la registrada en 1982.
Encontraron restos de cerámicas en las erupciones de mil 250 y dos mil 400 años, lo que indica que los alrededores del volcán han sido poblados, al menos en los últimos dos mil 500 años.
Las razones por las que personas viven en las cercanías, pese a saber del riesgo, es porque las tierras son muy fértiles, y es posible cultivar dos o tres veces por año.
Macías aseguró que esos colosos son como esponjas, pues toda el agua que se infiltra en ellos, se expulsa como manantiales fríos o aguas termales, lo que asegura la existencia permanente del vital líquido. De los materiales arrojados, se puede obtener piedra pómez, cantera, hacer ladrillos, explotar la grava y otros materiales para carreteras, entre otros.
Antecedentes
Antes de la erupción de 1982, el Chichón era poco conocido, tenía un domo o cúpula central que tapaba en parte al cráter antiguo. Su altura no superaba los 900 metros con respecto al terreno circundante, de lejos podía confundirse con una montaña.
Los primeros avisos de la reactivación ocurrieron desde 1981. Las erupciones entre el 28 de marzo y el 4 de abril de 1982 reventaron el domo central, arrojaron 130 metros de roca y excavaron un cráter de un kilómetro de diámetro y 140 metros de profundidad.
Las erupciones fueron muy violentas, una combinación de piedra pómez y cenizas. La primera, la noche del 28 de marzo de 1982, alrededor de las 20:00 horas, y dos posteriores, más violentas, la noche del 3 de abril y la madrugada del 4 del mismo mes. En tan sólo una semana arrojó a la atmósfera la misma cantidad de material que el Paricutín en un lapso de nueve años.
Los flujos o nubes incandescentes, mezcla de cenizas, piedra pómez, rocas y gases calientes, desplazados a velocidades cercanas a los 300 kilómetros por hora, destruyeron todo a su alrededor en un área de cuatro a cinco kilómetros. Quedaron devastados 150 kilómetros cuadrados de bosques, y desparecieron nueve poblados enteros cercanos, como Volcán, Esquipula Guayabal, y Francisco León.