Por Arturo Estrada Rosales
El pasado 13 de marzo, hace casi tres meses, se cumplieron 43 años (1960) del fallecimiento del notable compositor mexicano Arnulfo Miramontes Romo, creador de más de 150 obras de música clásica y sacra.
Por desgracia, su obra musical y su persona se encuentran olvidadas por las autoridades que manejan la cultura de nuestro país: Bellas Artes, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Universidad Nacional Autónoma de México, así como los gobiernos de Jalisco y Aguascalientes.
Por tanto, en este espacio de “Grilla en el Poder” México en las Noticias, haremos una resumida semblanza, dedicada a su memoria.
El maestro Miramontes Romo, nació en Tala, Jalisco, el 18 de julio de 1882. Cuando tenía 11 años, su familia decidió radicar en la capital de Aguascalientes y a sus 13 años, tras exponer sus dotes musicales, lo nombran organista titular del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en la ciudad de Aguascalientes, donde produjo la mayoría de su obra.
A la edad de 26 años en 1908, partió a Europa, con el propósito de Adquirir conocimientos. En la ciudad de Berlin, Alemania, ingresó al famoso “Sternsches Konservatorium”” en donde por tres años recibió clases de piano con el gran maestro Martín Krause, discípulo de Lizt, de armonía con Philip Rueffer, y de dirección de orquesta con Alexander Von Fielitz; cabe señalar que el maestro Krause sólo adnmitía a alumnos dotados, pero al escuchar la interpretación que Miramontes le dio a la “Appassionata de Beethoven” y a la “Fuga de Bach”, lo franqueó a la entrada y lo consagró con esa atención personal.
Su examen final de piano se llevó a cabo en la sala “Beethoven de Berlin” y en el propio “Sternsches Konservatorium” estrenó y dirigió sus composiciones: “La Primavera” (la abertura) y “Cuarteto para cuerdas No. 1 en Re menor”. Al término de sus estudios, realizó una gira artística por varios países europeos.
Al regresar a México, continuó su carrera triunfal de concertista y compositor al interpretar sus obras en las mejores salas de conciertos: Palacio de Bellas Artes, Alcazar del Castillo de Chapultepec, Anfiteatro Simón Bolívar; los teatros Abreu, Virginia Fábregas, Morelos de Aguascalientes, Degollado de Guadalajara, el Constitución de Querétaro y el de los Héroes de Chihuahua, entre otros.
En 1916, el maestro Arnulfo Miramontes, obtuvo el primer lugar en el concurso de composición con su “Cuarteto en Re menor” y estrenó su Primera Sinfonía en el Teatro Abreu. En el año de 1918, la Orquesta Sinfónica Nacional, estrenó “Suit Sinfónica Mexicana”, bajo la dirección del autor.
En ese mismo año, se presentó su “Misa de Réquiem” en la sala Wagner y sorprendió con la presentación de su ópera “Anahuac” en el Teatro Virginia Fábregas y Colón en la ciudad de México, así como en el Teatro Degollado de Guadalajara.
Por el año 1923, realizó una exitosa gira por Estados Unidos de Norteamérica. Ante eso, la Universidad de Colombia lo invitó para que ofreciera un concierto de sus propias composiciones, tomando parte la notable soprano María Luisa Escobar de Rocabruna y la petiza chilena Gabriela Mistral
En 1934, fue nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes y con el propósito de conmemorar el aniversario de la Revolución Mexicana, Miramontes, creó el “Poema Sinfónico de la Revolución”, que fue estrenado en 1936 en Bellas Artes.
En 1938, estrenó la “Misa Solemne” para coro y +órgano, y produjo su segunda ópera, “Cihuatl”, pasajes de la mitología Azteca.
En 1939, terminó su Segunda Sinfonía. En 1940, dio a conocer su Ballet Sinfónico “Iris”. Sus oratorios primero y segundo en 1943 y 1944 y en 1947 su Tercera Sinfonía.
En 1959 presentó su “Segunda Sinfonía en Re menor Op. 80”, dentro del Festival de Música Sinfónica de Compositores Mexicanos, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.
El maestro Arnulfo Miramontes Romo es uno de los más notables compositores mexicanos que enalteció con su espíritu patriótico el arte y la cultura de México, fuera de nuestras fronteras.
Por sus logros alcanzados en el mundo de la música, su nombre y sus obras no debieran ser olvidados, y menos por las autoridades encargadas de la cultura del país, porque la difusión de su obra y de su biografía se hace obligada e indispensable en la formación de nuestros educandos y de la sociedad en general.