Por Salvador Flores Llamas
Al coronarse campeón olímpico de futbol y en el estadio de Wembley, la catedral por excelencia del deporte más popular del mundo, México dejó definitivamente los tiempos del “ya merito” y se enfila al de las grandes victorias y conquistas.
Ante 90 mil espectadores, llegados de todo el planeta y una audiencia mínima de 2,500 millones de televidente, el once mexicano venció a Brasil, el pentacampeón mundial del futbol profesional y máxima potencia de esa disciplina; y reveló una nueva mentalidad de triunfo y disciplina en nuestros futbolistas.
Esta inició cuando la selección Sub 17 conquistó el título mundial en 2005, guiada por Jesús Ramírez, cuya experiencia debe aprovecharse mejor, igual que la de Raúl Rodríguez, el otro técnico que conquistó la misma presea en 2011, pues sus tácticas y enseñanzas demostraron no sólo eficacia, sino ser superiores a las tradicionalmente empleadas en nuestro balompié y muy benéficas para los muchachos, ahora que la drogadicción causa estragos en nuestra sociedad.
Luis Fernando Tena, guía del equipo olímpico, se reivindicó como estratega, pues ya andaba de comentarista por no tener contratos de trabajo y mostró capacidad innovadora y de inculcar a sus pupilos disciplina, nuevas tácticas de juego y, sobre todo, el ahinco de vencer a los más pintados.
Nada de conformarse con las mediocres “derrota honrosas”.
Sin duda, esta selección es ejemplo de lucha, constancia y superación para la juventud, hoy que tantos nubarrones empañan la vida nacional, y enseña que los obstáculos pueden vencerse: ¿Quién pensaba que serían los héroes del Olimpo futbolero universal?
Tuvieron otra virtud, salieron por los fueros de nuestra delegación olímpica con la única presea de oro, que vino a aliviar el coraje por no alcanzar más y a exigir que en adelante debe planearse y estimular mejor el deporte para lograr las grandes conquistas a que estamos llamados los mexicanos.
Una sugerencia: si los campeones olímpicos merecen reconocimiento pleno, podrían continuar por un tiempo como equipo que visite todas las plazas de primera división, no sólo para homenajearlos, sino para recrear a la afición que los admira y provoquen emulación a compañeros de los otros equipos e inyecten dinero a éstos, pues asegurarían llenos totales.
La Federación Mexicana de Futbol haría los arreglos pertinente con los equipos de donde provienen los muchachos, por el interés de todos los actores de nuestro máximo deporte de masas.