“Los fenómenos meteorológicos extremos no sólo tienen relación directa con el incremento de enfermedades y muertes en general, sino con la salud mental de las poblaciones más vulnerables”, señalan las científicas María Guadalupe Garibay Chávez y Patricia Bifani-Richard.
Las integrantes de la Academia Mexicana de Ciencias añaden que si bien aún hay grupos y sectores que señalan que el cambio climático no existe, es innegable que los actuales cambios asociados con el clima afectan la salud humana tanto física como mental.
“Hay estimaciones que muestran que el aumento de temperatura o los extremos climáticos implicarán altos costos a millones de personas si no se ponen en marcha medidas de mitigación y se mejoran las prácticas humanas individuales y colectivas para reducir los gases de efecto invernadero causantes del incremento de temperatura en la atmósfera”, advierten.
En el artículo que lleva por título Cambio climático: desafío para la naturaleza humana, las autoras reportan que un estudio realizado en la ciudad de Sidney, Australia, muestra un aumento de la mortalidad a partir de los 36 grados centígrados de temperatura diaria máxima, y cuando por tres días consecutivos la temperatura promedio diaria máxima era de 32 grados centígrados, el riesgo de morir se incrementa con la intensidad y duración de las olas de calor, lo que es más alto para la mortalidad respiratoria y cardiovascular.
En Guadalajara, México, dicen las autoras, se realizó un estudio en el que se afirma haber encontrado una mayor asociación entre morbilidad por enfermedades cardiovasculares y el número de días en que la temperatura era mayor de 32.4 grados centígrados.
Sobre enfermedades psicológicas relacionadas con el cambio climático, se ha elaborado una clasificación de impactos agudos y directos vinculados con traumas posteriores a desastres, enfermedades somáticas y depresión, entre otras.
También se producen impactos indirectos que involucran reacciones y emociones asociadas a ansiedad, dolor, desesperación, preocupación, insensibilidad, pena o apatía, así como impactos psicosociales como violencia generada con el calor, desplazamiento, migración y menos acceso a los ecosistemas.
“El cúmulo de trastornos provocados por el cambio climático destruye esencialmente la seguridad vital que permite a cada quien proyectar su futuro y gestionar los recursos materiales y no materiales de acuerdo con su libre albedrío. Las amenazas a la seguridad vital provocan un sentimiento de impotencia frente al futuro y todos estos factores pueden provocar alteraciones a la salud mental”, señala el artículo de las especialistas.
Aunado a lo anterior, las investigadoras apuntan que “las personas psicológicamente predispuestas a desórdenes mentales, como ansiedad y depresión, serán más vulnerables al momento de enfrentar fenómenos climáticos extremos, y tendrán una mayor probabilidad de experimentar reacciones catastróficas (reacciones emocionales intensas y descontroladas)”.
Por ello, Garibay Chávez y Bifani-Richard aseguran que si consideramos que tanto las bajas como las altas temperaturas afectan el comportamiento de algunas enfermedades y son causa de mortalidad, resulta un asunto prioritario y de interés social que los planes de adaptación al cambio climático incluyan políticas públicas encaminadas a la protección de la salud humana, física y mental.
Finalmente aseguran que los grupos más vulnerables a las afectaciones de salud, tanto física como mental, provocadas por los efectos del cambio climático son adultos mayores, niños, personas con salud frágil, enfermos crónicos por causas respiratorias, cardiovasculares o metabólicas, individuos con predisposición psicológica a sufrir patologías, y aquellos cuyas condiciones de vida sean marginales o se encuentren en condiciones de pobreza.