LA HABANA, Cuba.- En fecha reciente se suscitó un hecho preocupante y al mismo tiempo revelador en relación con Roberto Carcasés, hijo, y las declaraciones que este hubo de hacer en público y a través de los medios televisivos.
Sus comentarios políticos, elementales en muchos sentidos para el siglo XXI, revelan la progresiva demanda social de que el lento proceso de normalización económica sea acompañado por un proceso más decidido de cambio político que devuelva la legitimidad a los ciudadanos.
Revelan, al mismo tiempo, que los ciudadanos en Cuba necesitan un profundo coraje cívico para exigir demandas mínimas, satisfechas en la mayoría de los países del mundo, independientemente de su cultura y de su modelo de sociedad. Arco Progresista aplaude el coraje de este conocido artista y respalda sus demandas como ciudadano cubano. Demandas que, curiosamente, no han sido cuestionadas en su esencia.
Son preocupantes, por eso mismo, las lógicas de represalia que asumieron las autoridades en su caso. La naturaleza paternalista del castigo, al intentar la suspensión indefinida de sus presentaciones, refleja más la reacción de molestia de un padre desobedecido públicamente que una sanción ajustada a los tiempos que corren y a algún código fríamente aplicado después de una deliberación administrativa. Y ello está más cerca de la patología del poder que de la racionalidad política.
Afortunadamente la sanción fue suspendida. Tratándose de un artista conocido, las acciones y los tráficos de influencias devolvieron cierta racionalidad a las autoridades. La pregunta es qué debe pasar todos los días en cualquier espacio o lugar del país con ciudadanos anónimos e indefensos que deciden expresar opiniones similares a las expuestas por Roberto Carcasés.
La pregunta, retórica, tiene su respuesta en los cientos de casos, denunciados o no, de ciudadanos presionados, expulsados de sus centros laborales, o a quienes se les niega el trabajo porque demandan cambios sustanciales en el país y manifiestan su disconformidad con los estilos y formas de gestión y ejercicio del poder. Peligrosamente violentos, por cierto.
La última carta pastoral de los obispos católicos, que viene a recuperar una misión profética extraviada en el mundo cristiano de la isla, hace claras referencias a estos cambios en la matriz de opinión de la sociedad cubana, que exigen de nosotros una clara atención y la profundización o puesta en escena de opciones abiertas a la redefinición ciudadana del actual modelo político. Esto es una necesidad imperiosa.
Arco Progresista, en solidaridad con Roberto Carcasés y el creciente número de ciudadanos que sufren represión por el libre ejercicio del criterio, y en consonancia con la naturaleza de toda apuesta socialdemócrata, seguirá trabajando desde el proyecto Nuevo País, y junto a otras propuestas políticas y cívicas, por la reconstrucción de la legitimidad basada en la ciudadanía y en su capacidad para dotarse de un nuevo marco de convivencia social y política, ajeno por completo a la represión de las libertades fundamentales.
Manuel Cuesta Morúa
Portavoz