*Caciques en pugna se disputan el estado

Cuando en la segunda mitad del año pasado Ángel Heladio Aguirre Rivero decidió romper con el partido al que perteneció toda su vida, al que dirigió, y el que lo hizo diputado, senador y gobernador, jamás pudo ni se propuso romper con la cultura priísta.

En la matriz del viejo partido de Estado, el economista costachiquense se hizo político, ahí se nutrió de los códigos del poder y con este bagaje se cambió al partido en el que ahora “milita” y que le ha entregado su patrimonio y su historia.

Aguirre Rivero llegó al PRD rodeado no sólo de su viejo séquito, los amigos a los que les tiene confianza, pues hablan su mismo lenguaje, sino también con su carga de complicidades, de ambiciones, con su proyecto personal a cuestas: levantar un sólido cacicazgo que desplace al de su antiguo maestro y jefe: Rubén Figueroa Alcocer.

Sus posibilidades de lograrlo son amplias, pues no sólo cuenta con la experiencia que le dieron tres años de interinato en la gubernatura, en la que lo instaló su actual adversario, sino que ahora administra el cuantioso capital político y moral de la izquierda suriana; de la noche a la mañana duplicó su fuerza política, pero sobre todo ha adquirido la legitimidad de la que carecía cuando era priísta.

Lo anterior lo sabe el viejo cacique y tratará de obstaculizar los planes del gobernador a toda costa. Figueroa Alcocer está consciente que una estructura caciquil necesita un espacio amplio para asentarse y en un estado sólo cabe una de estas construcciones; el prófugo de Aguas Blancas también sabe que a su familia le llevó casi un siglo levantar su imperio, y que a Aguirre sólo le quedan cuatro años, lo que le obliga a actuar con premura. Lo anterior explica la andanada de ataques del clan Figueroa contra el gobernador Ángel Aguirre, que en los próximos días ira en aumento e introducirá un nuevo elemento de ingobernabilidad en la ya de por si enrarecida atmósfera guerrerense.

Si lo que estuvieran en juego en esta disputa fueran principios o proyectos de sociedad, la ventaja sería para Aguirre Rivero, pues a diferencia de Figueroa, cuenta con la legitimidad que le han dado las fuerzas progresistas y las urnas. Pero forjado en la cultura priísta, Aguirre no sabe como conservar, menos como ampliar esa legitimidad. En la cultura del gobernador los ciudadanos son como las risas y los aplausos gravados en un estudio de televisión, que sirven para celebrar sus chascarrillos y festejar sus discursos, para él la política verdadera la hacen las élites.

En este terreno es Figueroa quien lleva la ventaja. Nacido, criado y educado en las entrañas de la política cortesana, sabe qué caravanas hacer, qué puertas abrir, qué botones tocar; conoce los tiempos y las pausas del poder; entiende las necesidades de los poderosos, más allá de los colores partidarios que representen.

Para retomar la ventaja, Aguirre tendría que ponerse frente de los enemigos históricos de su adversario, encabezar su proyecto, retomar sus demandas, desarmar la estructura caciquil y levantar la institucionalidad democrática, en la que es imposible la sobrevivencia de un régimen arcaico, poniendo al descubierto su violencia mediante la revisión del pasado, con la instauración de una Comisión de la

Verdad fuerte, puesta en manos de ciudadanos honestos, capaces y comprometidos con la justicia; tendría que favorecer el fortalecimiento del movimiento social y de la izquierda histórica, y aliarse con ambos; en lugar de ello ha optado por la casi desarticulación del partido que lo llevó al poder, cooptando a sus liderazgos históricos o manteniéndolos controlados con promesas de candidaturas.

Después de años de haberlos combatido como enemigos, el gobernador no puede evitar temerles a quienes le dieron el poder; los prefiere sometidos y envilecidos, en lugar de verlos como sus aliados, como la base social que le permita derrotar al viejo régimen; por ello, en vez de optar por una estrategia de largo aliento, que le lleve a rearmar a las fuerzas históricas progresistas para impulsar una verdadera alternancia, una refundación de la sociedad guerrerense, se ha decidido por una política gambetera, aliándose con una parte de sus adversarios, pues sabe que al final, en la disputa por la nación, en el 2012 estarán juntos.

Mientras en las alturas del poder se desarrolla esta dura lucha de caciques, la izquierda suriana, o lo que queda de ella, aplaude a rabiar a su campeón, con la ingenua esperanza de que sus vítores y porras le ganen candidaturas. Ni siquiera en el sexenio de la traición zeferinista la ignominia había alcanzado tan vergonzosas expresiones.

Aunque usted no lo crea. Hoy hace 25 meses que desde los rincones más oscuros del poder salió la orden para descabezar al Congreso guerrerense. Alguien en Casa Guerrero, en la Procuraduría del estado, en los partidos políticos, en la sociedad civil ¿podría decirme el nombre de quien dio esa orden? Parece que por fin ha aparecido el expediente del caso Armando Chavarría, lo que no ha aparecido es un hombre de Estado capaz de hacer justicia.

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