Si queremos emular el acto de patriotismo con que mexicanos heroicos defendieron a la patria desde el puerto de Veracruz, tendremos que ser capaces de convenir hoy los acuerdos políticos que den sustento a una política de seguridad y justicia democrática.
Así lo estableció el senador Manuel Camacho Solís, al hablar ante los secretarios de Marina, Defensa Nacional y Gobernación, durante la ceremonia conmemorativa del centenario de la lucha que protagonizaron los cadetes y pueblo veracruzano que defendieron y derrotaron al ejército de Estados Unidos que pretendía invadir territorio mexicano.
Aquí sus palabras textuales: “Ubiquemos los acontecimientos. Julio de 1910, Porfirio Díaz incumple su compromiso de respetar una elección democrática y cuando Madero protesta contra el fraude, es apresado.
Septiembre de 1910, Porfirio Díaz celebra las fiestas del centenario de la Independencia, noviembre de ese año, dos meses después, se inicia la Revolución.
Mayo de 1911, cae el gobierno de Porfirio Díaz.
En una elección libre, gana Francisco I. Madero. Durante su presidencia enfrenta serias dificultades de gobernabilidad con un Congreso y un Ejército del antiguo régimen, con una parte de la prensa, con el embajador de los Estado Unidos, con una parte de sus seguidores que le reclaman no dar respuesta a sus demandas agrarias y laborales.
Desde la embajada se fragua el golpe de Estado; Madero es asesinado. Una vez cubierta la formalidad legal, Huerta usurpa el poder. Frente al crimen y la dictadura, para restablecer el orden constitucional, se levantan en armas los ejércitos revolucionarios.
Se acentúa la división interna y se desborda por completo la violencia, pretextando afectación a sus intereses económicos suyos, tropas norteamericanas invaden Veracruz. Venustiano Carranza protesta y coloca los principios de la soberanía y la autodeterminación por encima del oportunismo.
Los jefes revolucionarios se unen en la protesta.
Pero lo más importante, por su valor moral: los cadetes de la Escuela Naval y el pueblo de Veracruz, salen a defender a la patria con sus propias vidas.
La resistencia interna, el gran número de ciudadanos armados que había en ese momento en nuestro país y la coyuntura internacional que ya prefiguraba la guerra mundial, sumados, protegen a la Nación.
Estados Unidos termina por retirar sus tropas en noviembre, Heriberto Jara ocupa el puerto y después de una guerra interna costosísima triunfa la Revolución y se inicia la pacificación con el acuerdo Constitucional de 1916-1917.
El origen espurio de Huerta lo colocó en la peor de las circunstancias políticas: se puso al servicio del embajador Henry Lane Wilson, para después ser desconocido por el presidente Woodrow Wilson.
Después de desconocerlo y para proteger sus intereses económicos, invadieron Veracruz; los invasores contaban con los medios de guerra más modernos de la época: rifles de repetición, ametralladoras, artillería pesada, ilimitado suministro de municiones.
A esa fuerza colosal fue a la que se atrevieron a enfrentar los cadetes de la Escuela Naval y los hombres y mujeres civiles veracruzanos de todas las condiciones sociales que estuvieron dispuestos a ofrendar sus vidas.
A este hecho heroico que es el que este Senado honra: A la escuela naval y al pueblo veracruzano que en 1914 se cubrieron de gloria defendiendo a la patria.
Este hecho importante, es una parte fundamental de la reserva moral de la Armada y de la reserva moral del Estado mexicano. Es un valor que debemos proteger y engrandecer.
Los marinos de México lo hacen al cumplir con éxito las misiones que el Presidente Enrique Peña Nieto le encomienda.
Como estos servidores de la República, nosotros también, en este Senado, tenemos una alta responsabilidad, somos corresponsables de la vigencia del Estado de Derecho: de la separación de poderes y del respeto a los derechos humanos.
Protestar guardar la Constitución significa defender las instituciones democráticas, proteger las libertades públicas y no vulnerar las conquistas sociales.
Tenemos responsabilidades específicas. Proteger el orden, asegurando la libertad; garantizar el ejercicio de los derechos y no criminalizar la protesta social; aprovechar la cooperación internacional sin supeditación, y algo fundamental: no confundir autoridad con ejercicio arbitrario del poder, ni los bienes públicos con los bienes privados.
Si queremos emular el acto de patriotismo que hoy recordamos, tendremos que ser capaces de convenir los acuerdos políticos que den sustento a una política de seguridad y justicia democrática y de Estado que esté a la altura de los graves retos que hoy enfrenta México; y hacerlo en concordancia, sin contradicciones ni ambigüedades, con un orden constitucional democrático”.