Luego de dictaminar que los resultados del estudio sobre cáncer en ratas que se alimentaban con el maíz transgénico NK603 no son concluyentes, aunque no incorrectos, debido al bajo número de animales empleados en sus experimentos y a la susceptibilidad de generar tumores de la cepa de ratas utilizada, el editor en jefe de la revista que lo dio a conocer públicamente, la Food and Chemical Toxicology (F&CT), se retractó del mismo el pasado mes de noviembre.
Mientras que algunos especialistas opinan que la retractación fue una medida obligada debido a la falta de rigurosidad en el proceso de revisión por pares de la revista (en el cual un grupo de científicos del mismo campo analiza los trabajos y decide si cumplen con determinados estándares de calidad para su publicación), para otros, es una decisión que no está claramente sustentada en argumentos científicos o en cuestiones éticas.
Como cualquier investigación científica, el controversial el estudio liderado por el científico francés Jacques Séralini puede eventualmente refutarse, mejorarse, tener interpretaciones complementarias o incluso alternativas afirmó Elena Álvarez-Buylla, especialista en genética molecular, desarrollo, ecología y evolución de plantas, adscrita al Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Estas características las comparten otros trabajos que se han hecho sobre el tema, utilizando el mismo tipo de ratas y con un diseño experimental parecido, que la misma revista ha publicado con deficiencias aún más graves sin que después se adoptara la misma medida, añadió.
“Tiene deficiencias estadísticas igual que cualquier trabajo que yo tome de la literatura científica; aún en los artículos de más alto impacto se pueden encontrar siempre inconvenientes […] El que se retracte un artículo porque eventualmente puede demostrarse que no tiene cien por ciento la razón es absurdo y, entonces, tendrían que retractarse casi todos los artículos publicados”.
En consonancia con lo señalado por la investigadora, la Red Europea de Científicos por la Responsabilidad Social y Ambiental (organización de la que Séralini y varios de sus colegas son miembros), señala que ahora existen guías para la retractación de los artículos científicos establecidas por el Comité de Ética en Publicación (COPE, por sus siglas en inglés) al que está suscrito la F&CT.
“Los resultados inconclusos de una investigación no es uno de los fundamentos para la retractación contenida en estas guías”, mencionó la COPE en un comunicado donde hace una serie de observaciones a dicha decisión, fechado el 29 de noviembre, el mismo día en que la F&CT retiró de sus páginas el artículo.
“Este primer hecho me alerta y me sugiere que ha habido un trato diferencial, un doble estándar” para un artículo que a pesar de las deficiencias que presenta, como las tiene cualquier trabajo científico, no se demostró que tuviera algún tipo de manipulación de datos no conveniente o de fraude, comentó la también integrante de la organización Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
Álvarez-Buylla tiene la hipótesis de que dicho trato diferencial se debe a un conflicto de intereses pues, comentó, meses después de la publicación del estudio de Séralini, Monsanto (empresa que comercializa el herbicida llamado glifosato al que son resistentes los maíces genéticamente modificados NK603 con los que se alimentaron las ratas del estudio) intervino para que se incorporara a los grupos de revisión a un científico que había estado vinculado a la trasnacional.
Se sostiene en varios medios de información que Elsevier, la casa editorial a la que pertenece la F&CT, contrató a Richard E. Goodman como Editor Asociado en la parte de biotecnología, quien trabajó para Monsanto durante varios años. Cabe aclarar, que dichos medios también mencionan que Goodman ha negado cualquier vínculo con la decisión de la revista de retractarse del artículo.
Para la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, estos hechos son muy preocupantes porque impactan negativamente en la confianza que la sociedad ha depositado en la ciencia. “La ciencia está perdiendo la capacidad que tenía hace años de ser un espacio en donde se protejan los intereses públicos y en donde se promueva el avance del entendimiento y de la capacidad de mejorar las condiciones de vida con base en el conocimiento libre de interés”.
“Para mí, esto que está pasando es un síntoma más de la forma en que la ciencia va tomando rumbos delineados no por el conocimiento sino por intereses privados”, lamentó.
Por otro lado, Álvarez-Buylla sostuvo que a pesar de las críticas hechas al controversial estudio encabezado por Séralini, éste deja una evidencia clara de los riesgos que los cultivos transgénicos pueden tener para la salud. Más aún, agregó, hay evidencias ya publicadas en diferentes revistas sobre los impactos a la salud debido al consumo de alimentos transgénicos que no han sido retractados, en algunos de los cuales han participado científicos mexicanos, y que son suficientemente contundentes como para alertar acerca de sus riesgos.
Ante el temor expresado por algunos científicos de que dichas evidencias obstaculicen o retarden los estudios con los organismos genéticamente modificados, la investigadora sostuvo que una alerta sobre el riesgo de una tecnología no tiene por qué inhibir el quehacer científico sino por el contrario, debe animar a los científicos a seguir profundizando en estos temas “e inclusive promover que en nuestros países den apoyo para hacer este tipo de estudios con mucha más contundencia”.
“Como científica estoy completamente de acuerdo en seguir haciendo investigación científica con rigor ético, con el nivel más alto que podamos de estándares técnicos y con una cabal independencia de los intereses de las corporaciones que están tratando de convertir a los productos de la ciencia en mercancía”.
Finalmente, Álvarez-Buylla subrayó la importancia de que existan canales de comunicación que den a conocer las opiniones de los científicos que tienen diferentes posturas sobre estos temas y la necesidad de que se organicen debates públicos en donde la gente pueda escuchar los argumentos de cada una de las partes.