Por Alejandra Crail (enviada)
Marquelia, Gro. (México).─ México es considerado por muchos como una especie de paraíso terrenal. La riqueza natural que recorre el país sumada a la fortuna de albergar cientos de especies de animales lo convierte en un eslabón importantísimo en el ciclo de la vida en la Tierra.
La realidad en el mundo es que la mano del hombre y las formas de vida que éste ha desarrollado, para su supervivencia y comodidad, han alterado el ciclo de vida de otras especies con las que comparten este mundo.
De los diversos ecosistemas que hay en nuestro país, las playas mexicanas son reconocidas por albergar una de las familias marítimas más impresionantes. Su gran tamaño, sus aletas, las variaciones de color entre los diversos ejemplares, su lentitud en la tierra y su rapidez en el mar han convertido a la tortuga marina en un misterioso animal que nos visita unas cuantas veces al año.
La tortuga marina es famosa en cada rincón del orbe no sólo por su belleza natural, su habilidad para sobrevivir en las profundidades del océano o su enigmático estilo de vida, los mitos y tabúes que el hombre ha generado alrededor de ella la han colocado en los reflectores del mundo por la considerable reducción en número de ésta, al grado de categorizarla en peligro de extinción.
“Hay leyes, faltan prácticas”
De acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), de las siete especies de tortugas marinas reconocidas en el mundo, seis se encuentran en veda en México desde 1990.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) asegura que todas las especies y subespecies de este animal se encuentran en peligro de extinción. En peligro crítico están las especies lora, carey y laúd, esta última la más grande de la que se tiene registro —llega a medir hasta dos metros y ha existido desde los tiempos prehistóricos.
Estas seis especies anidan en playas de los estados de Oaxaca, Tamaulipas, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Chiapas, Quintana Roo, Campeche, Sinaloa y Baja California Sur.
Roberto López, nativo de Marquelia, Guerrero —uno de los lugares de anidación del estado— asegura que cuando él era niño en la playa se veían llegar cientos de tortugas “las brincábamos de una a una”, comentó.
Ahora que es dueño y fundador de un campamento tortuguero ubicado en la playa La Bocana en su lugar natal, don Roberto señala con tristeza que cada vez aparecen en menor cantidad en las épocas de anidación. “Rondamos toda la noche, pero ya no llegan como hace años.”
México tiene leyes que estipulan el compromiso y noción de responsabilidad que debemos tener todos los habitantes para con las diversas especies de tortugas marinas que llegan a nuestro territorio.
La Norma Oficial Mexicana NOM-ECOL-059, por ejemplo, prohíbe la comercialización y captura de las tortugas marinas y sus derivados —huevos carnes, caparazón, entre otros.
En este sentido, son varias las secretarías de gobierno que tienen competencia en este asunto; no sólo la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales es la encargada de velar por la protección de la tortuga, el tema le compete desde a Gobernación, hasta las secretarías de Turismo, Hacienda, Relaciones Exteriores, entre otras.
A pesar de que la tortuga tiene un respaldo legal y que es considerada patrimonio natural de la humanidad, los obstáculos que tiene que superar para sobrevivir son diversos; implícitamente los depredadores naturales a los que se enfrentará desde el momento de su nacimiento y durante su estancia en el mar, como dice don Roberto: “En el mar están los tiburones, pero en la tierra el peor depredador es el hombre.”
Además del robo de huevos, asesinato y lucro con la piel, los daños al medio ambiente —que han desembocado en el calentamiento global— han colaborado a la desaparición paulatina de la especie.
Don Roberto explica que para las tortugas es muy importante la temperatura y que con el derretimiento de los polos, las corrientes marinas en las que se trasladan han cambiado y ello ocasiona que tengan que nadar más profundo y no encuentren con qué alimentarse en esa zona.
“De mil tortugas que se liberan en el mar, que sobrevivieron a los depredadores terrestres, sólo dos o tres son las que sobreviven”, enfatiza el guardián tortuguero de La Bocana.
Desde que nacen, las tortugas marinas tienen un mundo inmenso para recorrer, pero pocas lo logran; si están conscientes de eso o no, es un misterio. Lo admirable es que animalitos tan pequeños, frágiles y por cuenta propia, avancen lentamente hacia la infinidad del mar, guiadas únicamente por su instinto.
Ese camino, de la playa hacia el mar, se convertirá en su primer recuerdo y lo utilizarán ocho, nueve o diez años después para volver al mismo lugar y dar vida a otros seres similares.
Las estadísticas han cambiado, con el paso del tiempo se han ido reduciendo. Tan sólo 0.3 por ciento de cada mil tortugas sobrevive en el océano y no es precisamente por los depredadores naturales. La degradación del ecosistema marítimo que ha causado el hombre es la principal problemática para garantizar su supervivencia. Don Roberto tiene razón: los seres humanos son el peor enemigo de la tortuga marina.
Enviado a nuestra redacción por Teorema Ambiental