Decidido a darle una nueva imagen y una dinámica más activa a la institución responsable de conducir las riendas de la ciencia y la tecnología en México, para ayudar al país a enfrentar los retos que le impone ingresar a una sociedad y economía del conocimiento, el director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Enrique Cabrero Mendoza, anuncia una reorganización de la institución en el primer semestre del próximo año.
Incluye cambios en la forma de operar tanto en su funcionamiento interior como a nivel nacional, y reactivar su proyección internacional a través de consejerías en las embajadas mexicanas.
Con 11 meses en el cargo, Cabrero busca posicionar al Conacyt como un instrumento esencial para acelerar la transformación del país, y para ello ha dejado, asegura, sus oficinas para salir al campo y convencer a los grupos de investigación a asociarse para que presenten proyectos de gran calado y de importancia para México.
“El Conacyt es una institución muy noble, seria, rigurosa; en general con buena imagen y qué bueno que la hemos conservado así desde su creación. Ha habido una trayectoria de directores que han impregnado muy bien esa imagen. Ese es un gran activo. Pero el Consejo sigue haciendo lo que hizo desde el primer día: sentarse en un escritorio a esperar a que un joven, un investigador y ahora recientemente un empresario vengan y pidan una beca, un financiamiento y recursos; entonces voltea a sus comités para que colaboren, después saca la chequera y da solución, eso lo ha hecho muy bien.
“Pero en este momento ya es insuficiente. Se necesita un Conacyt mucho más dinámico, que modifique la demanda, que se salga del escritorio y platique con las comunidades, con los empresarios, las instituciones y que los convenza de que en este momento hay que pensar en proyectos más ambiciosos.
La miscelánea de proyectos es impresionante. Cuando hablamos de financiamiento de la investigación y se da (a conocer) la cantidad global suena muy bien, pero si se ve en cuántos proyectos está distribuido, queda claro que científica o tecnológicamente no vamos a ser una potencia si seguimos así, entonces necesitamos tener proyectos de mayor envergadura, y para ello requerimos más asociación de grupos de investigación”.
Es así que Cabrero Mendoza dice que se requiere de un Conacyt “que se sale de sus oficinas de Insurgentes, que despliega una capacidad de ir y modificar la demanda de proyectos, de becas; de convertirse en una fábrica de ideas, talentos y de innovación, y que la máquina empiece a funcionar, eso es lo que creo tenemos que hacer”.
De hecho, asegura que en todo el tiempo que lleva como director de ese organismo ha salido a convencer y platicar con la gente, aunque reconoce que todavía no existe una estructura para hacer bien todo lo que pretende, por lo que plantea una reorganización de la institución en la primera parte del 2014, que permita llevar a cabo las acciones en ese sentido.
Y entre esas iniciativas está llevar a cabo una serie de modificaciones, como hacer que la red que tiene Conacyt de centros de investigación y sus respectivas sedes en el territorio nacional sea una red activa para que identifique a los talentos, a las instituciones, a los grupos, más allá de sus tareas, sin que ello implique un crecimiento en la organización del Consejo, lo cual, en opinión de Cabrero Mendoza, es un reto por la estructura pequeña que posee.
“El único costo que podríamos incrementar pero hasta el 2015 es en la creación de 10 a 15 consejerías en el mundo, no en cada embajada, porque necesitamos tener a alguien que sea representante de la política científica y tecnológica en el exterior, que esté interactuando constantemente por ejemplo en Canadá, Alemania, la Unión Europea, Japón, Brasil y China, porque con los recortes presupuestales que venía teniendo cada año, el Conacyt se fue quedando si actividad internacional, ahora nos estamos dando cuenta que no vamos a llegar lejos sin eso.
La creación de estas consejerías científicas es un paso muy importante y empezaremos a echar a andar ese proyecto pronto”.
En una revisión del estado actual de la ciencia y la tecnología en el país y para saber en dónde está México en la sociedad y economía del conocimiento, Enrique Cabrero, reitera los indicadores que en varios foros se han venido presentando con insistencia:
Una muy baja inversión en ciencia y tecnología -porque no es una carrera anual, dijo, sino una carrera de inversión acumulada, es decir, lo que no se invierte en un año rezaga más y se van perdiendo espacios cada año, tomando también en cuenta la muy escasa inversión privada-.
Un número de científicos por debajo de países de similares niveles de desarrollo, falta de vinculación entre universidad y empresa, una agenda dispersa por falta de definición de prioridades -pocos recursos y muy dispersos en diferentes áreas de conocimiento-, numerosas herramientas para atender necesidades de ciencia y tecnología, falta de articulación de la política y distribución desigual de capacidades científicas y tecnológicas en el territorio nacional. Señala, asimismo, que una de las características de la política científica y tecnológica consustancial a este sector, es que tiende a ser particularmente dispersa.
“La dispersión de las comunidades de política pública se traduce en una fragmentación de las instituciones que definen la política pública y son pocos los países, como México, que en una sola institución se pretende abarcar todo.
Ventajas y desventajas de esto ya las sabemos: La ventaja de que haya dispersión institucional para atender una política pública dispersa es que cada comunidad de política pública tiene su contraparte en la estructura gubernamental, pero se requiere que estén bien coordinadas al interior del gobierno, cosa que no necesariamente sucede. Entonces el riesgo es de coordinación, pero todas las comunidades se sienten mejor atendidas, por así decirlo”.
En el caso de México, sostiene el director del Conacyt, “los empresarios nos ven como que somos muy académicos, los académicos duros como que somos demasiado empresariales para su gusto, pero en principio debería de haber una mayor coordinación porque todo está saliendo de la misma institución. Cualquier diseño institucional tiene sus pros y contras”.
De lo que no duda Cabrero Mendoza en destacar, es el incremento en la inversión del gobierno federal en el sector y que el Conacyt juega hoy por hoy un papel como rector de la política de ciencia y tecnología mucho más claro que en otro momento, y en principio, como fue hace algunos años, muy cercano a la Presidencia, lo que permite que las cosas hasta ahora vayan avanzando.