La contribución de México a la producción mundial de conocimiento no alcanza el 1 por ciento y según las estadísticas, el número de mexicanos que se gradúan como doctor (29.9 por ciento) por millón de habitantes, es insuficiente para lograr el capital humano que se requiere en el futuro próximo, además, el fenómeno de la fuga de cerebro es una situación que va en ascenso.
Un documento, elaborado por José de Jesús González Rodríguez investigador del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados, titulado “Fuga de cerebros”, da cuenta de la situación por la que atraviesa nuestro país en materia de migración de científicos especialistas y técnicos, lo cual afecta el desarrollo de la ciencia y crecimiento económico.
Según distintos indicadores, uno de los canales que ha facilitado tanto la migración internacional de científicos mexicanos hacia el exterior, es que su educación de posgrado la han realizado en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña.
Por ejemplo, para el año 2000 se calculó un número de 895, 515 mexicanos con educación terciaria que residían en Estados Unidos, de los cuales se estimó que un 6.6 por ciento contaba con estudios de posgrado.
Sobre las causas que originan el hecho de que los mexicanos se vayan, se encontró que, según una encuesta, un 75 por ciento migró para culminar su doctorado y 12 por ciento por contar con una oferta de trabajo.
Igualmente se tiene que 85.2 por ciento de quienes realizan estancias posdoctorales en ciencias exactas, lo hacen en el extranjero.
El documento centra la atención en la fuga de cerebros, y resalta el hecho de que en regiones y países con capacidades débiles en ciencias sociales, este fenómeno llega a poner en peligro la enseñanza y la investigación.
González Rodríguez refiere que este fenómeno comienza desde la etapa estudiantil donde los alumnos se trasladan al extranjero, encuentran una fuente de trabajo o se incorporan a un equipo de investigación en el país o región al que llegan.
Según estimaciones, entre 1960 y 1990 emigraron hacia los centros de Occidente, aproximadamente un millón de estudiantes y profesores provenientes de países en desarrollo, incrementándose este flujo de personal altamente calificado a lo largo de los años.
Esto queda demostrado cuando a inicios del siglo XXI, el 10 por ciento de los adultos con educación superior en algún país subdesarrollado residió de manera permanente en naciones Estados Unidos, Canadá, Australia o en la región de Europa Occidental, al igual que ocurrió en América Latina, África y el caribe con cifras de entre el 30% y 50%.
A manera de resumen, el investigador del CESOP señala que la migración de científicos puede ser analizada desde la perspectiva de los países receptores, como “ganancia de cerebros” o de los expulsores como “fuga de cerebros”.