Alcanzar una gestión de la migración con menor discrecionalidad humana y con respeto a los derechos humanos es una tarea en la que la participación de la ciencia es indispensable.
La forma en que se puede abordar este tema va desde la elaboración de estudios multidisciplinarios sobre las variantes de este fenómeno que lleven a criterios más acertados y a una mejor coordinación entre instituciones clave -como son el Congreso de la Unión; la Secretaría de Gobernación, a través del Instituto Nacional de Migración; y la Procuraduría General de la República, en el caso de nuestro país-, hasta la creación de formas más inteligentes de control de flujos migratorios que garanticen menor vulnerabilidad y mayor aplicación de los derechos humanos en los trámites migratorios.
De este modo se podría avanzar en la construcción de una sociedad informada sobre la diversidad migratoria y sus variados impactos, y sensibilizada con los derechos de los migrantes, sostiene la socióloga Cecilia Imaz Bayona, investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Añade que los diversos flujos migratorios también representan un potencial en términos económicos, siempre y cuando se gestionen desde una regulación que incluya acuerdos bilaterales y regionales en los mercados laborales, y se eviten crisis humanitarias cuando la migración indocumentada es empujada a la informalidad, lo que ayudaría a crear una cultura sobre los derechos del migrante en los funcionarios gubernamentales y en la población.
En el mundo, según datos de Amnistía Internacional (AI) publicados en el reporte Personas en Movimiento, de julio del 2012, existen 200 millones de migrantes, personas que se ven obligadas a abandonar su hogar y su país para huir de la guerra o de la persecución, de desastres medioambientales o de la pobreza. Lo que necesitan –dice la organización- es seguridad y dignidad; en cambio, muchas acaban siendo víctimas de abusos en sus derechos humanos.
En el contexto mexicano, todos los años decenas de miles de mujeres, hombres, niñas y niños de América Latina pasan por México sin permiso legal de camino a la frontera estadounidense, con la esperanza de comenzar una nueva vida lejos de la pobreza que dejan atrás. Su viaje –asegura AI- es uno de los más peligrosos del mundo, pues a lo largo de éste están expuestos a sufrir abusos a manos de funcionarios de los servicios de migración, agentes de policía, militares, traficantes de seres humanos y bandas criminales.
La emigración en México, como la describe Imaz Bayona, es el reflejo de la falta de oportunidades laborales, de los bajos salarios, del rápido crecimiento de la población. A la vez, en los últimos años, se ha sumado una creciente migración interna por los motivos mencionados, y desplazamientos de personas por la inseguridad, así como por una inmigración y transmigración de trabajadores centroamericanos y de otras nacionalidades.
La idea de comprender la diversidad migratoria –dice la especialista- es no solo pensar en los emigrados mexicanos o transmigrantes, sino en las personas que entran y se quedan en México, o aquellos que solicitan trabajo, como se ha visto últimamente con la crisis europea por la que los españoles, por ejemplo, vienen a buscar empleo aquí.
Cecilia Imaz menciona, por otro lado, que de las 11 millones de personas indocumentadas que se estima habitan en los Estados Unidos, cerca de la mitad son de origen mexicano. “Es una migración con una tradición como no hay en ninguna otra región en el mundo. Generalmente los patrones migratorios en el mundo se han derivado de una relación en un mercado laboral con una duración de 30 o 40 años, 60 cuando mucho; México por su parte, lleva 160 años en esta dinámica promovida por diversas causas, entre ellas la enorme asimetría que hay entre ambas economías, y una extensa frontera, que era muy permisiva, por las oportunidades laborales que se ofrecían al norte del río Bravo”. La investigadora sostiene que no hay rincón de nuestro país donde no haya algún emigrado.
Indica asimismo, que la globalización de la economía abre cada vez más plazas laborales que son llenadas por las personas que cubren el perfil solicitado. A México llegan personas de otros países, pero también mexicanos se van, y aunque se invirtieron muchos recursos en ellos para formarlos, la llegada de otras personas acaba compensando de alguna manera la situación de pérdida de población en las diferentes escalas de capacitación laboral.
“Esta dinámica forma parte de la economía mundial. Conceptos un poco antiguos como la fuga de cerebros - y no es que no sea cierta- ya no causa el impacto que causaba cuando se iban nuestros mejores educados y nos quedábamos con esos huecos. Hoy eso no importa mucho, porque el hueco es llenado por otra persona”.
La migración per se no es un problema
Este movimiento de individuos o familias con propósitos económicos o sociales, el que se vea en la actualidad como un problema, tiene que ver con la necesidad cambiante de fuerza laboral acorde a los ciclos económicos, sostiene Imaz Bayona. Se le ve como problema cuando la migración se vuelve masiva y se concentra en los grandes centros industriales y comerciales.
La coordinadora del Seminario de Migración, Sociedad y Política de la máxima casa de estudios del país, reconoce que en el mundo hay un problema de sobrepoblación, y en los principales centros productivos, de concentración de migrantes, aún así destaca, que casi no hay países que no cuenten con mano de obra migrante.
En ese sentido, considera que México no ha sido tradicionalmente un receptor de migrantes, pues nuestro país no tiene un mercado laboral ni salarios atractivos –quizá ahora lo sea para los inmigrantes centroamericanos-, y aunque el país cuente con una economía de exportación importante, más bien su atractivo para la transmigración es que es paso obligado a la frontera sur de los Estados Unidos.
“Tenemos menos del 1% de nuestra población que son inmigrados, y a nivel mundial, solo el 3% de la población son migrantes internacionales. Entonces no es un problema, lo es cuando el fenómeno es masivo para algún país receptor. En el mundo somos más 7 mil millones de personas, y la mayoría de los migrantes se concentra en las grandes ciudades y en los centros de producción. Lo que hay que entender y subrayar es que la migración es una parte de las diversas formas en que se produce la riqueza en todas las economías del mundo”.