En los últimos 110 años, se han registrado en México 160 temblores con magnitud superior a los 6.5 grados. En 1985, hubo uno de los más intensos, con 8.1 grados en la escala de Richter. Los daños causados en diversas zonas del DF replantearon los códigos de construcción y obligaron a establecer políticas públicas, protocolos de seguridad y estrategias preventivas.
“Es necesario recordar que el nuestro es un país de sismos, no permitamos que se conviertan en desastres”, advirtió Carlos Valdés González, jefe del Servicio Sismológico Nacional (SSN), a cargo de la UNAM.
Para evitarlos, la ciudadanía debe asumir la cultura de la prevención y seguir los lineamientos que establecen los materiales y técnicas de construcción en hogares, escuelas y lugares de trabajo. Es preciso diseñar planes de protección civil para minimizar los daños, humanos y materiales, indicó en Universum, Museo de las Ciencias.
“Sólo durante un temblor nos preocupamos. Sucedió con el del 20 de marzo de este año, que sólo llamó la atención unas semanas. No existen recordatorios frecuentes y este 19 de septiembre, más que una fecha para recordar, debe ser un llamado a actuar. Los sismos no avisan, su temporada va del primero de enero al 31 de diciembre, por lo que siempre debemos estar preparados”.
Pobreza, factor de riesgo
En la conferencia magistral Sismos y tsunamis en México, que inauguró el ciclo de actividades de la Semana Sísmica en el recinto, refirió que durante 2011 se registraron en territorio nacional cuatro mil 168 temblores, con un promedio de entre 12 y 15 por día, debido a la interacción de cinco placas tectónicas: la Norteamericana, la del Pacífico, la de Ribera, la de Cocos y la del Caribe. “Es en las fronteras entre ellas donde se generan los temblores más importantes”, explicó.
El integrante del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGf) señaló que la atención de los expertos está centrada en la brecha sísmica de Guerrero, ubicada entre Acapulco e Ixtapa. En la región no se registran movimientos telúricos desde los cuatro ocurridos entre 1899 y 1911, de entre 7.5 y 7.7 grados de magnitud.
El experto recordó que la Ciudad de México está situada sobre un lago, que aún satura el subsuelo. Esto explica la vulnerabilidad de la urbe ante los temblores, aún los generados a grandes distancias, debido a que el suelo amplifica los efectos de las ondas, principalmente en la región centro, la más afectada en 1985, recordó.
A ello se suman el crecimiento caótico de la mancha urbana en zonas vulnerables y de difícil acceso para los servicios de emergencia y que las viviendas se construyen con deficiencias estructurales, fuera del reglamento de construcción, con materiales de baja calidad y con peligro de accidentes como incendios.
Primera Semana de Ciencia y Protección Civil
Para saber qué hacer durante un sismo de gran magnitud y otras catástrofes, el IGf y Protección Civil de la UNAM, de la Dirección General de Servicios Generales, organizaron la Primera Semana de Ciencia y Protección Civil 2012.
En Las Islas de Ciudad Universitaria, frente a la Biblioteca Central, se presentó una exposición con información referente a huracanes, sequías, inundaciones, volcanes, sismos, erosión e incendios forestales, así como sobre los daños que pueden causar.
En el encuentro, en el que también participaron el Proyecto Universitario de Peligros y Riesgos por Fenómenos Naturales (PRiFeN), la Facultad de Arquitectura y la Dirección General de
Atención a la Comunidad Universitaria, se montaron una serie de “pasillos sísmicos”, que simularon el movimiento del suelo durante los movimientos de diferentes magnitudes (menores a cinco grados Richter, de cinco a siete, y mayores a siete grados).
Además, se explicó cómo la falta educación y sensibilización ante los desastres naturales agravan los escenarios de emergencia, pues sismos, volcanes o grandes precipitaciones siempre han sucedido; “sin embargo, el hombre, en lugar de comprender y convivir con la naturaleza, la ha destruido por desconocimiento”, apuntó Juan Carlos Mora Chaparro, investigador del IGf.
Al ofrecer la conferencia ¿Por qué los fenómenos naturales se han convertido en un peligro?, comentó que al alterar el uso de los suelos y construir caminos, carreteras o casas, se generan áreas de peligro, “a esto se le conoce como desastre socialmente construido”.
Por ejemplo, refirió, los temblores nos afectan porque en muchos lugares las construcciones se hacen con los materiales más baratos; entonces, al presentarse un terremoto la infraestructura no aguanta, además de que la gente no está preparada para tales eventualidades.
“Si llegamos a entender cómo se manifiestan los fenómenos naturales podremos convivir con ellos”, concluyó.