La dislalia es la alteración en la articulación del lenguaje, y quienes la presentan experimentan dificultades para pronunciar algunos fonemas. En casos extremos, puede limitar la comunicación con otros, pues el habla puede no ser entendible.

Es considerada una de las barreras del lenguaje; tiene algunas causas de carácter biológico, o es producto de una limitada estimulación del entorno social al desarrollo infantil en este sentido.

Si ocurre antes de los cinco años de edad, se considera un proceso normal en la adquisición y expresión del lenguaje; posteriormente se denomina dislalia funcional, y se debe a alteraciones en el aparato fonoarticulador, es decir, en la estructura y funcionamiento de cuerdas vocales, boca, mejillas y labios.

A un nivel de mayor alteración, se puede deber a defectos en la audición, malformaciones en el aparato fonoarticulador o discapacidad intelectual. Generalmente se expresa en problemas de articulación como sustitución, omisión o distorsión de fonemas (l por r, palato por plato, egmoció por emoción, por ejemplo).

En México, algunos indicadores señalan que hasta cuatro por ciento de los niños en preescolar y primaria la presentan, aunque esta alteración puede mantenerse hasta la adolescencia, e incluso llegar a la adultez, lo que repercute en asignaturas escolares como la lecto-escritura.

Fernando Fierro Luna, de la Coordinación de Psicología Educativa de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, dijo que la mejor opción para su tratamiento es la participación multidisciplinaria.

Para su atención, intervienen desde odontólogos y terapeutas del lenguaje, hasta psicólogos, porque “si se presentan alteraciones en la articulación se hace necesaria la participación del profesional en los procesos de adaptación que el infante requiera para entender su situación, con un enfoque a su área socioafectiva e, incluso, en la intervención cognitiva, lo que favorece el conjunto o representaciones que el niño construye para entender y explicar su entorno.

Como complemento a la terapia de lenguaje, el psicólogo puede apoyarse en la estructuración ordenada de la expresión de sus mensajes. La participación se hace necesaria porque es común que los pequeños con dislalia sean objeto de burlas, segregación o sobreprotección por parte de compañeros, familiares e, incluso, maestros”, explicó.

La intervención psicológica debe encaminarse a la recuperación de la autoestima, la autoconfianza, favorecer sus niveles de comunicación y desarrollo intelectual, así como su desempeño académico.

Los programas de intervención se basan en el juego durante la infancia, y en etapas posteriores del desarrollo, se recurre a las conversaciones sobre temas específicos, comunicación a través de cartas o escritura de diarios, ejemplificó.

En cualquier etapa que se presente, se puede atender con la terapia adecuada, y llegar hasta la rehabilitación total en la mayoría de los casos.

Propuesta

Con años de experiencia y cerca de tres décadas como docente, Fierro Luna sugiere que la formación de los profesionales se enfoque a la detección de los niños con este problema en el nivel preescolar o básico, y se desarrollen las especialidades respectivas vinculadas con el ámbito de la atención a las alteraciones en comunicación humana. Sin embargo, lamentó, no es del todo posible en la actualidad, porque no existe una especialización en psicología relacionada con este ámbito.

Es necesario, enfatizó, que los equipos que brindan atención a las personas con necesidades educativas especiales en escuelas regulares, desarrollen una detección temprana y favorezcan programas de rehabilitación para quienes la presentan; esos grupos deben conformarse por un psicólogo, un pedagogo, una maestra de apoyo, un trabajador social, un terapeuta del lenguaje, así como una maestra de educación especial.