Mientras exista el narcotráfico con un papel relevante en nuestro país, existirá el narcocorrido, afirma José Manuel Valenzuela Arce, profesor e investigador del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte. Prohibir este género musical pretendiendo que se combate o se hace algo contra ese delito es una estrategia efectista y falaz, agrega.
El sociólogo y también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), afirma que las historias alrededor del narcotráfico y el trasiego de drogas se continuarán registrando en géneros literarios, musicales y sociales.
Valenzuela Arce creció escuchando la tambora, siguió con los corridos y se especializó en el estudio de los narcocorridos, de los cuales, dice, tendremos producción y reproducción para rato. Su libro Jefe de jefes. Corridos y Narcocultura en México, obtuvo el Premio Internacional “Casa de las Américas” 2001.
Narcocorridos
Los llamados narcocorridos mantienen el mismo patrón y estilo de los corridos tradicionales pero con letras narrativas que emergen o hacen alusión al narcotráfico; a sus personajes, al trasiego de drogas y a los escenarios de violencia que le acompañan, explica.
Arce comenta que el corrido acompañó las luchas del pueblo en la Revolución, y como género musical integró las reseñas de los grandes parteaguas de la historia del país, definió y habló de las tragedias, el honor y heroísmo de su población. Es “en la segunda mitad del siglo XX cuando el corrido empieza a incorporar historias que tienen otro tipo de referentes, incluyendo el trasiego de drogas y el contrabando”.
El fundador de El Colegio de la Frontera Norte afirma que el corrido se abrió camino y siguió la ruta del narco y así se inició la generación de una gran cantidad de testimonios musicales también en Estados Unidos.
Desde mediados del siglo XIX la población mexicana o de origen mexicano que vivía en ese país, acudió a la tradición del corrido para contar y dejar registro a través de ellos de las vejaciones cotidianas que sufría como el racismo, el abuso, la prepotencia o la violencia por parte de autoridades.
En Colombia, dice el investigador, no se conocía la tradición del corrido, pero los narcotraficantes de esa nación empezaron a recurrir a mexicanos para que les elaboraran los propios. La situación cambió, de tal suerte que ahora el corrido se produce en Centroamérica, y Colombia pasó a ser un gran productor de éste tipo de música. Resulta interesante que la mayoría de los temas que escuchamos en México, se graban en Estados Unidos.
Pero podemos ir más atrás en la historia, señala Valenzuela, Emiliano Zapata tenía un “corridista” de cabecera y Francisco Villa hasta con un cineasta contaba: “entonces no son cosas nuevas, es la búsqueda de registro de las actividades, de las acciones...”, afirma.
La prohibición
Prohibirlos es absurdo; es como pensar que si se hubieran prohibido los corridos de la Revolución, no se hubiera realizado este movimiento armado, o que impidiendo la música de José Alfredo Jiménez, se disminuirá el índice etílico de la población, o cavilar que prohibiendo a Paquita la del Barrio mejorarán las relaciones de pareja. Tiene esa misma connotación, ironiza el sociólogo.
Con la prohibición de los narcocorridos, lo único que demuestran las autoridades es que le sacan la vuelta a un asunto de mayor profundidad que tiene que ver con la presencia social del narcotráfico, del llamado crimen organizado, con la infiltración en los ámbitos institucionales, la complicidad de figuras que deberían actuar del lado de la justicia y que están vinculados con la parte delincuencial, y entonces ese problema nos lleva a preguntar: ¿Cuál es el limite de la prohibición?, ¿prohibirán las novelas, los libros y todas las expresiones que tienen como tema el narcotráfico?, pregunta el especialista.
Los corridos no los inventaron los narcotraficantes, pues este género ha sido desde hace muchos años empleado también entre la clase política: “nos fuimos familiarizando con el corrido del candidato o candidata en turno, y en estos corridos se contaban efectivamente una gran cantidad de virtudes, la mayoría de las veces imaginadas, que tenía el ‘preciso’, ‘el mero mero’, ‘el candidato’, ‘el próximo presidente,’ ha sido un recurso de los partidos”, subraya.
Para concluir, Valenzuela Arce menciona que en el problema del narcotráfico lo que se necesita son acciones estructurales en contra de la corrupción, la complicidad y la impunidad, y a favor del empleo, la educación y las oportunidades sociales.