Si tuviéramos que asociar una enfermedad al siglo XX esa sería el cáncer, ya que fue el azote de la humanidad durante ese siglo y de alguna manera lo sigue siendo en el XXI. No es la causa número uno de mortalidad, pero sigue estando entre las tres enfermedades de mayor incidencia a nivel mundial (después de los padecimientos cardiovasculares y la diabetes), aseguró el doctor Héctor Mayani Viveros, jefe de la Unidad de Investigación Médica en Enfermedades del Hospital de Oncología del Instituto Mexicano del Seguro Social.
El investigador miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, explicó que el cáncer no es una enfermedad, sino un grupo de enfermedades. Existen más de cien tipos de cáncer, clasificados de acuerdo al lugar donde se originan.
“En esta unidad trabajamos en la investigación sobre células troncales. Hemos desarrollado sistemas y métodos para identificarlas, cultivarlas, purificarlas, expandirlas, y criopreservarlas. Con base en todos estos métodos, estamos trabajando para entender la biología de las células troncales leucémicas y las células troncales normales para compararlas”.
Comentó que están incursionando en dos grandes áreas de estudio: “Por un lado, el aspecto molecular, buscamos entender qué genes están involucrados en el origen del cáncer y de qué manera los podemos utilizar como biomarcadores; por otra parte, estamos interesados en entender en qué células se origina, esto es, las llamadas células troncales cancerosas o células troncales iniciadoras del cáncer”.
Los biomarcadores son moléculas (proteínas o genes) que nos pueden ayudar en tres grandes áreas: en el diagnóstico, para saber si una persona tiene ya la enfermedad; en el pronóstico, para saber si el paciente va a responder o no a un tratamiento; y en la prevención, para ver si una persona es propensa o susceptible a desarrollar cáncer; esta última es, probablemente, el área menos desarrollada y en la que hay que tener mucho cuidado, porque a lo mejor una persona sí presenta cierta mutación que sugiere que puede desarrollar cáncer pero no hay la certeza de que esto ocurra.
“Durante mucho tiempo se pensó que el cáncer se originaba en una célula y a partir de ahí las demás empezaban a proliferar de manera descontrolada; se creía que todas las células que formaban parte de un tumor eran iguales, ahora sabemos que no.
Este padecimiento se inicia en células muy específicas que son las células troncales cancerosas. Parte de la investigación que hacemos está enfocada en entender cómo es que una célula normal se transforma en una célula cancerosa y cómo es que ella puede iniciar el crecimiento tumoral y mantener ese crecimiento de manera indefinida; también nos interesa saber cómo frenarlas y eliminarlas”, explicó el experto.
Se ha encontrado que el cáncer no es un crecimiento celular desordenado, es decir, existe cierto orden dentro de ese desorden, no todas las células que forman parte de un tumor son iguales entre sí, hay diferentes jerarquías. Esto es importante porque sabemos que hay células que podemos eliminar a través de la quimioterapia o por terapias blanco, pero hay otras que no podemos erradicar a través de estas técnicas. Se ha visto que al menos para cierto tipo de cáncer, estas células troncales iniciadoras, que no son sensibles al efecto de la quimioterapia o incluso de la radiación, están en una etapa quiescente, es decir, en descanso o medio dormidas; pero después hay ciertas señales que provocan que esta célula despierte, que se active, y empiece a proliferar.
“La investigación sobre estas células es muy importante, porque hasta ahora la investigación se había centrado, sobre todo en los tumores. Se sabe que la quimioterapia puede eliminar hasta 99.9% de las células del tumor, pero con que quede una de estas células troncales con vida, potencialmente la enfermedad puede regresar después de un tiempo”, indicó Mayani Viveros.
El avance en los últimos cien años en el tema ha sido extraordinario, pero aún falta mucho por conocer, estamos lejos de decir que lo hemos conquistado. Y sugirió: “Brindar mayor apoyo presupuestal a la investigación; y crear redes de interacción entre los grupos que están trabajando en el tema, tanto los del área básica como la clínica. Creo que la AMC y el Conacyt pueden ser catalizadores para que esto se lleve a cabo”, concluyó.