Se basa en la resta de imágenes digitales y el empleo de yodo como medio de contraste para evidenciar el proceso de formación de vasos sanguíneos en los tumores

Hace 10 años aproximadamente se inició la colaboración entre la maestría en física médica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Cancerología (INCan) en torno al cáncer de mama. “Nuestro proyecto de colaboración se inició cuando se dio la oportunidad de conjuntar la existencia de la maestría de física médica, y los estudiantes querían realizar proyectos de tesis en áreas aplicadas en medicina. La doctora Yolanda Villaseñor había recibido en el INCan el primer mastógrafo digital de América Latina. Se iniciaba el uso de la mamografía digital en un instituto nacional de salud con el objetivo central de brindar atención a las pacientes, es decir, detección y diagnóstico”, dijo la doctora María Ester Brandan Siqués, investigadora del Instituto de Física de la UNAM.

“Nos pareció interesante, por un lado, que existiera un equipo de frontera que ofrecía capacidades muy diferentes a la mamografía convencional, en la cual lo que se produce es una placa radiográfica; aquí en cambio se ofrecía un archivo digital con valores numéricos”. Con esto las investigadoras se preguntaron si el hecho de que fuera digital les permitiría hacer cosas novedosas.

“La idea central del proyecto, -a veces le llamo ‘técnicas novedosas en mamografía digital’-, era explorar opciones que no necesariamente vienen incorporadas en el equipo comercial, usando principios de física para buscar información adicional en la imagen”, dijo la investigadora quien es integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

Explicó que el primer proyecto consistió en explorar una técnica de “energía dual”, que se basa en tomar dos imágenes con rayos X de diferente energía; esto permite hacer una resta especialmente diseñada para que un tejido, previamente escogido, se elimine, permitiendo resaltar otro de interés. Queríamos observar micro calcificaciones, que son indicios de malignidad en la imagen. El estudio concluyó que la técnica funcionaba, pero su valor práctico estaba en el límite, debido al tamaño del objeto de interés, ya que los calcios miden menos de un milímetro de grosor y en la imagen restada se confundían con el ruido.

Para mejorar este procedimiento hubiera sido necesario tomar una imagen de mayor “intensidad”, que implica una mayor dosis de radiaciones y esto no cumple con el requisito adicional de controlar la exposición de la paciente en estudios de detección temprana.

“Entonces nos dimos cuenta que sí podríamos aplicar la resta de imágenes a un objeto de interés más visible. En Europa se empezaba a trabajar con medios de contraste basados en yodo. Esta estrategia tiene su fundamento en el proceso natural del organismo conocido como angiogénesis, que consiste en la creación de nuevos vasos sanguíneos para aportar nutrientes a una masa celular que se está reproduciendo rápidamente, como sería el caso de un tumor”, apuntó.

Explicó que el proyecto tuvo 3 etapas: Una, optimizar los parámetros físicos para la obtención de la imagen; después un trabajo de verificación con maniquís plásticos que contenían tubos y pozos donde se ponían distintas concentraciones de yodo; y la tercera, luego de superar exitosamente las anteriores etapas, se pasó al estudio clínico con pacientes, que es el que está en su etapa final de análisis. Esta última etapa se realizó en el INCan con 19 pacientes que tenían lesiones palpables.

El resultado más interesante es que las imágenes restadas, además de eliminar buena parte del tejido normal de la glándula mamaria, ofrecen información complementaria a la mamografía original. Por ejemplo hay imágenes de lesiones malignas con necrosis al interior y en la imagen restada (en la que se ha facilitado la visualización del yodo) el medio de contraste rodea a la lesión sin ingresar al interior. La imagen, entonces, nos muestra el proceso de vascularización, información que no se encuentra en la imagen original.

Comentó que todavía no se ha definido el nicho práctico, “esa es la siguiente etapa. Sabiendo cómo se resta, habiendo optimizado muchos parámetros y el haber aprendido respecto de la selección de pacientes, el siguiente paso debe ser estudiar un nicho de oportunidad, en el que este tipo de información sirva para mejorar el diagnóstico”. Brandan señaló que en otro caso del estudio, y según la opinión del radiólogo, se sugirió que de haber tenido disponible la imagen con medio de contraste el mismo día del estudio mastográfico original, habría sido posible decidir sobre la benignidad de la lesión y haber ayudado a la tranquilidad personal de la paciente, eliminando la incertidumbre a la que se enfrenta antes de contar con el diagnóstico definitivo. El estudio se encuentra en su etapa final y se espera contar pronto con las conclusiones definitivas.