De las personas diagnosticadas y tratadas por hipertensión arterial, sólo seis por ciento tiene la presión controlada, debido a una inadecuada administración de medicamentos, el olvido de tomarlos, o porque los fármacos no fueron diseñados específicamente para la población mexicana, explicó Luisa Martínez Aguilar, responsable del Laboratorio de Farmacología del Miocardio, de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán de la UNAM.

Interesados en éste y otros problemas de salud con gran impacto, como los infartos al miocardio y la hipertensión, un grupo multidisciplinario de investigadores, encabezados por Enrique Ángeles Anguiano, responsable del Laboratorio de Química Medicinal, desarrollan nuevos compuestos para el tratamiento de esos padecimientos.

Al respecto, Luisa Martínez Aguilar, integrante de ese equipo, indicó que en el laboratorio a su cargo se realizan estudios farmacológicos de nuevas sustancias con actividad cardiovascular (arritmias cardiacas, infarto al miocardio e hipertensión arterial), denominadas LQM300s, una serie de 53 compuestos sintetizados por Ángeles Anguiano.

“Lo que hacemos son análisis básicos experimentales en modelos animales (ratas) genéticamente hipertensos –por cruzas de camadas–en los que demostramos el efecto antihipertensivo de los fármacos. Curiosamente, a diferencia de muchos antihipertensivos, los nuestros no sólo reducen presiones (sistólica y diastólica), sino también frecuencia cardiaca”, dijo.

Ese efecto los hace más eficaces, porque la presión arterial se relaciona con la frecuencia cardiaca y las resistencias periféricas. A raíz de ese resultado, los investigadores dividieron los 53 compuestos en dos grupos: aquellos que presentaron mayor eficacia como antihipertensivos y otros que, si bien no disminuyeron la presión arterial en los modelos animales, sí redujeron predominantemente la frecuencia. Estos últimos se probaron con resultados positivos en ratas a las que se les indujeron arritmias por medio de oclusión coronaria.

Se observó que después del suministro la función del corazón en los animales de prueba fue mejor. “Entonces, no sólo son antihipertensivos, antiarrítmicos y vasodilatadores, también tienen actividad protectora en caso de infarto; es decir, limitan el área infartada”, indicó.

El mecanismo de acción se asemeja a los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, es decir, los que se emplean principalmente en el tratamiento de la hipertensión arterial y la insuficiencia cardiaca crónica, grupo de antihipertensivos de alto costo desarrollados por farmacéuticas transnacionales, diseñados y probados en poblaciones de otros países.

En contraparte, añadió, la síntesis de los compuestos LQM300s es de bajo costo y podrían ser específicos para los mexicanos. Aunque “tenemos que probar y determinar sus efectos en humanos con base en fundamentos científicos”.

No sólo se pretende tener evidencias del efecto farmacológico, sino también buscar indicadores biológicos que lo confirmen. Por ejemplo, en el estudio realizado por Jazmín Flores Monroy, con la asesoría de Luisa Martínez, se determinó que la angiotensina 1-7, sustancia biológica conocida por su efecto protector en las células del corazón, es importante en los casos de hipertensión; si hay efectos benéficos, esa molécula se expresa en mayor proporción.

Con ese protocolo –premiado con el tercer lugar en la categoría de Proyecto de maestría en el International Congress of Pharmacology Mexico 2011–, se demostró que los compuestos LQM300s con la angiotensina 1-7 dan mejores efectos, lo que indica mejor relajación en la arteria, estimula la liberación del óxido nítrico, también fue benéfico para el corazón, y bloquea la angiotensina II (responsable de elevar la presión sanguínea).

Con esos resultados se comprobó que las terapias suministradas a los modelos animales son benéficas y que están farmacológicamente controladas.

Apoyados en las nuevas tecnologías “proyectamos buscar otras opciones que permitan identificar esos biomarcadores en humanos sin invadir el organismo, sino por medio de fluidos, sangre u orina, para determinar si la enfermedad está controlada”, acotó Martínez.

De obtener resultados positivos en cuanto a la adecuada absorción de estas nuevas moléculas en sangre, se pretende que los estudiantes de Farmacia desarrollen una nueva formulación, distinta a grageas, tabletas o inyecciones. En colaboración con Adriana Ganem, investigadora de la misma facultad, “buscamos una de liberación controlada, y la forma de hacerlo es a través de los parches transdérmicos”, especificó.

Al respecto, indicó que en Cuautitlán existen universitarios competentes, entre ellos especialistas que se dedican a la síntesis de polímeros, cuya experiencia se puede aprovechar para la elaboración del parche.

“Lo que se pretende en este laboratorio es una tríada, es decir, no sólo probar el efecto farmacológico de estos nuevos compuestos, sino también realizar estudios farmacocinéticos (estudiar en sangre los niveles de esos compuestos y en qué momento tienen su efecto máximo) y, a partir de ello, desarrollar nuevas tecnologías”, concluyó.