El hígado es considerado la fábrica química del organismo, pues realiza funciones que proporcionan al cuerpo las condiciones indispensables para vivir, estar alertas y saludables, sin embargo, las enfermedades hepáticas figuran entre las principales causas de mortalidad en México (tercera en hombres y séptima en mujeres), informó Gabriela Gutiérrez Reyes.
La hepatitis C, en conjunto con el consumo excesivo de alcohol, derivan en una de las etapas terminales de esas afecciones: la cirrosis hepática, para la que no hay tratamiento farmacéutico eficaz, sólo trasplantes. “La desventaja es que existen pocos donadores de órganos”, apuntó la responsable del Laboratorio de Hígado, Páncreas y Motilidad de la Unidad de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina (FM), ubicada en el Hospital General de México.
En cuanto a las afecciones de tipo viral, como la hepatitis C, muchos enfermos son diagnosticados en fases avanzadas y sólo 50 por ciento responde al tratamiento.
Ante esa perspectiva, un grupo de científicos universitarios, encabezados por Gabriela Gutiérrez, estudian el uso de biomateriales, como los andamios celulares de cóndilo de bovino, los cuales son producidos y diseñados por el equipo de María Cristina Piña, del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la UNAM, para favorecer la recuperación funcional y estructural de un tejido dañado, en este caso el hígado.
Andamios celulares
“Hemos encontrado la funcionalidad de esos materiales en uretras de perros y, en el caso del hígado, en ratas. En ambos se colocaron fragmentos del andamio y se observó que sí había invasión de las células hepáticas al tejido. Es decir, este último creció sobre el andamio, por lo que consideramos que podría ser un buen modelo para utilizarse como implantes en medicina regenerativa”, indicó.
En cuanto a la uretra, en un estudio que realiza Christian Acevedo García, urólogo, bajo la dirección de Gabriela Gutiérrez, se retiró un fragmento de ese conducto (por el que pasa la orina) en perros sanos y en otros a quienes se les indujo estenosis (estrechamiento del conducto), se les colocó el andamio celular en forma de tubo y se observó que conforme avanzaba el tiempo la cantidad de material colocado fue reemplazado por tejido sano, es decir, la uretra se regeneró.
Esta línea de investigación surgió del contacto de Acevedo García con integrantes del IIM, quienes desarrollaron una matriz de colágena con cualidades mecánicas y de composición que le permiten funcionar como andamio en diferentes tejidos. El material ha sido probado con éxito en áreas como ortopedia, cirugía maxilofacial y odontología, no así en tejidos blandos.
Gabriela Gutiérrez recordó que a Christian “le interesaba ver si este andamio podría sustituir el tejido dañado y reemplazar la uretra. En tanto, nosotros queremos determinar si esto también puede favorecer la regeneración hepática”.
En el primer caso, al hacer los cortes histopatológicos se observó crecimiento celular y el biomaterial se reabsorbió. “Entonces, consideramos que estos resultados permiten generar una nueva línea de investigación en regeneración tisular en nuestro laboratorio, aunque nos dedicamos al hígado; en la parte básica hacemos una conexión entre investigadores clínicos y básicos con la intensión de encontrar nuevas herramientas que pudieran funcionar en la sustitución de órganos o de fragmentos dañados, para el tratamiento de enfermedades crónico degenerativas”.
La colágena tipo I del andamio celular tiene un tamaño de poro de alrededor de hasta 200 micras, característica que le permite la migración celular y formar el nuevo tejido, explicó.
“En ratas hemos observado resultados positivos; se les colocó un fragmento del material del andamio y se observó la migración e implantación de células en el biomaterial. Esto lo vimos mediante cortes histopatológicos y ahí hemos medido proteínas que nos dan esa información de qué tipos de células se implantaron”, dijo.
Podría ser una esperanza de vida para pacientes con enfermedades hepáticas crónicas, de ahí la importancia del vínculo que hay en la medicina traslacional (el de la ciencia básica y el de las aplicaciones clínicas). “Toda la información clínica que manejan los médicos es útil para quienes hacemos ciencia básica y viceversa; esa unión que hemos desarrollado nos permitiría avanzar más rápido en el hallazgo de una nueva opción terapéutica que permita a los pacientes contar con una mejor calidad de vida”, concluyó.