La piel es la envoltura exterior de nuestro cuerpo: su papel de protección es de tal manera importante que si nos llegase a faltar, moriríamos en unas cuantas horas.

Se ha dicho que el delgado revestimiento cutáneo es la única barrera exterior que nos separa de la muerte.

Su función es, en primer lugar, protegernos contra causas exteriores que pueden ser motivo de lesiones, rozaduras, choques, etc. Cualquiera creería que la delgadez de la piel constituye una desventaja, pero en realidad, gracias a su flexibilidad, movimiento y elasticidad, el revestimiento cutáneo constituye una excelente barrera de defensa contra los agentes que tienden a causar lesiones en ella o en los órganos que debajo de la piel se encuentran.

Contra el sol en exceso, la piel aumenta sus defensas pigmentándose, y a esto se debe fundamentalmente las diferencias en el color de los habitantes de regiones de diversas latitudes. De lo anterior se desprende que el poder de la piel es limitado, que los baños de sol tomados en abuso, y en general sin una guía médica, pueden resultar más perjudiciales que útiles porque pueden causar la aparición de cáncer en la piel.

El papel defensivo de la piel protege también contra la invasión de los microbios que nos rodean, y constituye, contra esos microorganismos, una barrera casi inexpugnable.

Por lo anterior es importante que cuidemos nuestra piel de los excesos solares y la mantengamos limpia para evitar infecciones.