La ortorexia o trastorno de la conducta alimenticia, se presenta en las personas que tienen una obsesión por comer sólo alimentos orgánicos o probióticos. El médico estadounidense Steve Bratman la describió, por primera vez, en 1997.
“La palabra ortorexia viene de los términos griegos orthos, ‘correcto’, y orexis, ‘comer’; significa ‘comer correctamente”.
Gilda Gómez Peresmitré, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, dijo que es la patología más reciente que existe, por eso, se tiene muy poca información; hasta el momento, afirmó, este padecimiento no llega todavía a México, pero se anticipa que su desarrollo se dará en las capas altas de la sociedad que poseen el suficiente poder adquisitivo para comprar este tipo de alimentos, que suelen ser muy caros.
Tiene similitudes y diferencias con la anorexia y la bulimia. Al igual que éstas, no responde a una, sino a múltiples causas, entre las que sobresalen las socioculturales; además, se manifiesta mediante un pensamiento obsesivo y una conducta compulsiva, dirigidos al propio cuerpo y asociados a la forma de comer.
“Las personas son rígidas, perfeccionistas, estrictas, hacen gala de una gran fuerza de voluntad y padecen intensos sentimientos de culpa si no cumplen lo que se proponen. Además, por sus prácticas, pierden un elevado porcentaje de grasa y de masa muscular, como sucede con las que sufren anorexia”, informó Gómez Peresmitré.
A diferencia de las que tienen esta última afección, que siempre están preocupadas por la forma y el tamaño de su cuerpo, así como por la cantidad de comida, las ortoréxicas no piensan en la cantidad o el tamaño de las porciones, en si van a engordar o no, sino en la calidad de lo que ingerirán, explicó.
Desnutrición e inanición
¿Por qué resulta malo que un individuo se preocupe por adoptar una forma correcta o buena de comer? El problema, en realidad, no radica en esa preocupación en sí, sino en su transformación en una obsesión patológica, agregó Gómez Peresmitré.
Buscan alimentos probióticos, orgánicos, producidos a partir de métodos 100 por ciento ecológicos, y rechazan la carne (por la grasa y las hormonas), las verduras cultivadas en sembradíos, donde se utilizan pesticidas o herbicidas, los productos genéticamente modificados, los saborizantes, los colorantes, los conservadores, y todos los alimentos industrializados.
Así como no comen ninguno de ellos, tampoco consideran que deben sustituir los nutrientes que proporcionan, y que son necesarios para el organismo, como las proteínas o una cantidad mínima de grasa o de carbohidratos.
“Ignoran, o minimizan, el hecho de que una buena alimentación debe estar balanceada y, en cambio, se obsesionan con lo ‘saludables’, y no ingieren otra cosa. Esto los lleva a la desnutrición y a la inanición, que puede causar la muerte. Se puede afirmar que siguen el mismo destino que los individuos con anorexia”, indicó la académica universitaria.
Otra característica es que ocupan la mayor parte de su tiempo en pensar qué van a consumir; esto, y el miedo que les provoca comer en restaurantes o en casa de amigos –porque quizá no se cumplen sus estándares de alimentación–, los lleva a aislarse y a perder contacto con su entorno.
“Como ocurre con la bulimia y la anorexia, la presión social y los estereotipos juegan un papel fundamental en su aparición”, añadió.
El camino: la prevención
Esta alteración de la conducta no aparece registrado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV), que es revisado y publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana (APA).
“Se necesita más investigación que permita desarrollar la teoría y los métodos para contrastarla, probarla, documentarla y, posteriormente, incluirla en el DSM-IV”, comentó.
En cuanto a su tratamiento, se requiere una atención multidisciplinaria: médica, farmacológica, psicológica, nutricional. Pero lo fundamental, en opinión de Gómez Peresmitré, es su prevención.