El poder público, más allá de visiones e ideologías particulares, debe ceñir con rigor su actuación a las disposiciones de la Constitución y preservarla, porque su observancia garantiza la vida en sociedad.

La Carta Magna no es un instrumento para que el gobierno controle la voluntad popular, sino para que la voluntad popular controle el poder. Nuestra misión es actuar con responsabilidad, respetar sus principios y cumplirla.

Legislativo, como parte del Poder reformador de la Constitución, con mística, sabiduría y vocación debe conducir el esfuerzo institucional, concatenar la realidad social con sus valores y postulados.

Hoy, más que nunca, se debe reconocer que todo sistema es perfectible, y el nuestro, que tanto ha costado construir, no es la excepción.

Desde la Cámara de Diputados se tiene la noble visión de preservarla, observar su cumplimiento y garantizar su imperio; no se trata de principios abstractos, sino de vivos y vigentes como soberanía, libertad, igualdad, así como los derechos en plenitud a la vida, la propiedad, la seguridad jurídica, el sufragio, la libre expresión y asociación.

Hoy cobra mayor relevancia preservar los derechos humanos, así como el derecho a principios como desarrollo, progreso, autodeterminación, paz, ambiente sano, libertad informática y a la cultura.

A lo largo de la centuria, las enmiendas han sido reflejo del devenir histórico de una sociedad que aspira a consolidar la democracia y las libertades.

Es momento de refrendar nuestro compromiso con los altos valores nacionales expresados por los constituyentes en 1917. Es fecha idónea para comprometer nuestro trabajo y esfuerzo, así como hacer respetar de manera cabal los derechos que emanan de la norma fundamental. Es tiempo de recordar nuestras raíces como nación, valores y anhelos.

Estimo que la conmemoración de la Promulgación de la Constitución debe ser momento preciso para la reflexión profunda sobre nuestro papel como mexicanas y mexicanos comprometidos con los valores que nos han dado patria, justicia y libertad.

La Carta Magna es la piedra angular de todas nuestras libertades y el corolario de las aspiraciones, anhelos, principio y valores en los que descansa nuestra cultura e identidad mexicana; es la esencia de nuestro Estado democrático.

Considero que, a pesar de su longevidad, la Constitución es tan vigente y actual, que es la hoja de ruta heredada por próceres que imaginaron una gran nación democrática, justa e igualitaria; fueron mujeres y hombres con altura de miras y grandes visiones para la patria.

Fue la Constitución de 1917 la que incluyó las demandas más importantes en materia de igualdad, democracia, justicia, trabajo, propiedad y libertad.

Más allá de ser la base sobre la que descansa el orden jurídico y las instituciones del país, en sus postulados se recoge el devenir histórico de una joven nación que camina el sendero de la consolidación democrática y en la búsqueda permanente de justicia y libertad.