*Estamos a tiempo de enderezar el rumbo de donde llevan al país

En el mundo hay 42 mil aeropuertos, ¿cuántos de estos aeropuertos civiles son operados por militares? Ninguno.

Cuando ustedes vuelan al aeropuerto y los revisa un militar, sus documentos, sus pertenencias, ¿se sienten más seguros o más nerviosos?

Cuando llegas a ese país y ves que la policía depende del Ejército, de las Fuerzas Armadas, ¿estás llegando a un país democrático o a uno autoritario?

No hay país en el mundo que tenga, dependiendo de las Fuerzas Armadas, a las policías civiles; las policías dependen en los países democráticos de mandos civiles, no de mandos militares.

Para entender la trascendencia de lo que hoy estamos analizando, hay que juntar las piezas del rompecabezas y entender la tendencia preocupante, el maldito conjunto de lo que está sucediendo con un presidente polarizante, un Congreso levanta dedos, unos ministros obsequiosos, organismos autónomos amenazados, gobernadores reducidos y una metástasis de la delincuencia organizada y la creciente militarización del país.

El presidente López Obrador nos dice que cambió de opinión, como cambia de ropa; pero es más grave que eso, está cambiando de principios. Y no es su opinión la que nos importa, sino el rumbo al que está llevando a México, a la creciente militarización, a la creciente criminalización, a la creciente violencia y empoderamiento de la delincuencia organizada.

Y cuando el presidente López Obrador le asignó al Ejército la lucha contra el sargazo, la gente de la sociedad civil dijo “esto ya está preocupante”.

Hay que iniciar un inventario de lo militarizado, cuantificar todas aquellas funciones que hoy se le han transferido al Ejército, funciones y presupuesto que han llegado a sumar 227 funciones y que le han transferido al Ejército el mayor número de recursos de la historia. Y, por otro lado, la violencia sigue y los homicidios no disminuyen.

Ivabelle Arroyo, de la revista Nexos, dice que es el nuevo estilo militar de gobernar, cuando los militares cabildean leyes, construyen hospitales, abren brechas, supervisan aeropuertos, patrullan parques, ferias del libro, administran aduanas y regentean bancos.

No se trata de tareas administrativas en las que están ayudando a México, en cada caso el Ejército está desplazando a los poderes territoriales sujetos a controles democráticos, y cambia la lógica política y presupuestal de la zona en la que trabajan y cada peso que una instancia civil compromete en un acuerdo bilateral con algún general, es un peso que debilita a las capacidades de la administración pública y que fortalece el músculo de las Fuerzas Armadas; ejercen ya el mayor presupuesto agregado en recursos directos para la operación, sólo por debajo de la SEP.

La Guardia Nacional no está funcionando, con 115 mil elementos sólo ha incautado un plantío de amapola, según el informe que nos presentaron en el Senado el año pasado.

No es sólo la decisión de militarizar la seguridad pública, sino la perversa tendencia a militarizar cada vez más la administración pública.

No existe un solo país con democracia plena, según el estudio del índice democrático elaborado por The Economist Intelligence Group, que tenga su instituto de seguridad pública bajo un mando militar.

Repito, no existe un solo país con democracia plena que tenga la seguridad pública bajo mandos militares. De América Latina, sólo Nicaragua y México, porque el presidente Gustavo Petro ya anunció que va a devolver la seguridad pública a los civiles y a nombrar a un defensor de los Derechos Humanos como titular del Ministerio de la Defensa.

Va en contra de la Constitución, porque el párrafo 12 del artículo 21 dice claramente que la ley determinará la estructura orgánica y la dirección de la Guardia Nacional, que estará adscrita a la secretaría del ramo de seguridad pública.

Tratan de hacer el camino torcido de la ley, aprobando leyes por una mayoría simple, para que cuatro ministros declaren su validez constitucional. Esos son el fraude a la ley, pero el otro es el fraude, el gran fraude que están haciendo a la historia, que los hace tragar sus propias palabras y traicionarse a sí mismos.

No a la militarización del país. No más poder y presupuesto a los militares.