*Perpetuidad política

La persistencia de muchos “servidores públicos” para ocupar varios cargos durante extensos períodos es un tema recurrente en la arena política. Este fenómeno, que algunos críticos llaman perpetuidad política, plantea interrogantes sobre la salud de la democracia y la representatividad en los sistemas políticos, pero en especial sobre la veracidad de los partidos y su supuesta democracia dentro y fuera de sus filas.

Si bien es cierto que existen razones válidas para justificar dicha perpetuidad, también lo es que varios de ellos son conocidos por sus actos de corrupción, tráfico de influencias o nepotismo, aunque los mismos dirigentes de los partidos se esmeran para señalar que los susodichos poseen una valiosa experiencia acumulada por su permanencia en cargos múltiples que les han forjado una larga trayectoria, otorgándoles una comprensión más profunda de los problemas y una capacidad única para abordar los desafíos que enfrenta la sociedad, sin tomar en cuenta, claro está, que su desempeño fue mediocre y varios se vieron o están envueltos en problemas de corrupción.

Lo anterior no les importa a estas ovejas descarriadas porque usan sus conexiones y redes de apoyo para conseguir mantenerse activos y construir sólidas alianzas dentro de sus partidos políticos o entre diferentes sectores de la sociedad, y con ello lograr amplia ventaja en la obtención de candidaturas y en el respaldo electoral, esto último más por acarreo que por buenos resultados.

A estos angelitos se les acomoda como candidatos plurinominales para ocupar un cargo de elección popular a través de la representación proporcional, también conocida como sistema de lista.

Por eso no necesitan el reconocimiento del electorado para continuar en el poder. Sin duda, el partido político obstaculiza la renovación generacional y la oportunidad de que surjan nuevos líderes que bien podrían contribuir a la desconexión entre los gobernantes y las cambiantes necesidades de la sociedad. No les importa que con la prolongada permanencia en el poder se dé mayor riesgo de corrupción.

No es un secreto que algunos o muchos políticos aprovechan su posición para beneficio personal, comprometiendo la integridad del sistema. Basta con echarle un ojito a la reciente lista de plurinominales del PRI, PAN y PRD al Senado y a la Cámara de Diputados federal, que se dio a conocer en este mes.

He visto desbandadas de militantes que renuncian a su partido y se van con la oposición al notar que hay una falta de representatividad y sentirse marginados o subrepresentados. La diversidad de perspectivas y voces sigue disminuyendo porque los mismos líderes ocupan cargos clave durante décadas, dándose también el fenómeno de los "chapulines", políticos que saltan de un cargo a otro o de un partido a otro, mandando al carajo la lealtad política, la representación y la estabilidad del sistema político.

Estos "chapulines" buscan cualquier pretexto para justificar su salto y dicen que el cambio constante de cargos les ofrece nuevas oportunidades para servir a la sociedad, a su patria que tanto los necesita, según ellos, claro está. No se cansan de argumentar que la experiencia en diferentes niveles de gobierno les ha brindado una perspectiva más amplia que los hace muy efectivos en su labor política.

Otros menos cínicos aclaran que sus cambios de partido son motivados por desacuerdos ideológicos o diferencias de opinión con las plataformas de sus partidos anteriores, por lo que buscan desesperadamente, según ellos, otra vez, alinearse con una visión política que se ajuste mejor a sus principios. ¿Cuáles principios si carecen de ellos?

Constantemente los "chapulines" están sobre los cargos más importantes y posiciones de mayor influencia, en esa búsqueda implacable de poder, en lugar de luchar por un compromiso duradero con un propósito político específico. No me crean mucho, pero ojalá le puedan

Es aquí en donde un amplio sector de la ciudadanía percibe que eso es una falta de lealtad hacia los electores y hacia los partidos políticos. Se les cuestiona su sinceridad y su autenticidad sin importarles que dañen su imagen pública, produzcan una inestabilidad política y afecten la implementación efectiva de programas y proyectos a largo plazo.

De ahí la desconfianza ciudadana en el sistema político en su conjunto, cuya conclusión es que los políticos están más interesados en sus propias carreras que en el bienestar de la sociedad. Por eso México y su mafufa democracia seguirá igual, llegue quien llegue, se vaya quién se vaya.

Hasta la próxima.

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