*Es de sabios cambiar de opinión, ha dicho López Obrador

A diferencia de Estados Unidos, en donde la inflación es de demanda; es decir, que el pueblo tiene dinero, pero no hay productos, en México la inflación es de oferta; es decir, que el pueblo no tiene dinero para comprar los productos que hay en existencia suficiente en los mercados, ya sea tianguis o supermercados.

Esto demuestra con claridad que México está lejos de alcanzar los niveles de bienestar básico que registran sus vecinos del norte y del sur, porque mientras los gringos padecen carestía de productos básicos por los faltantes que provoca la coyuntura del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, en los límites con Guatemala los habitantes pueden acceder a los productos que produce México y que no puede transportar hacia donde se requieren por lo caro del transporte y tramitología administrativa.

Este fenómeno fue planteado por los empresarios mexicanos a quienes encabezan la mal llamada 4-T desde el momento mismo en que se encaramaron en el poder, pero no fueron escuchados, al contario, los mandaron a freír chongos alimenticios… 

¿Cuál es la solución? Pues esta: “La mejor respuesta consiste en producir más alimentos y reducir costos regulatorios y logísticos por parte del gobierno y los productores para fortalecer esta oferta de alimentos”.

Palabras textuales de Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda, al dar a conocer el acuerdo que tanto presumió el presidente Andrés Manuel López Obrador desde el fin de semana en su mañanera.

Bueno, pues como dice él mismo, “es de sabios cambiar de opinión”, pero otra cosa hubiera sido si desde que llegó a Palacio Nacional deja en la calle la terquedad que también tanto presume y hubiera atendido las propuestas que le presentaron los empresarios que ahora tanto reconoce.

Cuestión de reflexionar lo que dijo el propio don Andrés al iniciar la conferencia mañanera del lunes pasado:   

“Con la colaboración muy entusiasta y fraterna de empresarios, de industriales, distribuidores de alimentos, comerciantes, se ha logrado un acuerdo para que la iniciativa privada y el gobierno llegaran a un acuerdo, a un compromiso para enfrentar el problema inflacionario, el aumento a los precios, la carestía”.

Nótese el entusiasmo de sus palabras y motivación para agradecer públicamente al sector que desde siempre ha odiado: Lea usted, grilloso lector, estos “cebollazos” con que bañó a sus mal queridos:

“Afortunadamente contamos con el apoyo de este grupo de empresarios, de industriales, de comerciantes que, ante este llamado que se les hizo, acuden y de manera ejemplar se comprometen a ayudar.

“Hay integrantes de la iniciativa privada con dimensión social y cívica, que son hombres de negocios, pero también piensan en el pueblo y piensan en nuestro querido México porque, ya comenté en una conferencia, hace unos días, que cuando les hicimos la propuesta, empezaron a levantar la mano cuando nos reunimos, cuando comimos, primero uno, otro, otro, otro y todos sumándose, y yo respondí que sabía que íbamos a contar con ustedes y que lo hacían por todo lo que México nos ha dado, nuestro país, nuestro gran país”.

Aunque usted no lo crea, don Andrés anda muy cordial, suaviza el tono cuando se refiere a sus adversarios y enemigos periodísticos, a quienes también odia con odio jarocho, coyuntura de la 4-T que será capítulo especial en la historia que se está reseñando en el libro de los sexenios mexicanos.

Y lo que viene…

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