La inteligencia artificial (IA) lleva tiempo de haber sido creada, pero la forma en que hoy se relaciona con nosotros es distinta y con implicaciones importantes en diversos campos, consideraron Ximena Gutiérrez Vasques, especialista del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH); y Sebastián Tonda, cofundador y CEO de Flock, una de las agencias de marketing digital líderes en México.

Al participar en el conversatorio “Tecno fobia vs Tecno filia. Límites de la inteligencia artificial”, organizado por el CEIICH, en ocasión de El Aleph. Festival de Arte y Ciencia 2024, plantearon que esa tecnología ha dejado de ser un tema exclusivo para quienes tienen formación técnica y saben hablar su lenguaje y, por tanto, utilizarla. Hoy en día “es una herramienta que nos incumbe a todos porque podemos dialogar con ella”.

Expusieron que pasó de ser un actor que estaba detrás de herramientas tecnológicas que utilizamos, algo de lo que quizá no éramos conscientes. En la actualidad es un actor con un diálogo frontal con el ser humano y ese es el gran cambio que hoy vivimos.

En el encuentro, el director del CEIICH, Mauricio Sánchez Menchero, explicó que el nuevo programa Macrodatos, Inteligencia Artificial e Internet fue diseñado para explorar y aprovechar el vasto potencial de los datos en la era digital.

Desde el análisis predictivo hasta la detección de tendencias, busca ofrecer, a partir de la UNAM, una visión crítica, y práctica de cómo estas herramientas transforman a las sociedades en el mundo.

Al proseguir, Ximena Gutiérrez, experta en lingüística computacional e inteligencia artificial con un enfoque interdisciplinario e integrante del Programa Macrodatos, Inteligencia Artificial e Internet del CEIICH, recordó: el término IA surgió en la década de 1960 y a partir de ahí ha evolucionado.

Sin embargo, ahora lo usa la sociedad en general. Dejó de ser un concepto que utilizamos exclusivamente los estudiosos de las ciencias de la computación y de las ingenierías; “hoy vemos muchos artefactos que son inteligentes”.

En el auditorio Jorge Carpizo, de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, la universitaria comentó que de acuerdo con el libro de Sebastián Tonda, Irremplazables: Cómo sobrevivir a la inteligencia artificial, el autor señala que ni siquiera habrá necesidad de que aprendamos lenguas, porque todo esto se va a automatizar.

Sin embargo, el traductor con IA funciona bien para un grupo de los siete mil idiomas que existen en el mundo, pero es curioso que la generativa, como ChatGPT, “falla magistralmente cuando se enfrenta a una lengua que no tiene una presencia digital exacerbada para entrenarlo, como ocurre con el náhuatl. Por ejemplo, funciona bien para el español, inglés y francés”.

Mencionó que más allá de que podría reemplazarnos en el corto plazo, el riesgo es que esta tecnología tienda a uniformar o eliminar la diversidad. “Los sociólogos no tardaron mucho en descubrir que ChatGPT tenía sesgos sociodemográficos de género, puede reproducir discursos de odio, exacerbar estereotipos, además de estar en riesgo la privacidad y soberanía de los datos masivos que alimentan los sistemas”.

Sebastián Tonda expuso que la IA es cada vez más relevante, por ello es urgente la conversación sobre “qué somos los seres humanos, cómo es nuestra propia inteligencia y cómo se define y determina, de alguna manera eso nos permite empezar a construir un diálogo urgente de lo que somos, en lugar de si seremos o no reemplazados por esta disciplina y si esta podrá o no emular o superar a la inteligencia humana”.

De acuerdo con el experto, su regulación no vendrá de los países que desarrollan estas ciencias porque están más preocupados por ganar un espacio comercial que será una gran ventaja competitiva en los siguientes años, en particular Estados Unidos y China.

Resaltó que las regulaciones más pertinentes provienen de las empresas que no están en las primeras posiciones de la carrera y que se preocupan porque les afectará su desarrollo, que no serán propias de sus economías. “La Unión Europea puso un marco regulatorio que es de lo más avanzados en este momento y tiene que ver con los riesgos de las aplicaciones de la IA y cómo, dependiendo de los riesgos, debe entrar en distintos marcos regulatorios”.

Lo más importante es normar la gobernanza de las compañías desarrolladoras de estas herramientas; en esta tarea las universidades deben proponer marcos que potencialmente pudieran resolver estas grandes concentraciones de poder que suceden en materia de inteligencia artificial.

En ese sentido, abundó que en las últimas décadas la innovación en la tecnología y su progreso provenía de las pequeñas empresas porque tenían la agilidad y la posibilidad de hacerlo a través de los fondos de inversión en capital de riesgo; sin embargo, para el caso de la inteligencia artificial el boleto de entrada tiene un costo económico alto, por lo que los únicos que pueden pagarlo son las grandes firmas como Facebook, Microsoft o Google.

Es mayor el hambre de ganar la carrera por el desarrollo en IA, que la reflexión de cómo regular ese campo para que sea benéfico para todos, pues esta tiene el potencial de crear prosperidad para la humanidad, por lo que debemos dejar de pensar que el objetivo es la riqueza material, porque da para más.

Ambos especialistas señalaron que el papel de las universidades es exigir, además de investigar y proponer, estos mecanismos de gobernanza para las desarrolladoras, que la regulación considere el uso de estas tecnologías y cuenten con un marco de referencia que permita cuestionar la ética y la responsabilidad en su utilización.

Coincidieron en que la interdisciplina sería una de las formas de encaminarla hacia un bien colectivo y no un beneficio individual. Para tener un desarrollo más ético de esta y todas las herramientas tecnológicas, por lo que la colaboración multidisciplinar es deseable y necesaria.

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