(Del Banco Mundial para Grilla en el Poder) En total, dos tercios de las personas de todo el mundo que sufren inseguridad alimentaria aguda viven en entornos frágiles o en situaciones de conflicto.
En los lugares donde hay guerras, mantener la productividad puede convertirse en una lucha diaria. El cambio climático es otro desafío generalizado que afecta a los rendimientos agrícolas, con pérdidas por valor de USD 3,8 billones en los últimos 30 años.
Gracias al financiamiento renovado y las nuevas tecnologías, los productores pueden seguir operando e incluso prosperar.
“Casi todo ha cambiado, porque lo que vimos en 2022 nunca lo habíamos visto en nuestras vidas. Los mercados quedaron aislados abruptamente”.
Oleksii Stepanenko, director del establecimiento agrícola Artberry en Ucrania, dijo que antes de la invasión rusa, los miles de productores del país tenían una vida próspera.
Ucrania es uno de los principales exportadores mundiales de maíz, cebada y oleaginosas, productos que llegan a millones de personas de Asia, África y Oriente Medio. También es uno de los mayores exportadores de trigo del mundo, ya que abarca el 10 % del mercado mundial.
La guerra ha causado estragos en la agricultura ucraniana, debido al desplazamiento forzado de los agricultores y la destrucción de almacenes y maquinaria agrícola.
El efecto dominó se ha hecho sentir en todo el mundo. En 2023, los productos básicos provenientes de Ucrania habían duplicado su precio en comparación con el año anterior, ya que la guerra alteró la logística de envío y las existencias mundiales.
En el ámbito interno, la guerra obligó a los proveedores de semillas, fertilizantes y pesticidas a dejar de ofrecer insumos a crédito; al mismo tiempo, las ganancias disminuyeron porque la mayoría de los establecimientos agrícolas tenían dificultades para operar.
En respuesta, el Gobierno puso en marcha el Proyecto de Apoyo de Emergencia para la Recuperación Agrícola (ARISE), mediante el cual se amplió el acceso al crédito y se introdujeron donaciones para las pequeñas explotaciones agrícolas.
A través de ARISE, aproximadamente 10 mil agricultores ya han recibido créditos para mantener sus establecimientos y negocios, y casi 25 mil pequeños productores se han beneficiado de donaciones.
En total, 90 mil agricultores y productores agrícolas tendrán acceso a préstamos y donaciones asequibles, lo que garantizará que sus establecimientos sigan funcionando durante la guerra.
Por su parte, Tahar Amdani, empresario agrícola de Marruecos, fue pionero en el uso de una herramienta de inteligencia artificial capaz de predecir las necesidades de agua simplemente escaneando los cultivos de tomate.
“Un cultivo de 100 frutos no tiene las mismas necesidades que uno de 300 frutos. Así es como estamos contribuyendo a los esfuerzos para ahorrar agua, fertilizantes y pesticidas”.
Mientras Ucrania lucha contra las consecuencias de una invasión, la agricultura de Marruecos se enfrenta a un desafío mundial más común.
Los años de sequía acumulados en este país del norte de África han reducido el rendimiento de los cultivos, lo que pone en peligro la seguridad alimentaria y los ingresos por exportaciones.
Tahar es una de las numerosas personas que buscan maneras novedosas de continuar cultivando alimentos. El Gobierno ya está intensificando los esfuerzos para transformar el sistema agroalimentario en un modelo más resiliente, inclusivo y sostenible que produzca alimentos seguros y saludables.
El país está implementando un programa con múltiples dimensiones para promover la agricultura sostenible, impulsar el riego en zonas propensas a la sequía y hacer de la agricultura una propuesta atractiva para los jóvenes.
Como socio de Marruecos desde hace mucho tiempo, el Banco Mundial está ayudando a fortalecer el sector agrícola del país a través de programas para mejorar las cadenas de valor y el acceso a los mercados, a reforzar el empleo rural entre los jóvenes, la tecnología agrícola y la agricultura climáticamente inteligente, con cofinanciamiento de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), y a modernizar los sistemas de riego (i) y promover la gestión sostenible de los recursos hídricos en las regiones de Chtouka, Tadla y Souss-Massa.
A través de un nuevo programa (amplio, se promoverá la agricultura orgánica y la agricultura de conservación —incluida la agricultura sin labranza— para proteger mejor el suelo y los recursos hídricos en 1,4 millones de hectáreas, ampliar el uso de seguros climáticos para 120 000 agricultores y mejorar la nutrición, la calidad de los alimentos y la seguridad alimentaria de más de 1 millón de consumidores.