La actividad humana está más relacionada con el aumento de la temperatura global de lo que antes se pensaba, y esos factores antropogénicos incrementan la probabilidad de ocurrencia de inviernos más severos y otros eventos climáticos extremos en latitudes medias del planeta, reveló un equipo internacional de científicos.

Uno de sus integrantes, Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, explicó que el crecimiento de la economía y las emisiones de gases de efecto invernadero que genera se pueden ligar a una tendencia general de elevación de la temperatura en el mundo, y también a inviernos más fríos, veranos más cálidos o precipitaciones extremas.

Lo anterior se dio a conocer recientemente en el artículo “Spatial variations in the warming trend and the transition to more severe weather in midlatitudes”, publicado en Scientific Reports de la prestigiada revista internacional Nature.

La aparente contradicción entre el aumento sostenido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono (CO2) y una disminución en la tasa de incremento en la temperatura del planeta registrada en los años 90 del siglo pasado, es uno de los principales argumentos de los escépticos para cuestionar el efecto de la actividad humana sobre el clima.

Sin embargo, una investigación publicada por el equipo en la revista Nature Geoscience en 2013 mostró que, por el contrario, gran parte de esta disminución en el ritmo de calentamiento también se debe a la intervención humana con el sistema clima.

La temperatura global ha aumentado desde el inicio de la Revolución Industrial, explicó Estrada Porrúa, pero a partir de 1960 la tasa de calentamiento se triplicó; luego se registró una etapa en la que parecía que había una pausa a ese fenómeno, en los años 90.

“Con herramientas de econometría y series de tiempo nos dimos a la tarea de analizar estas series de temperaturas, global y de los hemisferios norte y sur, para explicar si había una influencia antropogénica en estos cambios. Encontramos que hubo eventos socioeconómicos de gran magnitud que afectaron esa tasa”, expuso Francisco Estrada.

Tales eventos fueron el Protocolo de Montreal, iniciativa mundial para disminuir la presencia de clorofluorocarbonos en la atmósfera y proteger la capa de ozono, porque estos compuestos tienen un potencial de calentamiento mayor que el CO2, con lo cual, de manera fortuita, se modificó la tasa de calentamiento.

Asimismo, el cambio de fertilizantes y el uso más eficiente del agua en la producción agrícola asiática afectaron a una bacteria del suelo que produce metano, gas de efecto invernadero también con mayor potencial de calentamiento que el CO2. A esto se sumó el desarrollo industrial de China e India que produjo aerosoles atmosféricos los cuales reflejan parte de la energía solar.

Todo ello tuvo un efecto de reducción en el aumento de la temperatura global, en lo que se conoce como “pausa de calentamiento”. Es decir, esos cambios están relacionados de manera íntima con lo que hacemos o dejamos de hacer los humanos, añadió el también integrante del Centro de Ciencias de la Atmósfera.

En el nuevo artículo –firmado por Estrada, Pierre Perron y Dukpa Kim, éstos últimos de las universidades de Boston y Corea, respectivamente– se muestra en un mapa el calentamiento observado de las distintas regiones del planeta durante los últimos 120 años. Ahí también aparece otro fenómeno denominado “amplificación del ártico” que ha contribuido de manera importante al calentamiento en la región y a cambios en patrones climáticos alrededor del mundo.

La tasa de calentamiento del ártico, abundó el experto, es dos veces mayor a la del resto del planeta y no ha disminuido, ni siquiera en la pausa de los años 90.

Eso se debe, en parte, a procesos de retroalimentación como aquellos provocados por el derretimiento de los hielos polares. En el polo norte, desde los años 70, se registra una reducción importante en la cantidad de hielo que, al ser blanco, refleja luz solar; al reducirse, esa energía se está absorbiendo por los océanos, describió Estrada Porrúa.

El especialista continuó su explicación, y dijo: también existía la hipótesis de que el calentamiento global podría estar relacionado con la probabilidad de ocurrencia de inviernos muy severos en latitudes medias, como el norte de Estados Unidos, Asia y Europa, pero no estaba claro el mecanismo, y tampoco demostrado con datos.

El universitario y sus colaboradores descubrieron que debido a que el ártico sigue calentándose y las latitudes medias en menor medida, el contraste de temperaturas entre ambas regiones ha disminuido y eso afecta la corriente en chorro polar, es decir, los vientos que hacen que las masas de aire polar se mantengan confinadas en el Polo Norte.

Cuando la corriente en chorro polar se debilita porque el contraste térmico disminuye, las masas de aire polar pueden llegar más al sur de lo que normalmente harían y pueden alcanzar sitios lejanos como Florida y en lugares como el norte de Estados Unidos, Europa o Asia pueden provocar inviernos muy severos.

De esta manera, Estrada Porrúa y sus colegas confirmaron con datos el patrón conocido como “ártico caliente y continentes fríos”, lo cual se liga a la literatura que estudia la atribución del cambio climático con aquella sobre la ocurrencia de eventos extremos. “Estamos conectando la intervención de los humanos con el clima, con eventos de carácter meteorológico, inviernos muy fríos, precipitaciones extremas o veranos muy cálidos como los que se han registrado en Asia”.

Por ejemplo, la tormenta Filomena, la cual paralizó España hace unos días, podría estar relacionada con este tipo de procesos. En la ocurrencia de ese fenómeno “podría haber una señal de cambio climático”, aseguró el especialista.

Podemos bajar las emisiones de gases de efecto invernadero de manera importante y así dejar de empujar al sistema clima en la dirección que lo hemos hecho, hasta propiciar que regrese a un estado en el que se estabilice. Pero en esa transición “nos podemos encontrar con este tipo de sorpresas”.

El científico detalló además que las actividades humanas ya han alterado el clima al grado de que a pesar de que se lograra disminuir la tasa de calentamiento, estos cambios pueden provocar impactos inesperados en el clima y en la ocurrencia de eventos extremos como inviernos más severos.

“Es una advertencia muy importante: hay que mitigar globalmente el cambio climático, porque sólo así nos libraremos de sus peores efectos, y mientras ello ocurre, adaptarnos a los periodos de transición y sus perturbaciones”, aseveró.

Estrada Porrúa afirmó que la estabilización de la temperatura puede tardar décadas; sin embargo, con un escenario consistente con el Acuerdo de París, a mediados de este siglo se podría detener la tendencia al calentamiento y llegar a un nuevo equilibrio. “Pero si no se logra, en este siglo la temperatura podría aumentar hasta cuatro grados, y entonces las sorpresas pueden ser mucho más grandes y severas”.

Advirtió que no habrá un milagro o evento fortuito que libre a la humanidad de los efectos de este fenómeno, razón por la cual consideró urgente tomar en serio el tema del cambio climático y lograr un acuerdo internacional que logre resultados exitosos. Este es el mayor problema ambiental que la humanidad enfrenta en este siglo y el que viene, subrayó Estrada Porrúa.

En México se necesita saber más sobre los posibles impactos del cambio climático en el territorio, el cual, por su gran diversidad, requiere de esfuerzos mayores para saber cómo pueden adaptarse sus habitantes a ellos y que no sean tan graves como se prevén ahora.

Asimismo, resaltó la importancia para el país de la investigación que la UNAM realiza sobre los diversos aspectos del fenómeno, y del PINCC para convocar, integrar y coordinar estos esfuerzos.

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